Mónica Cisneros trataba de ocultar su pecado interno, se casó, tuvo un hijo, se diplomó de arquitecta, tenía un trabajo bien pagado y logró que la trasladaran a Santiago de Veraguas, donde hizo una nueva vida.
Se fue con su marido Esteban Pineda, a quien no le
molestaba irse hasta la Conchinchina después que estuviese con su mujer, ya que
lo enloquecía.
Él laboraba como Contador Público Autorizado (CPA) en
uno de los ingenios de esa provincia. Llevaban una vida común y corriente como
cualquier pareja que lucha en este mundo.
Mónica Cisneros tenía un marido que no bebía, no
fumaba, no iba a discotecas, peleas de gallos, no consumía drogas y la tenía como
una reina, sin embargo, por más que el hombre se portara bien, había una pieza
que no encajaba.
Él sospechaba que su esposa lo “quemaba” (ser infiel),
aunque no tenía evidencias de ello.
Su pareja, de pronto se le perdía, no respondía el
móvil e inventaba giras a zonas rurales u otras con la excusa de proyectos
nuevos.
Solo Luisito, su pequeño de tres años, era quien
lograba unir a la pareja.
Santiago de Veraguas estaba ya desarrollado en el
2019, no era la capital de una provincia sino un área no solamente de granero
sino de industria y turismo, lo que atrajo a numerosos migrantes.
Entre esos estaba Alina Thompson, oriunda de Palenque,
Colón, que llegó para trabajar como supervisora en una planta procesadora de
leche de la capital veragüense.
Hubo un cruce de mirada entre ambas en el Santiago
Mall, hicieron amistad y se frecuentaban cuando podían hasta que Mónica rompió
su silencio y aterrizó una confesión que las unió como hermanitas siamesas.
Ese fatal domingo 18 de agosto de 2019, Mónica, su
marido y su hijo disfrutaban de la piscina del Atalaya Inn, cuando Alina llegó
en su vehículo para reclamar.
Alina la presionaba para que abandonara a su marido y
vivieran juntas como pareja.
Mónica estaba embobada con los rizos, los pequeños
senos, la delgada figura de ébano y los labios gruesos de Alina, mientras que
está última disfrutaba de la cabellera castaño claro, los enormes pechos,
trasero y blanca piel de su novia oculta.
La mujer casada provenía de una familia penonomeña,
ultraconservadora, católica, romana y apostólica, así que ni hablar de
abandonar a su esposo.
Habría un diluvio de críticas familiares, amigos y de
una sociedad machista que solo sabe señalar con el dedo acusador.
Esa tarde, Alina le dio un ultimátum a su novia. Si no
dejaba a su esposo, correría sangre en el río, no obstante, Mónica no le creyó,
pero envió a Luisito donde una amiga para que lo cuidara.
Horas después, la colonense se presentaba a la casa
del matrimonio, al verla Esteban se encontraba sorprendido y asustado porque la
fémina tenía un revólver en su mano derecha y el hombre le preguntó qué
ocurría.
No hubo respuesta, pero si un disparo en el estómago,
luego en el corazón contra su competencia, posteriormente impactó uno en la frente
de su novia y se apuntó a la sien derecha y abrió fuego.
Minutos después, la policía encontró los tres cuerpos,
el arma y una nota que decía: “Allá arriba nos amaremos”.
Fotos cortesía de la PN de Panamá.
Cosas de la vida real. Triste que a un hombre lo engañen con otra mujer
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