Su astucia le provocó que viajara desde Quibdó hasta Cartagena de Indias con el fin de colarse en un barco con destino a Europa, específicamente a España, ya que no tenía la intención de migrar a Estados Unidos porque fue deportado dos años antes.
Pedro Caldas, alto, su era mamá indígena y su padre un
descendiente de esclavos, no tenía trabajo en su país, ni idea de irse a Bogotá
porque no quería quedarse donde un primo suyo que vivía en Ciudad Bolívar, la zona
más pobre de la capital de ese país.
Se quedó dos días donde su hermano, luego se fue al
puerto para hacer un estudio de cómo subir a un barco como polizón y llegar
hasta el viejo continente.
El hombre, a la semana, logró entrar en Miss Allison, un
con 500 dólares en el bolsillo, se mezcló entre los marineros, trabajó
limpiando la nave y nadie le pidió un solo documento.
No siempre salen los planes como un quiere, debido a
que la embarcación no se dirigió a España, pasó por el Canal de Panamá y subió
el océano Pacífico con destino al puerto de Los Ángeles.
Mientras el barco surcaba no preguntó su destino porque
no quería delatarse y era un indocumentado, no un pendejo.
Al llegar la nave a su destino, Pedro Caldas estuvo
dos días en la motonave y luego bajó, pero no sabía dónde ir.
Ando, caminó, durmió en el centro de Los Ángeles hasta
que llegó a Skid Row, una zona pobre de esa ciudad y repleta de drogadictos,
ebrios y gente sin vivienda o lo que le llaman en EE.UU. “homeless”.
Compartió varios días con unos veteranos de guerra abandonados
por el gobierno y conoció a Tiffany Meyer, una estadounidense que migró desde
Dakota del Norte en busca del “sueño americano”.
Rubia, de mediana estatura, cabello lacio, ojos
azules, pronunciadas ojeras, rostro arrugado y delgada, producto de la metanfetamina.
Fue su mujer durante dos semanas, en una relación
donde ninguno de los dos se comprendía porque la mujer no hablaba castellano y
el tampoco dominaba el caballero inglés.
Para el sexo no hace falta ningún idioma.
Vivían de la calle, de hurtar casas y bebían a diario
hasta que el colombiano se cabreó de esa vida y se marchó.
Pedía aventones hasta que llegó a Anaheim, cerca del
parque de Diversiones Walt Disney, le encantó y durmió bajo un puente.
A los dos días, hubo un operativo de US Migration por
la zona, un agente pensó que era mexicano, dado su aspecto físico, le pidió
documentos y no hubo respuesta.
Lo llevaron a una cárcel de migración de esa ciudad y
al tomarle las huellas dactilares, apareció en la computadora que lo deportaron
de Nueva Jersey hacía dos años por ser indocumentado.
Una semana después, Pedro Caldas, fue deportado a su país, aterrizó en Bogotá y
lo recibió su primo Alfonso Caldas, quien se lo llevó a Ciudad Bolívar, donde
decidió luchar por su futuro en su nación y no migrar más.
Su destino era quedarse en Colombia. Muchos intentos y nada 🥺
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