Volví a ver a Meche, 30 años después, en las afueras de un restaurante en Chitré, Panamá, donde fui a visitar a un amigo de la adolescencia y pasarme unos días junto con mi hija Anastasia.
La noté algo nerviosa,
quizás por tanto tiempo porque tres décadas no se fuman en pipa y, aunque se
notaba el transcurrir de los años de mi antigua novia universitaria, seguía hermosa.
Tampoco no puedo hablar
mucho de vejez, las arrugas adornan mi rostro y la nieve pobló mi cabeza,
aunque conservo toda mi abundante cabellera gruesa y lacio.
Meche esperaba a sus hijas en el estacionamiento del restaurante, la invité a almorzar
para que conociera a mi hija de 15 años y quien nació cuando rondaba los 35
años, pero mi exnovia se mostró reacia.
Fue diplomática, respondió
que nunca supo nada de mí desde que la dejé en lo que ambos llamábamos, el árbol
de la felicidad que aún está en la Facultad de Comunicación Social de
la Universidad de Panamá y me contó que se casó a los 23 años.
Recuerdo muy bien ese
triste hecho, yo con 20 años era un chico inmaduro, solo pensaba con estar con
nuevas novias, pasear e ir a discotecas, incluso los días hábiles para llegar
con resaca a clases y luego a trabajar.
Ese mediodía que me
encontré con Meche, hacía un calor terrible, las ramas de
los árboles del parque Unión apenas se movían, el vapor se sentía desde el pavimiento
y los automóviles circulaban a poca velocidad por el centro de Chitré.
Le ofrecí mis disculpas,
la dama respondió que eso fue hace 30 años, llamó de su móvil a una de sus
hijas para decirle que la esperaba adentro del restaurante, Anastasia estaba en
una mesa porque fui a buscar unos cigarrillos al carro.
Meche
quedó encantada con Anastasia, sin embargo, notaba que algo pasaba y lo desconocía,
colocó su escultural figura en una silla a mi lado y de pronto ingresaron dos damas
al restaurante.
Evelyn
y Estela, la primera de 30 años y la segunda de 25 años, hermosas y me impresionó
el físico de Evelyn casi gemela a mí, a mi hija y por el lunar
peculiar en su oreja derecha.
Casi me caigo de la
silla, yo tengo ese lunar en mi pecho, es parecido a un sol y Anastasia
lo tiene en su oreja izquierda.
No había mucho que decir.
Mi hija me preguntó si era su hermana, quedé mudo y Meche respondió
que sí.
Lloré, nunca lo supe,
cuando dejé a Meche, ella estaba embarazada y prefirió no decirme
nada para que no estuviese con ella por la niña y se marchó a Chitré.
Todo en esta vida se
sabe, conocí a mi primera hija de forma sorpresiva, mientras que Anastasia
estaba feliz porque siempre quiso una hermana.
Solo quería contarles,
ahora veo a Evelyn en Panamá y en Chitré.
Fotografía de Elina Fairytale
de Pexels no relacionada con la historia.
Wow, esas historias se dan y más de lo que uno cree.
ResponderBorrar