Llegué a trabajar a la casa de Rigoberto Díaz, un oligarca con mucha plata, negocios, tierras y acciones de empresas fuera de Panamá, ya que su familia tenía billete desde antes que este país se separara de Colombia.
La familia Díaz buscaba reconstruir una cancha de tenis y reparar una
piscina, así que mi tío Mario me contrató con mi hermano Refugio para esa labor
y la verdad es que me urgía por mis estudios de diseño gráfico.
Era un trabajo duro, cargar sacos de cemento, arena, piedra, colocar la madera para
la fundación, así que salía reventado y directo al salón de clases.
A las dos semanas, por mi casa el agua se fue, solo contaba con una camisa limpia,
así que con esa me fui a laborar, pero me la quité para no ensuciarla, el
trabajo fue normal, hasta la hora del almuerzo, estaba debajo de un árbol y
ocurrió lo sorprendente.
Una dama que dijo llamarse Gretl, me obsequió un jugo de naranja, pensé
negarme, aunque me dio pena, lo acepté y se lo agradecí.
La mujer miraba mi musculatura, era como una princesa, ojos casi esmeralda,
naturales, cabello negro y piel como un océano lácteo.
Gretl me dijo que era prima de Rigoberto, el dueño de la propiedad, ella sería quien nos pagaría la primera quincena porque toda la familia se fue a vacacionar a París, además me informó que se quedó por negocios y una afección de su corazón le impedía viajar en avión.
Sentí algo de coquetería, mi tío observó todo desde lejos, después me advirtió que no
jugara con fuego porque me quemaría, la fémina era casada, de 35 años, con dos
hijos varones y muy fina.
Pensé precisamente que eso fue lo que le llamó la atención, un joven de 21
años, alto, mulato y que arrasaba con las mujeres de pueblo, sin embargo, jamás
me imaginé que una rabiblanca se fijaría en mí.
Como me gustan los retos empezamos una relación oculta, ella me recogía en
la facultad, luego nos dirigíamos a su apartamento en la urbanización Herbruger
con el fin de hacer el amor.
El trabajo de reparación y remodelación terminó, seguimos nuestra relación durante ocho meses más, la intimidad era muy fuerte, sabía que Gretl solo necesitaba sexo, me
daba dinero a montón y me compró un carro.
Todo iba bien hasta que su marido se dio cuenta porque la mujer quedó preñada, y él se sometió a la vasectomía después que Gretl tuvo su último hijo.
La confianza era tanta con mi novia clandestina que no usaba métodos
anticonceptivos ni yo preservativos.
No la he visto desde hace ocho meses, tampoco a mi hija, el esposo la amenazó
con tomar serias represalias si volvía a verme.
Errores de juventud, tengo una niña y vivo con la impotencia de que aún no la
conozco.
Fotografías de Cottonbro Studio de Pexels no relacionadas con la historia.