La rubia de la discoteca

 Armando Leras, se la pasaba todos los fines de semana en discoteca con sus amigos y donde había una rumba se presentaba para cazar damas.

Rubias, blancas, chinas, negras o mestizas estaban a merced de su blanco porque no tenía un modelo específico de fémina, solo que tuvieran senos y ustedes ya saben qué.

Un martes salió de la universidad, ingresó a un antro de dos pisos, ubicado justo en la vía España, de la ciudad de Panamá.

Armando Leras no estaba solo, sino con grupo del salón que lo acompañaron porque terminaron los semestrales y se merecían parrandear, tras “quemarse” las pestañas y pasar sueño.

El grupo estaba abajo, frente a la escalera estaba el bar gigantesco, una puerta de salida por seguridad, una pista inmensa y alrededor de ella numerosas mesas con sus respectivas sillas.



Como era bar abierto, pidieron güisqui con ginger en grandes cantidades y luego vino la tanda de la música electrónica.

Armando era feliz, sacó a bailar a una de las chicas del salón, la dama aceptó y se fueron a pista a mover el esqueleto.

Las canciones de Real McCoy, Modjo, Haddaway, Daft Punk y otras, además de los tragos, comenzaron a revolver el cerebro de la pareja.

Al terminar, ya afectado por el alcohol, Armando Leras, fue a la barra a pedir otro trago de la bebida inglesa cuando la vio.

Rubia, alta, con un traje pegado, senos inmensos, maquillada en extremo y blanca como un río lácteo.

El caballero de marras, era alto, blanco, se afeitaba la cabeza y con cuerpo de fisiculturista, no perdió tiempo y le cayó a su objetivo como zorro que caza pollos.



La música era tan alta que casi no se escuchaba lo que hablan, pero se fueron a la pista en la tanda de salsa, donde el hombre practicó “manoterapia” por todo el cuerpo de su pareja y luego llegaron los besos.

Sus compañeros solo miraban, algunos reían, sin embargo, ninguno abrió la boca porque decidieron ser meros espectadores.

Al culminar el baile, se fueron de nuevo al bar a “chupar” guaro y comerse a besos, hasta que Mariana Puzzuelo, quien bailó con el hombre anteriormente, le dijo a Armando Leras que su acompañante no era otra cosa que un travesti.

Se dio cuenta de que era la comidilla de los clientes que lo miraban y reían, molesto le metió un puñetazo al travesti, pero este respondió como hombre con un derechazo en la barbilla que no dejó noqueado.

Nadie intervino en la riña, los amigos despertaron a Armando y el travesti abandonó el local muerto de la risa.

Cuando le contaron la historia al viejo José Chanis, este dijo que en esos casos siempre se debe mirar la manzana del cuello para evitar que te salga un domingo siete como a Armando Leras.

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