Había un ambiente tenso, la
inestabilidad política y económica marcaban la vida en ese pequeño país.
Esa noche las estrellas brillaban con más firmeza, las nubes escaseaban, el viento hacía danzar las ramas de los árboles y los frutos maduros caían por doquier.
Daba la impresión que los animales callejeros sabían que algo pasaría porque su ausencia era notoria.
Varias casas de inquilinato adornaban el empobrecido paisaje, numerosas luces encendidas en los cuartos, a pesar de que era casi la una de la madrugada.
De pronto cayeron del cielo nubes de colores, casi como arcoiris separados por gotas y que dieron vistosidad a la noche.
Minutos después la tierra tembló, producto de las bombas, se oyeron gritos de "apaguen las luces carajo".
Artemio corrió del balcón, iba para su cuchitril, posteriormente la vio, con sus inmensos ojos negros y cabellos oscuros.
Vestía un traje ancho, color blanco y llevaba un sombrero pardo de ala ancha, con rosas negras y cintillo dorado. Lo miró, la musa lloraba mientras fumaba un cigarrillo.
Fue donde ella, la tomó por su brazo derecho para levantarla.
-¿Estás loca? ¿No ves que caen bombas y me dejarás viudo?-, reclamó el caballero, enloquecido por los delgados labios de la fémina.
Minutos después se observaron hombres armados con fusiles, otros con machete y cuchillos.
La pareja bajó las podridas escaleras, se metieron por un zaguán para dar a la otra calle, Artemio vio un timón de bicicleta, lo usó para meterlo en el hueco de una alcantarilla, la abrió y la pareja ingresó al paraíso de las cloacas.
Una cortina imaginaria les impedía
observar lo que acontecía arriba, pero si escucharon los desgarradores gritos
de las víctimas, las balas y las armas punzo-cortantes sonar.
Esto fue un sueño loco a la una y media de la madrugada de hoy. ¿Saldrá una nueva novela?
Seguro que sí
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