Héctor y Rosa se
conocieron en el Ministerio de Trabajo, llegaron la misma fecha a laborar en la
Dirección de Finanzas como analistas de presupuesto durante el período
1999-2004.
Ambos casados, ella con 28
años y él con 31, sin hijos, en un principio se odiaban por competir para quedarse
con una plaza laboral permanente, ya que sus posiciones eran transitorias.
Las zancadillas, miradas
de odio y el serrucho estaba a la orden del día hasta que el director les llamó
la atención a los dos colaboradores porque no es bueno estar con malas vibras
en las oficinas, independientemente si es pública o privada.
Cinco meses después, Héctor
y Rosa, se fueron a una gira de motivación a las tierras altas de Chiriquí,
donde sus vidas cambiaron, dejaron de lanzarse dardos, rocas, piedras y puyas para
una nueva relación.
El primer día, congeniaron
bien, se estrecharon la mano, se sentaron uno al lado del otro, hicieron
trabajos juntos, rieron, la pasaron excelente y posteriormente llegó la noche.
Prefirieron irse a un bar
pequeño sin bulla para platicar sin ser molestados, bailaron salsa, merengue y
luego típico hasta que se pegaron uno al otro y al sentir sus cuerpos se
besaron.
El asunto terminó en que
Héctor pasó la noche junto a su compañera y gozaron hasta decir no más como si
se tratase de una luna de miel.
Terminaron el taller de
motivación, regresaron a la capital panameña y se convirtieron en amantes furtivos.
Aprovechaban cualquier situación para hacer el amor en el ministerio.
Se colaban en los baños,
depósitos, en oficinas, en la azotea e increíblemente nadie se dio cuenta de que
quienes antes se odiaban, eran ahora pareja clandestina.
Muy inteligentes los dos,
jugaron a lo oculto hasta que, en una de esas tardes de sexo, Héctor no llevó
preservativo, ella quería, así que fue en carne viva y como era de esperarse
quedó preñada.
El esposo de Rosa era
estéril, así que al recibir la noticia supo que alguien bateaba chicha, hubo
escándalo, discusión y le pidió el divorcio.
La fémina no tuvo más remedio
que llegar a un acuerdo porque la cláusula de adulterio la jodería más y vendieron
su nido de amor.
Entretanto, a Héctor su
mujer lo largó de la casa, así que la nueva pareja arrendó un pequeño
apartamento amueblado en la Tumba Muerto, donde harían sus nuevas vidas.
Héctor consiguió trabajo en la empresa privada y se marchó del ministerio, pero su nueva mujer se quedó ante la sorpresa de todos sus compañeros cuando se enteraron de la bomba.
Del odio y la rivalidad nació
el amor.
Fotografías de Mizuno K. y Ketut Subiyanto de Pexels no relacionadas con la historia.
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