La gallera estaba repleta de apostadores, con su redondel, las gradas con asientos de madera con hombres y damas, quienes gritaban a todo pulmón durante la pelea.
Entre el público estaba María Luz Aranda, de piel blanca
como la nieve, cabello lacio negro, ojos pardos, cuerpo de concursante de
belleza y alta.
A la dama la dejó plantada un pretendiente que era un
asiduo cliente de esa gallera, pero eso no impidió que conociera a Aniceto
Pérez, a quien llamaban “Rabo de Puerco”.
De baja estatura, de raza negra, cabello rizado, ojos
oscuros y barriga de cervecero, “Rabo de Puerco”, el masculino la invitó a beber güisqui en el bar con la
finalidad de pasar el rato.
El hombre estaba feliz porque su gallo ganó y quedó
loquito con María Luz, oriunda de Santiago de Veraguas (Panamá), aunque dormía donde una
tía en Aguadulce, provincia de Coclé, los fines de semana.
Lo que no sabía “Rabo de Puerco” era que la chica de 23 años, era
una troglodita, interesada y sin sentimiento alguno. Caras vemos y corazones
no.
Si bien es cierto, Aniceto de 45 años, no era millonario, tenía
unas tierras con sembradío de arroz, una abarrotería en la ciudad coclesana,
cuatro cuartos de alquiler y un gallo de pelea al que llamaba “Stalin”.
El animal era su orgullo y también su nueva novia,
quien con el tiempo se convirtió en su dolor de cabeza porque carne blanca es
la perdición del negro.
Gastos de ropa, joyas, dinero para caprichos, viajes
por el país y otras erogaciones, sin embargo, cuando él protestaba, ella lo transportaba
al paraíso con el cóncavo que trajo al nacer.
Mercedes Díaz, era amiga de “Rabo de Puerco”,
enamorada del caballero, le aconsejaba que dejara esa relación porque no le
traería nada bueno, no obstante, Aniceto “estaba creyendo”.
Discusiones dentro de la casa, gritos y riñas. Ella lo
amenazaba constantemente que lo dejaría porque renunció a su trabajo en
Santiago de Veraguas para vivir con él y recuperarlo no sería fácil.
La mujer no andaba con “limpios” y así se lo hizo
saber, desde que lo conoció, ya que su miel era cara y no cualquier hombre
podría costearla.
Un fin de semana “Rabo de Puerco” se fue a la capital
y al regresar encontró en su nido de amor solo un petate porque su mujercita lo
mudó.
Dos días después, se llevaron presa a María Luz,
acusada de hurto y abuso de confianza, y mientras el hombre lloraba, Mercedes
lo consolaba.
A la semana, en la gallera de Aguadulce, “Stalin”
peleaba con “Roco” y apenas empezó el espectáculo le metieron un espuelazo en
el pescuezo al primero y lo mataron.
“Rabo de Puerco” se pegó una borrachera en un bar donde conoció
a José Chanis, un hombre veterano y con vasta experiencia, a quien le contó toda su
historia.
José Chanis le aconsejó que un varón no vive con una
mujer que acaba de conocer y que tampoco gastara dinero en esas peleas porque
era botarlo.
“El hombre que cree en mujer y gallo es más bruto que
un caballo”, fue la frase del señor.
A los dos años “Rabo de Puerco” se casó con Mercedes,
también blanca, de ojos miel, cabello negro y delgada. No todas las féminas son
malas.
El hombre aprendió la lección y el padrino de la boda
fue José Chanis.
Buena historia 👍
ResponderBorrarCon final feliz y todo je je
Dice un sabio refran nadie aprende por cabeza ajena...pobre Rabo e.puerco pero bueno al final encontro el amor de su vida....por lo menos recapacito....un saludos a todos los hombre que hemos pasada por historias parecidas....jajaja saludos mi hermano Figaro Abego
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