La rubia de la discoteca

 Armando Leras, se la pasaba todos los fines de semana en discoteca con sus amigos y donde había una rumba se presentaba para cazar damas.

Rubias, blancas, chinas, negras o mestizas estaban a merced de su blanco porque no tenía un modelo específico de fémina, solo que tuvieran senos y ustedes ya saben qué.

Un martes salió de la universidad, ingresó a un antro de dos pisos, ubicado justo en la vía España, de la ciudad de Panamá.

Armando Leras no estaba solo, sino con grupo del salón que lo acompañaron porque terminaron los semestrales y se merecían parrandear, tras “quemarse” las pestañas y pasar sueño.

El grupo estaba abajo, frente a la escalera estaba el bar gigantesco, una puerta de salida por seguridad, una pista inmensa y alrededor de ella numerosas mesas con sus respectivas sillas.



Como era bar abierto, pidieron güisqui con ginger en grandes cantidades y luego vino la tanda de la música electrónica.

Armando era feliz, sacó a bailar a una de las chicas del salón, la dama aceptó y se fueron a pista a mover el esqueleto.

Las canciones de Real McCoy, Modjo, Haddaway, Daft Punk y otras, además de los tragos, comenzaron a revolver el cerebro de la pareja.

Al terminar, ya afectado por el alcohol, Armando Leras, fue a la barra a pedir otro trago de la bebida inglesa cuando la vio.

Rubia, alta, con un traje pegado, senos inmensos, maquillada en extremo y blanca como un río lácteo.

El caballero de marras, era alto, blanco, se afeitaba la cabeza y con cuerpo de fisiculturista, no perdió tiempo y le cayó a su objetivo como zorro que caza pollos.



La música era tan alta que casi no se escuchaba lo que hablan, pero se fueron a la pista en la tanda de salsa, donde el hombre practicó “manoterapia” por todo el cuerpo de su pareja y luego llegaron los besos.

Sus compañeros solo miraban, algunos reían, sin embargo, ninguno abrió la boca porque decidieron ser meros espectadores.

Al culminar el baile, se fueron de nuevo al bar a “chupar” guaro y comerse a besos, hasta que Mariana Puzzuelo, quien bailó con el hombre anteriormente, le dijo a Armando Leras que su acompañante no era otra cosa que un travesti.

Se dio cuenta de que era la comidilla de los clientes que lo miraban y reían, molesto le metió un puñetazo al travesti, pero este respondió como hombre con un derechazo en la barbilla que no dejó noqueado.

Nadie intervino en la riña, los amigos despertaron a Armando y el travesti abandonó el local muerto de la risa.

Cuando le contaron la historia al viejo José Chanis, este dijo que en esos casos siempre se debe mirar la manzana del cuello para evitar que te salga un domingo siete como a Armando Leras.

Más bruto que un caballo

La gallera estaba repleta de apostadores, con su redondel, las gradas con asientos de madera con hombres y damas, quienes gritaban a todo pulmón durante la pelea.

Entre el público estaba María Luz Aranda, de piel blanca como la nieve, cabello lacio negro, ojos pardos, cuerpo de concursante de belleza y alta.

A la dama la dejó plantada un pretendiente que era un asiduo cliente de esa gallera, pero eso no impidió que conociera a Aniceto Pérez, a quien llamaban “Rabo de Puerco”.

De baja estatura, de raza negra, cabello rizado, ojos oscuros y barriga de cervecero, “Rabo de Puerco”,  el masculino la invitó a beber güisqui en el bar con la finalidad de pasar el rato.



El hombre estaba feliz porque su gallo ganó y quedó loquito con María Luz, oriunda de Santiago de Veraguas (Panamá), aunque dormía donde una tía en Aguadulce, provincia de Coclé, los fines de semana.

Lo que no sabía “Rabo de Puerco” era que la chica de 23 años, era una troglodita, interesada y sin sentimiento alguno. Caras vemos y corazones no.

Si bien es cierto, Aniceto de 45 años, no era millonario, tenía unas tierras con sembradío de arroz, una abarrotería en la ciudad coclesana, cuatro cuartos de alquiler y un gallo de pelea al que llamaba “Stalin”.

El animal era su orgullo y también su nueva novia, quien con el tiempo se convirtió en su dolor de cabeza porque carne blanca es la perdición del negro.

Gastos de ropa, joyas, dinero para caprichos, viajes por el país y otras erogaciones, sin embargo, cuando él protestaba, ella lo transportaba al paraíso con el cóncavo que trajo al nacer.

Mercedes Díaz, era amiga de “Rabo de Puerco”, enamorada del caballero, le aconsejaba que dejara esa relación porque no le traería nada bueno, no obstante, Aniceto “estaba creyendo”.



Discusiones dentro de la casa, gritos y riñas. Ella lo amenazaba constantemente que lo dejaría porque renunció a su trabajo en Santiago de Veraguas para vivir con él y recuperarlo no sería fácil.

La mujer no andaba con “limpios” y así se lo hizo saber, desde que lo conoció, ya que su miel era cara y no cualquier hombre podría costearla.

Un fin de semana “Rabo de Puerco” se fue a la capital y al regresar encontró en su nido de amor solo un petate porque su mujercita lo mudó.

Dos días después, se llevaron presa a María Luz, acusada de hurto y abuso de confianza, y mientras el hombre lloraba, Mercedes lo consolaba.

A la semana, en la gallera de Aguadulce, “Stalin” peleaba con “Roco” y apenas empezó el espectáculo le metieron un espuelazo en el pescuezo al primero y lo mataron.

“Rabo de Puerco” se pegó una borrachera en un bar donde  conoció a José Chanis, un hombre veterano y con vasta experiencia, a quien le contó toda su historia.

José Chanis le aconsejó que un varón no vive con una mujer que acaba de conocer y que tampoco gastara dinero en esas peleas porque era botarlo.

“El hombre que cree en mujer y gallo es más bruto que un caballo”, fue la frase del señor.

A los dos años “Rabo de Puerco” se casó con Mercedes, también blanca, de ojos miel, cabello negro y delgada. No todas las féminas son malas.

El hombre aprendió la lección y el padrino de la boda fue José Chanis.

Solo ‘mala leche’

Su astucia le provocó que viajara desde Quibdó hasta Cartagena de Indias con el fin de colarse en un barco con destino a Europa, específicamente a España, ya que no tenía la intención de migrar a Estados Unidos porque fue deportado dos años antes.

Pedro Caldas, alto, su era mamá indígena y su padre un descendiente de esclavos, no tenía trabajo en su país, ni idea de irse a Bogotá porque no quería quedarse donde un primo suyo que vivía en Ciudad Bolívar, la zona más pobre de la capital de ese país.

Se quedó dos días donde su hermano, luego se fue al puerto para hacer un estudio de cómo subir a un barco como polizón y llegar hasta el viejo continente.

El hombre, a la semana, logró entrar en Miss Allison, un con 500 dólares en el bolsillo, se mezcló entre los marineros, trabajó limpiando la nave y nadie le pidió un solo documento.

No siempre salen los planes como un quiere, debido a que la embarcación no se dirigió a España, pasó por el Canal de Panamá y subió el océano Pacífico con destino al puerto de Los Ángeles.



Mientras el barco surcaba no preguntó su destino porque no quería delatarse y era un indocumentado, no un pendejo.

Al llegar la nave a su destino, Pedro Caldas estuvo dos días en la motonave y luego bajó, pero no sabía dónde ir.

Ando, caminó, durmió en el centro de Los Ángeles hasta que llegó a Skid Row, una zona pobre de esa ciudad y repleta de drogadictos, ebrios y gente sin vivienda o lo que le llaman en EE.UU.  “homeless”.

Compartió varios días con unos veteranos de guerra abandonados por el gobierno y conoció a Tiffany Meyer, una estadounidense que migró desde Dakota del Norte en busca del “sueño americano”.

Rubia, de mediana estatura, cabello lacio, ojos azules, pronunciadas ojeras, rostro arrugado y delgada, producto de la metanfetamina.

Fue su mujer durante dos semanas, en una relación donde ninguno de los dos se comprendía porque la mujer no hablaba castellano y el tampoco dominaba el caballero inglés.

Para el sexo no hace falta ningún idioma.



Vivían de la calle, de hurtar casas y bebían a diario hasta que el colombiano se cabreó de esa vida y se marchó.

Pedía aventones hasta que llegó a Anaheim, cerca del parque de Diversiones Walt Disney, le encantó y durmió bajo un puente.

A los dos días, hubo un operativo de US Migration por la zona, un agente pensó que era mexicano, dado su aspecto físico, le pidió documentos y no hubo respuesta.

Lo llevaron a una cárcel de migración de esa ciudad y al tomarle las huellas dactilares, apareció en la computadora que lo deportaron de Nueva Jersey hacía dos años por ser indocumentado.

Una semana después, Pedro Caldas,  fue deportado a su país, aterrizó en Bogotá y lo recibió su primo Alfonso Caldas, quien se lo llevó a Ciudad Bolívar, donde decidió luchar por su futuro en su nación y no migrar más.

 

Wendy y Michel

Todos los viernes, Macedonio Ortega, subía a su carro en las noches y se dirigía rumbo al Acropol, el reconocido bar de desnudos, ubicado en calle 17 de Santa Ana, donde se ahogaban las penas, llovía la infidelidad y se desataban tormentas de amor no correspondido.

Una de las chicas del local, identificada como “Wendy” era la “novia” del caballero, quien lo esperaba en los famosos viernes culturales, bebían, bailaban y posteriormente se iban a la pensión La Luna, ubicada en la misma calle, para subir al cielo.

El hombre no tenía problemas de dinero, ya que ganaba suficiente en un puesto de subjefe en la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), soltero y sin hijos, residía en un apartamento, en la calle 44, Bella Vista.

Era de mediana estatura, delgado, piel canela, cabello lacio y ojos pardos. Tenía 31 años.

Unas 24 mesas, en un amplio salón, a mano derecha de la entrada estaba la caja, al lado el DJ; unos metros más adelante el bar y frente al centro un escenario con un tubo donde las chicas danzaban hasta quedar en traje de Adán y Eva.



Wendy, era una mujer blanca, voluptuosa, pechos pequeños, ojos verdes, cabello alisado, una mezcla de raza negra y caucásica, oriunda de La Romana, en República Dominicana y con 25 años.

Tenía dos hijos en su país y le decía a su familia que laboraba en un banco de Panamá, como suele ocurrir con las damas de la vida alegre extranjeras que mienten por vergüenza a sus parientes.

Una de esas noches rumbosas, la pareja intercambiaba fluidos, no obstante, era observada por Michel, blanca como Wendy,  pero delgada, con pechos grandes y ojos color miel.

Michel escuchaba las historias de Wendy sobre su novio, de los paseos dominicales, compras en almacenes e incluso la posibilidad de vivir juntos en el apartamento del hombre de marras.

Wendy sembró la semilla de la envidia sin quererlo.

Un mes después, Wendy no fue a trabajar, ni avisó, al llegar Macedonio Ortega no la encontró, pero sí a una dama suplente dispuesta a ofrecer sus encantos al caballero enamorado.

La pareja bailaba El jardinero, de Wilfrido Vargas, los dedos del hombre esquiaban por el “Pinatubo” de la también dominicana y se besaban hasta que Wendy entró al local y vio la escena.



Ella no dijo nada, ambos la vieron platicar con el hombre de la caja, Michel dejó a su pareja y se dirigió hacia donde estaba su compañera de trabajo.

Desde lejos Macedonio Ortega observaba la discusión y era imposible escuchar por el volumen de la música.

Vio al centro del escenario y mientras “Topacio” se encueraba ante la mirada de deseo de varios obreros de la construcción, Wendy tomó una botella de gaseosa, la quebró con intención de cortar hasta el apellido de Michel, pero un camarero la detuvo.

Macedonio Ortega, corrió e intentó llevarse a Wendy fuera del local, ella lo rechazó, se fue donde los trabajadores, se sentó en las piernas de un cliente y le acariciaba la ingle para pagarle con la misma moneda a su novio.

Fue entonces cuando el hombre enamorado comprendió que su número ya jugó, nada debía hacer en ese lugar y se retiró. Jamás volvió.

 

Fue por ´lana´ y …

Astrid Laura Galina aprendió a sobrevivir en la vida o dirían otros que abusar de la buena fe de los masculinos, a quienes veía como un cajero automático.

Medía 1.80, de raza negra, pechos y trasero atractivo, cabello alisado y unos ojos oscuros muy, pero muy llamativos.

Cuando algún varón se cruzaba en su camino, lo dejaba casi en la bancarrota, sin embargo, tras sacarle dinero  se marchaba sin despedirse.

En la casa comunal del Ingenio, en Betania, de la capital panameña y conocida como “El Arca de Noé”, se crio, probó de la pobreza y necesidades, luego se cambió a un apartamento en Obarrio, de clase media.

Los lujos eran pagados por sus admiradores.



Tuvo muchos pretendientes, de todos los colores, ideas políticas, limpios, con dinero, políticos, empresarios o profesionales de clase media.

Marco Nieto, enloquecía con ella, pero solo era sacarle plata y nada de regarle un boleto para un periplo en el túnel del amor.

Los amigos del caballero de marras le aconsejaron dejar ese negocio porque lo exprimían como una camiseta en lavadora.

Entre lo que le explicaban era que Astrid Laura Galina no era otra cosa que una “calienta huevo”  y jamás obtendría algo de la dama.

Marco Nieto, trabajaba como vendedor en un almacén de Obarrio, donde la conoció y lo enloqueció.

Santeño, de baja estatura, ojos color miel, cabello castaño y contextura delgada, no cumplía con los requisitos de cuentas bancarias suficientes para complacer los caprichos de la mulata.

Todas las quincenas, la invitaba a cenar al restaurante Napoli de Obarrio, donde tras platicar ella le quitaba casi toda su paga.

Solamente le dejaba para el transporte, lo que comenzó a preocupar a la madre del hombre.



Tiempo después, Astrid Laura Galina conoció a Josef Smirak, un argentino de origen croata, supuestamente establecido en la Patagonia con propiedades, mucho ganado y forrado en plata.

Quedó impresionada con el extranjero, blanco, de ojos azules, cabello lacio rubio y contextura de atleta.

Su lotería pensó la chica, de 25 años, se citaban y “bicicleteaban” todos los días hasta que ella le anunció que tendrían una criatura mestiza, puesto que estaba preñada.

No obstante, el “amarre” o el plan falló porque Josef Smirak desapareció como un fantasma en una cortina de humo, tras dos meses apareció en un periódico que explicaba que fue detenido con fines de extradición hacia Argentina.

El sudamericano era un estafador internacional.

Astrid Laura Galina, al ver la noticia, lloró y corrió donde Marco Nieto en busca de ayuda, quien ni corto ni perezoso le dijo que él no era ningún pendejo y no cargaría chiquillo ajeno, menos de una fémina interesada.

A la mujer se le apagó la fogata que encendió bajo el agua, sin dinero, sin trabajo y con una barriga. ¡Tremendo embrollo!

Sus padres nunca le enseñaron que, tanto el hombre como la mujer, si quieren algo deben trabajar porque irse por la “lana” fácil no es lo correcto, ya que podrías salir trasquilado.

La crónica roja y la novela negra

Algunos lectores se preguntan las razones que las noticias de crónica roja y las novelas negras son el plato fuerte de quienes las redactan, además de un éxito en lecturas.

Los diarios que publican las notas policivas como su principal atractivo enganchan al lector con una fotografía en la portada, la narración no es igual a una noticia común porque se puede escribir como crónica o una historia de interés humano.

Igual pasa con las novelas negras de terror o relacionadas con crímenes, por lo que insisto que un buen título de una noticia es igual a una buena portada de un libro.

Toda nota de crónica roja o novela negra debe tener una entrada-principio que atraiga, una redacción que sea el imán, una descripción adicta y una telaraña que no deje escapar a quien la lee.


De contrario, el lector dejará de inmediato lo que hace y hará otra cosa.

Homicidios, asaltos bancarios, violaciones, revoluciones, secuestros y otros temas van de la mano con el estilo de quien las crea para inventar un submundo, personajes icónicos, locos, ebrios, tontos y sobre humanos.

Por ello, tanto en el cine, como en la televisión, las series policiacas son vistas por millones de personas en el mundo.

En la literatura tenemos Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez; Quinto culpable, de Mercedes Pinto Maldonado; A sangre fría, de Truman Capote y otros títulos.

En la televisión la serie Miami Vice, de EEUU; Gamboa, serie policiaca extraída de los archivos de la policía de Lima (Perú); Policías, de España, El Comisario, en Francia; el Inspector Montalbo, en Italia y Rex, un policía diferente, serie de la televisión austriaca.



Traición, dolor, luto, aventura, riesgos, investigación, trama, intriga, decepción, amor y sexo, son parte de los ingredientes para cocinar un buen asado literario en la crónica roja y novela negra.

Les explico que no es lo mismo escribir una noticia de crónica roja y una novela negra, pues en la primera se informa de la comisión verídica de un hecho punible o delito, mientras que la segunda es una historia amplia que no necesariamente es real.

Quien haya escrito para crónica roja se le abre el camino más fácil para redactar novelas policiacas y de terror porque con el tiempo se aprenden en los periódicos buenas técnicas.

Fotos: Cortesía de la PN de Panamá. 

 

 

La pareja de Dorindo Cárdenas

 Las parejas, apretaditas o cachete con cachete, bailaban al ritmo de la canción “La perra en candela” de Dorindo Cárdenas, en un toldo de Arraiján centro, distrito de Panamá, tres meses antes que culminara el siglo XX.

Blanco, de ojos oscuros, abundante cabello negro, lacio y delgado como una vara para salto de garrocha, era Sergio, quien se encontró con unos amigos para tomarse unas cervezas y disfrutar. No sabía bailar.

Entre las luces, el ritmo del acordeón del fabuloso intérprete de música típica panameña, Sergio vacilaba con sus amigos, mientras miraban las damas en la pista o las que pululaban por el toldo.


La mesa era pequeña, con una botella de güisqui, cervezas, cigarrillos y las sillas eran de plástico que apenas soportaban el peso de los ocupantes.

Sergio estudiaba diseño gráfico y laboraba como guarda de seguridad en una embotelladora, era tímido y de poco hablar, aunque eso no significaba que “tirara ojo” a las féminas.


Los camaradas de farra sacaban a bailar a las mujeres, sin embargo, Sergio nada porque no tenía experiencia en conquistar el sexo contrario, así que se quedó sentado bebiendo.

Media hora después estaba ella, Miranda Cárdenas, con su cabello ensortijado y  castaño claro y ojos verdes, no obstante, ningún varón la invitaba a mover el esqueleto.

Su contextura física espantaba a los caballeros, tres kilos de carne, el resto era de huesos y sus pechos similares a “corozos”.

Delgada en extremo y estaba  con la mirada en busca de un varón que la llevara a pista a disfrutar del ritmo local.

Afectado por el licor, Sergio, alentado por sus amigos, la buscó y se llevó a danzar la canción “Allá en el campo”.



Los compañeros se sorprendieron cuando la pareja se comía a besos. ¿Cómo era posible si Sergio no mataba ni una mosca?

Al terminar la pieza, la sentó en el grupo, bebieron, rieron y dos horas después la pareja se marchó con rumbo desconocido.

Dos tímidos, sin experiencia sexual, en un motel de Arraiján tenía su primera prueba de fuego y sin preservativo alguno.

El asunto fue “a la pedrada” y tras tres asaltos, los nuevos novios durmieron hasta que la recepcionista de la pensión los llamó por el teléfono para decirles la famosa palabra “tiempo”.

Nueve meses después, Miranda dio a luz una preciosa niña, heredó sus ojos y cabello, además de su blanca piel. Tenía el rostro del padre y el cuerpo de la madre.

Les llamaban “La pareja de Dorindo Cárdenas”.

Con el pasar del tiempo, Miranda se transformó en un “penco de hembra”, su volumen corporal aumentó y sus senos también por el embarazo, lo que provocó que la manada de “lobos” atacara para obtener infidelidad de la chiricana, pero ella a todos los rechazaba.

Cuando Sergio y su esposa caminan por las calles de Vacamonte, a los buaycitos se le quieren salir los ojos de lujuria y algunas damas la odian por pura envidia solo porque no tienen esa figura de guitarra como la de Miranda a sus 44 años.

Él ganó porque se fijó en un patito feo que con el tiempo se transformó en una princesa a la que solamente le faltaba el castillo.

Ella le parió tres niñas, le dio de todo, el caballero le correspondió, tuvieron sus altos y bajos, como todo matrimonio, pero el lazo nunca se rompió.

 

Tragedia en Atalaya

 Mónica Cisneros trataba de ocultar su pecado interno, se casó, tuvo un hijo, se diplomó de arquitecta, tenía un trabajo bien pagado y logró que la trasladaran a Santiago de Veraguas, donde hizo una nueva vida.

Se fue con su marido Esteban Pineda, a quien no le molestaba irse hasta la Conchinchina después que estuviese con su mujer, ya que lo enloquecía.

Él laboraba como Contador Público Autorizado (CPA) en uno de los ingenios de esa provincia. Llevaban una vida común y corriente como cualquier pareja que lucha en este mundo.

Mónica Cisneros tenía un marido que no bebía, no fumaba, no iba a discotecas, peleas de gallos, no consumía drogas y la tenía como una reina, sin embargo, por más que el hombre se portara bien, había una pieza que no encajaba.

Él sospechaba que su esposa lo “quemaba” (ser infiel), aunque no tenía evidencias de ello.

Su pareja, de pronto se le perdía, no respondía el móvil e inventaba giras a zonas rurales u otras con la excusa de proyectos nuevos.

Solo Luisito, su pequeño de tres años, era quien lograba unir a la pareja.



Santiago de Veraguas estaba ya desarrollado en el 2019, no era la capital de una provincia sino un área no solamente de granero sino de industria y turismo, lo que atrajo a numerosos migrantes.

Entre esos estaba Alina Thompson, oriunda de Palenque, Colón, que llegó para trabajar como supervisora en una planta procesadora de leche de la capital veragüense.

Hubo un cruce de mirada entre ambas en el Santiago Mall, hicieron amistad y se frecuentaban cuando podían hasta que Mónica rompió su silencio y aterrizó una confesión que las unió como hermanitas siamesas.

Ese fatal domingo 18 de agosto de 2019, Mónica, su marido y su hijo disfrutaban de la piscina del Atalaya Inn, cuando Alina llegó en su vehículo para reclamar.

Alina la presionaba para que abandonara a su marido y vivieran juntas como pareja.

Mónica estaba embobada con los rizos, los pequeños senos, la delgada figura de ébano y los labios gruesos de Alina, mientras que está última disfrutaba de la cabellera castaño claro, los enormes pechos, trasero y blanca piel de su novia oculta.

La mujer casada provenía de una familia penonomeña, ultraconservadora, católica, romana y apostólica, así que ni hablar de abandonar a su esposo.

Habría un diluvio de críticas familiares, amigos y de una sociedad machista que solo sabe señalar con el dedo acusador.



Esa tarde, Alina le dio un ultimátum a su novia. Si no dejaba a su esposo, correría sangre en el río, no obstante, Mónica no le creyó, pero envió a Luisito donde una amiga para que lo cuidara.

Horas después, la colonense se presentaba a la casa del matrimonio, al verla Esteban se encontraba sorprendido y asustado porque la fémina tenía un revólver en su mano derecha y el hombre le preguntó qué ocurría.

No hubo respuesta, pero si un disparo en el estómago, luego en el corazón contra su competencia, posteriormente impactó uno en la frente de su novia y se apuntó a la sien derecha y abrió fuego.

Minutos después, la policía encontró los tres cuerpos, el arma y una nota que decía: “Allá arriba nos amaremos”.

Fotos cortesía de la PN de Panamá. 

Mi primer maestro

 Corría casi la mitad de los años 90, era un joven imberbe, estudiante de periodismo y con muchos deseos de aprender a lo que más me gusta o escribir.

Laboraba como mensajero interno en el Departamento de Relaciones Públicas del Congreso de Panamá, lo que se conoce como Asamblea Nacional de Diputados.

Aprendí a escribir en máquinas manuales Olympia, pero estaba la transición a las eléctricas y mientras practicaba en una de estas últimas, llegó un señor como de 42 años, delgado, blanco, cabello negro, vestía pantalón negro y una camisilla blanca.

Me preguntó lo que hacía.

-Escribiendo-, respondí.

No me dijo más nada, siguió su camino y al día siguiente lo vi en la mañana fumándose un cigarrillo.



Como soy fumador, entré por esa puerta porque ya sabía que se trataba de Robert Kirk Fernández, periodista, exdirector de varios periódicos y un filólogo ultraconservador.

Al revisarme mi primer artículo, arrugó la página, me miró con caras de pocos amigos.

-Si quieres escribir bien, debes leer mucho más de lo que haces ahora-, me aconsejó el caballero.

Luego se desarrolló una amistad irrompible entre el maestro y el alumno. El estudiante de periodismo de segundo año y el experto en la lengua castiza.

Tras 28 años de ese encuentro, soy un hombre maduro de 53 años, mi maestro tiene aproximadamente 72, vivito, lúcido y aún es quien me corrige los manuscritos, documentos que vienen de vuelta con revisiones en rojo y sus chistosos comentarios.

A pesar de ser un gruñón de primera categoría, Robert nunca me hizo una grosería o algún maltrato profesional.



Hoy soy periodista, con un largo recorrido de labor en la radio, tv y periódicos, seis títulos públicados en Amazon, ultraconservador de la legua española y declarado enemigo de los anglicismos.

Muchas de esas influencias se la debo al profesor Robert Kirk Fernández, hoy retirado ya en su casa con su familia.

Después tuve otros maestros como Juan Pritsiolas, actual director del diario Crítica, pero siempre me recuerdo del viejo gruñón, amoroso y excelente maestro que es Robert Kirk Fernández.

¡Mil gracias Robert Kirk!

 

Un sueño de madrugada

 

Había un ambiente tenso, la inestabilidad política y económica marcaban la vida en ese pequeño país.

Esa noche las estrellas brillaban con más firmeza, las nubes escaseaban, el viento hacía danzar las ramas de los árboles y los frutos maduros caían por doquier.

Daba la impresión que los animales callejeros sabían que algo pasaría porque su ausencia era notoria.

Varias casas de inquilinato adornaban el empobrecido paisaje, numerosas luces encendidas en los cuartos, a pesar de que era casi la una de la madrugada.

De pronto cayeron del cielo nubes de colores, casi como arcoiris separados por gotas y que dieron vistosidad a la noche.

Minutos después la tierra tembló, producto de las bombas, se oyeron gritos de "apaguen las luces carajo".



Artemio corrió del balcón, iba para su cuchitril, posteriormente la vio, con sus inmensos ojos negros y cabellos oscuros.

Vestía un traje ancho, color blanco y llevaba un sombrero pardo de ala ancha, con rosas negras y cintillo dorado. Lo miró, la musa lloraba mientras fumaba un cigarrillo.

Fue donde ella, la tomó por su brazo derecho para levantarla.

-¿Estás loca? ¿No ves que caen bombas y me dejarás viudo?-, reclamó el caballero, enloquecido por los delgados labios de la fémina.

Minutos después se observaron hombres armados con fusiles, otros con machete y cuchillos.

La pareja bajó las podridas escaleras, se metieron por un zaguán para dar a la otra calle, Artemio vio un timón de bicicleta, lo usó para meterlo en el hueco de una alcantarilla, la abrió y la pareja ingresó al paraíso de las cloacas.

Una cortina imaginaria les impedía observar lo que acontecía arriba, pero si escucharon los desgarradores gritos de las víctimas, las balas y las armas punzo-cortantes sonar.

Esto fue un sueño loco a la una y media de la madrugada de hoy. ¿Saldrá una nueva novela?

 

´Del miedo surgen las mejores historias: Hannakarina Añanguren Castillo

 Desde Venezuela hasta el istmo, es parte de la historia de la literata Hannakarina Añanguren Castillo, quien en una entrevista con el portal “Fígaro Ábrego, el Escritor de Vacamonte”, cuenta todo lo relacionado con su mundo inspirador, su novela La Burka y sus planes.

¿Quién es Hannakarina Añanguren Castillo? Diga su mini biografía.

Hanna es una chica venezolana de 35 años, madre de dos niñas maravillosas, graduada en educación, mención Literatura y maestra de niños con diversidad de aprendizaje, tengo 6 años viviendo en Panamá y me siento agradecida por lo que fue, lo que tengo y lo que está por venir.

Romántica, trabajadora, habladora a más no poder, autora de chistes malísimos y con un entusiasmo singular por las letras.

¿Cómo nace su amor por la literatura?

Cuando eres una persona extremadamente soñadora, amante de las letras y la lectura, el amor por lo literario es solo cuestión de tiempo, tropezarme con obras maravillosas como Madame Bovary, Don quijote, Por quién doblan las campanas y No hay tiempo para rosas rojas son un flechazo al corazón que te marcan para toda la vida, en lo personal, la literatura es ese néctar que llena el alma de historias maravillosas que alimentan la vida y repara aquello que creemos perdido.



¿Háblenos de su obra La Burka?

Mi obra La Burka nace de una realidad afgana con respecto al papel de la mujer en la sociedad, una voz para aquellas mujeres que tienen que soñar entre barrotes ideológicos de machismo y denigración.

Es una historia de amor, esperanza, resiliencia, sueños de una felicidad que debe construirse entre lo que parece imposible dónde la lectura y escritura juegan un papel protagonista para romper esa barrera y lograr la tan anhelada libertad.


¿Cuál es su público lector?

Mi público lector es variado, desde adolescentes hasta adultos que le gusten las historias de luchas en un contexto histórico real, que deseen soñar y trasladarse a otras vidas para vivirlas, soñarlas y sobre todo, valorarlas.

¿Qué género literario prefiere leer y escribir?

No tengo un género literario favorito, puedo maravillarme con la poesía de Emilia Cornejo y llorar al mismo tiempo con Elie Wiesel, disfrutar de las locuras de Cervantes y morir por la Sonatina de Darío.

Soy muy ecléctica con la lectura y lo reflejo en mi escritura, jamás podría escribir una saga o dos veces sobre un mismo tema, pude crear una historia como La Burka y meses después una colección de cuentos donde la sátira y los finales jocosos eran el protagonista.



¿Es escritora de mapa o brújula?

Creo que soy un híbrido entre escritor de brújula y mapa, al principio, trazo una idea de forma libre, dejo que sean las emociones, lo fantasioso y sentimental tomen el control de mi lápiz, luego después de descargar aquel container de pasiones, emerge en mí la escritora de mapa, más centrada, lúcida y creadora de una ficha técnica a seguir para continuar con la obra.

¿En qué o quién se inspira Hannakarina Añanguren Castillo?

 Me inspiro en situaciones más que en personas, hechos que pasan en la vida cotidiana que deben quedar escritos para llevarlos a la inmortalidad, creo personajes de la calle, del supermercado, Metrobús, del que vende o compra, del que sirve o es servido.

La vida misma me inspira a escribir y es lo más emocionante del mundo.



¿Qué opina del camino de los escritores autopublicados a seguir? Explique.

Nuestro camino como autores autopublicados es difícil de describir, emocionante porque tienes el control de tu arte, frustrante porque todos los recursos deben salir de ti, te conviertes en editor, diseñador, modelo y hasta publicista.

Con ansiedades y miedos cuando debes proyectar tu obra para poder comercializarla, venderla y seguir tu camino de escritura.

Sin embargo, a pesar de todo lo escabroso que parece ser, es invaluable la experiencia de ofrecer tu libro, conocer otros autores, firmarlos para una persona, sentir que todos estamos juntos en una misma lucha de rescatar la literatura y mostrar nuestro arte, es algo simplemente maravilloso.

¿Qué le puede decir a quienes les gusta escribir y no se atreven a publicar?

Una vez, un profesor de la universidad llamado Alberto González nos dijo que si queremos ser seres inmortales debemos escribir un libro.

La escritura y publicación del libro va más allá de lograr ventas o fama, es darte la oportunidad de vivir experiencias nuevas, del miedo surgen las mejores historias, así que escribir y publicar es solo cuestión de hacerlo, con miedo, pero hacerlo, lo demás viene por añadidura.

¿Cuáles son sus proyectos a futuro?

Actualmente, estoy escribiendo una novela titulada “Nosotros”, tengo una colección de minicuentos que saldrá en publicación próximamente y varias fichas técnicas de proyectos de escritura. Creo que tengo un futuro entre letras y páginas.

 

¿En qué ocupa su tiempo libre?

No sé si realmente se llamaría tiempo libre, pero leer, observar imágenes, paisajes, pasar el tiempo con mis hijas, escribir lo primero que se me ocurra y aprenderme poesías es lo que ocupa mi tiempo fuera del trabajo.


¿Piensa que los libros en papel desaparecerán y solo quedará el digital? Explique.

En el libro de Elie Wiesel se relata cómo los alemanes quemaban la Torá de los judíos en el medio de la plaza, esa noche, las llamas levantaban sombras de horror por tal espectáculo.

Algo así pasaría si desaparecen los libros de papel, estoy de acuerdo en la era digital y darles paso a los nuevos métodos de lectura, pero privarnos de ir a una librería, ojear y pasar páginas de un libro, comprarlo, quitarle el envoltorio y aspirar ese olor a páginas nuevas es como sentir esas llamas y ver sombras de horror.

 

Los giros al escribir

Durante el inicio de la pandemia, como muchos otros trabajadores, me quedé sin mi plaza laboral.

Era editor de la sección de sucesos del diario Crítica, así que estuve en casa revisando mis manuscritos y terminando “El Exorcista de Vacamonte II (Un falso profeta)”.

Decidí crear una historia de un narcotraficante titulada El Señor de Arraiján y todo iba bien hasta que terminé el primer capítulo. Luego vino el bloqueo total del escritor.

Al día siguiente, inventé incluir dos historias en una y agregué la trama de tres parejas atrapadas en una mansión en El Valle de Antón. Estaban confinadas por el Covid-19.



El tema del narcotraficante se me fue de la mente, a pesar de que estaba todo detallado, con esquema de la trama, personajes, descripciones y novela murió en su cuna.

Cuando escribo hago mi esquema porque soy literato, tanto de mapa como de brújula, sin embargo, este último aparato mental quedó en el fondo del mar.

Seguí con mi historia de la mansión y así nació la “novelette” La Casa Pifiosa (en cuarentena todo vale) hasta que la terminé.

Lo cierto es que no tengo explicación lógica, ya que el cerebro se me bloqueó para la historia del traqueto y sencillamente del primer capítulo nunca avanzó.

Mi mente viajó para amar la obra con siete protagonistas, seis de ellos oligarcas, empresarios, altaneros, prepotentes, traicioneros y un humilde jardinero en medio de todo ese mundo de opulencia.

He leído de algunos escritores que también les ocurre lo mismo con el bloqueo, pero en este caso una historia murió para darle paso a otra porque en este mundo el beneficio de uno es en detrimento de otro.