Bodhan Melnyk era uno de los 70 mil guardias ucranianos dispersos por Polonia durante la II Guerra Mundial, al servicio de los nazis cuando invadieron su país en 1941.
Desataba su furia sobre los prisioneros judíos polacos y soldados rusos en
el campo de Sobibor, ya que como muchos odiaba a la Unión Soviética y lo que
oliese a ella.
La hambruna provocada por Stalin en Ucrania germinó la semilla del mal y
numerosos compatriotas recibieron a los alemanes como héroes o salvadores, como
también sucedió en las repúblicas bálticas Estonia, Letonia y Lituania.
Melnyk, era rubio, ojos azules y alto, golpeaba con la culata de su fusil a
los internos del campo de Sobibor, mientras era observado por los militares nazis, quienes se sorprendían de la brutalidad del guardia.
Con el cerebro lavado, los rusos, judíos y gitanos eran subhumanos, no debían
estar en este mundo porque contaminaban la raza aria y lo correcto era
borrarlos del mapa, afirmaba el guardia.
Cuando llegaron varios prisioneros soviéticos, entre ellos Sasha, su
sentimiento racista se incrementó, sin embargo, no tenía idea que las víctimas planificaban
algo importante.
Melnyk era el favorito del sargento Gustav Wagner, otro asesino, déspota y
maltratador, a quienes los prisioneros lo llamaban La Bestia por el trato a los
prisioneros y los asesinatos a sangre fría.
Wagner premiaba al ucraniano con vinos, quesos, cigarrillos, salchichas,
cervezas y le daba permisos para invitar amigas traídas desde Kiev como acompañantes.
No obstante, el 14 de octubre de 1943, los judíos y soldados rusos presos
hicieron un escape masivo, unos 600 internos huyeron, los cabecillas mataron casi
once soldados alemanes, a siete guardias ucranianos, pasaron por el campo
minado y escaparon.
Casi 300 lograron salir, 100 fueron capturados y unos 50 huyeron sin ser detenidos,
así que al terminar la guerra Melnyk se fue a Kiev a trabajar y se unió al
ejército soviético para afincarse en Alemania Oriental.
Allí un preso polaco lo reconoció, lo denunció y fue llevado a juicio e
incluso Sasha declaró contra èl.
El tribunal militar no dudó en condenar a la pena máxima al antiguo guardia
ucraniano por crímenes contra la humanidad y el Estado soviético.
Ni siquiera lloró o pidió clemencia, el exsoldado se mostró desafiante y
orgulloso de sus acciones.
¡Viva Ucrania!, gritó antes de que el verdugo le colocara la capucha para
posteriormente ser ahorcado.
Fotografía de Wikipedia no relacionada con la historia.
Fuerte!
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