Antes de cumplir los 25 años, terminaba la carrera de Diseño Gráfico en la Universidad de Panamá, laboraba medio tiempo en un diario de circulación nacional y al salir de clases me iba directamente a las discotecas.
No bebo una sola gota del alcohol, pero me encantaba cazar chicas con
compañeros de la facultad, amigos o sencillamente solo.
Una de esas noches, a mi camarada Rogelio lo vi conversando con una muchacha
de unos 28 años, era un martes en la discoteca Bacchus, como a las once de la
noche, lo saludé de lejos para no interrumpir y me quedé con mis amigos.
A los veinte minutos Rogelio me hizo señas para que fuera donde estaba,
lo hice, me presentó a la nena de nombre Karen, de hermosos ojos pardos, blanca
piel, cabellera azabache, delgada y con inmensos senos.
Platicamos un rato, mi pasiero desapareció y me quedé platicando con la
dama, mientras ella bebía ron con cola, yo sencillamente ingería ginger con
hielo.
Me di cuenta de inmediato que la atraía, estaba de vacaciones durante dos
semanas con su tía, residente en el área revertida, Karen bailaba muy bien el
trance, pero no el merengue y más o menos le enseñé.
El asunto fue que terminamos en besos, caricias y abrazos, y al final del
camino en una de esas pensiones de la avenida Justo Arosemena.
Intercambiamos teléfono, nos citamos el miércoles para comer hamburguesas
rancheras y caminar por la vía Argentina y nos fuimos al cine.
A Karen le quedaban solamente cuatro días, fueron tan intensos en nuestro
corto romance sexual que la mujer era toda una máquina de posiciones y gemidos.
Como toda historia tiene final, no fui a despedirla al aeropuerto, un
gusanillo interno me dijo que algo ocurría que, no sabía, sin embargo, como fue
una relación pasajera no le tomé importancia.
Pasó un mes desde que Karen retornó a Asunción, me encontré en una pizzería
a Rogelio con su novia alemana, me saludó muy efusivamente y sonreía.
Pasamos un rato alegre, pero antes de marcharnos mi amigo me preguntó si
sabía de Karen, respondí que nada porque Paraguay se la tragó y él sonrío.
—Mira la edición digital del diario ABC de ayer—, resaltó.
Al retirarme no aguanté la curiosidad, entré a un centro de navegación que
en Panamá llaman café internet y que no tienen nada de café porque nunca lo dan
ni lo venden.
No fue mi sorpresa ver el diario, estaba en la portada del periódico Karen
con su esposo, la fémina era una famosa actriz de teatro y casada desde los 21 abriles con un
caballero de 35 años.
Realmente no me sentí utilizado sexualmente, aunque sí lo fui, las mujeres
también tienen derecho a su cana al aire y en esta ocasión me correspondió ser
el voluntario sin saberlo.
Fotografía de la pareja de Eugenia Remark de Pexels no relacionadas con la
historia.