Se volvió loco

 

Harold Castle, fue un erudito profesor de matemáticas de la Universidad de Nueva York, con grandes contactos de entidades federales, locales y en Europa, Asia y África.

Entre sus exalumnos estaban físicos, químicos, científicos y otros docentes en universidades del mundo, así que todos quedaron sorprendidos con la noticia que le dio la vuelta al mundo.

En enero de 2020, antes de que la pandemia detuviese el globo terráqueo, la policía fue a buscarlo en su apartamento en alto Manhattan para que declarara sobre hurtos registrados en lujosas propiedades.

Harold no era sospechoso, pero sí estuvo en varias recepciones de senadores, representantes, hombres de negocios e industriales, de donde se hurtaron objetos de valor como cadenas, diamantes, pequeñas esculturas y relojes, todo valorado en 256 mil dólares.



Ni la policía, ni el fiscal del distrito del Este de Nueva York tenían idea de la identidad del ladrón, aunque la lógica indicaba que era un gato casero porque la lista de invitados era casi la misma.

Al llegar, el profesor una sala, había tres sillas con una mesa, un vidrio gigantesco con un papel ahumado, lo que se conoce como la cámara Gesell, donde varios policías y el asistente del fiscal observaban el interrogatorio detrás del vidrio.

Harold soltó la carcajada, antes de que le preguntaran, dijo saber el lugar donde estaba el producto de los delitos, saludó a las autoridades que lo miraban y los sorprendió a todos al confesar ser el ladrón.

Cuando le preguntaron por qué lo hizo, respondió que era para evidenciar que todos eran unos tontos y que en sus propias narices podían perder sus vanidades sin que nadie se diese cuenta.



Reía como un loco, le llamaron un médico y le inyectaron un calmante, luego fue llevado a una celda solitaria, al día siguiente un psiquiatra lo examinó  y le encontró  principios de enajenación mental.

El profesor fue revisado por los mejores médicos de Nueva York, todos diagnosticaron lo mismo y el juez tuvo que declararlo no apto para el juicio.

Harold Castle, terminó a los 69 años en un sanatorio mental, mientras que todos los objetos de valor se recuperaron en el apartamento del matemático porque los hurtos fueron cometidos por un erudito que perdió el juicio.

Fotografía de Ron Lach y Andrea Piacquadio de Pexels.


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