Wendy y Michel

Todos los viernes, Macedonio Ortega, subía a su carro en las noches y se dirigía rumbo al Acropol, el reconocido bar de desnudos, ubicado en calle 17 de Santa Ana, donde se ahogaban las penas, llovía la infidelidad y se desataban tormentas de amor no correspondido.

Una de las chicas del local, identificada como “Wendy” era la “novia” del caballero, quien lo esperaba en los famosos viernes culturales, bebían, bailaban y posteriormente se iban a la pensión La Luna, ubicada en la misma calle, para subir al cielo.

El hombre no tenía problemas de dinero, ya que ganaba suficiente en un puesto de subjefe en la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), soltero y sin hijos, residía en un apartamento, en la calle 44, Bella Vista.

Era de mediana estatura, delgado, piel canela, cabello lacio y ojos pardos. Tenía 31 años.

Unas 24 mesas, en un amplio salón, a mano derecha de la entrada estaba la caja, al lado el DJ; unos metros más adelante el bar y frente al centro un escenario con un tubo donde las chicas danzaban hasta quedar en traje de Adán y Eva.



Wendy, era una mujer blanca, voluptuosa, pechos pequeños, ojos verdes, cabello alisado, una mezcla de raza negra y caucásica, oriunda de La Romana, en República Dominicana y con 25 años.

Tenía dos hijos en su país y le decía a su familia que laboraba en un banco de Panamá, como suele ocurrir con las damas de la vida alegre extranjeras que mienten por vergüenza a sus parientes.

Una de esas noches rumbosas, la pareja intercambiaba fluidos, no obstante, era observada por Michel, blanca como Wendy,  pero delgada, con pechos grandes y ojos color miel.

Michel escuchaba las historias de Wendy sobre su novio, de los paseos dominicales, compras en almacenes e incluso la posibilidad de vivir juntos en el apartamento del hombre de marras.

Wendy sembró la semilla de la envidia sin quererlo.

Un mes después, Wendy no fue a trabajar, ni avisó, al llegar Macedonio Ortega no la encontró, pero sí a una dama suplente dispuesta a ofrecer sus encantos al caballero enamorado.

La pareja bailaba El jardinero, de Wilfrido Vargas, los dedos del hombre esquiaban por el “Pinatubo” de la también dominicana y se besaban hasta que Wendy entró al local y vio la escena.



Ella no dijo nada, ambos la vieron platicar con el hombre de la caja, Michel dejó a su pareja y se dirigió hacia donde estaba su compañera de trabajo.

Desde lejos Macedonio Ortega observaba la discusión y era imposible escuchar por el volumen de la música.

Vio al centro del escenario y mientras “Topacio” se encueraba ante la mirada de deseo de varios obreros de la construcción, Wendy tomó una botella de gaseosa, la quebró con intención de cortar hasta el apellido de Michel, pero un camarero la detuvo.

Macedonio Ortega, corrió e intentó llevarse a Wendy fuera del local, ella lo rechazó, se fue donde los trabajadores, se sentó en las piernas de un cliente y le acariciaba la ingle para pagarle con la misma moneda a su novio.

Fue entonces cuando el hombre enamorado comprendió que su número ya jugó, nada debía hacer en ese lugar y se retiró. Jamás volvió.

 

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