Colaboración de Osiris González
Susana Acevedo se bañaba esa madrugada en su casa porque debía asistir al Centro Regional Universitario de Penonomé, ubicada a unos veinte minutos de su residencia.
Al salir de su vivienda, las calles se quedaron sin energía eléctrica, por lo que usó su móvil para alumbrar el camino que la llevaría hacia su centro de estudios superiores.
Era una oscuridad total, apenas alumbrada por la luna nueva, pero ella utilizó
la luz de su celular, con algo de temor, aunque era fuerte, una dama sola
caminando por las calles representaba peligro y muy latente.
Mientras andaba escuchó unos pasos, colocó su móvil en la calle, sin
embargo, solo se apreciaba las gotas de lluvias que impactaban sobre las hojas resecas
caídas de los árboles.
Unos metros más adelante los pasos se oían más fuertes, de pronto una voz
le dijo que no mirara hacia atrás y siguiera, posteriormente alumbraron los primeros
rayos del sol.
Llegó a la Universidad y al terminar las clases al mediodía, corrió hacia
el televisor de la cafetería para ver el noticiero en el que informaban que
encontraron muerto a un violador prófugo de la justicia, cerca de la vivienda
de Susana.
Pasaron los años, Susana, ya diplomada de profesora de español, se preguntó
siempre cuál fue esa voz de advertencia que la salvó del desalmado violador de la capital coclesana.
La voz tuvo que haber sido quién asesinó al violador, seguramente estaba toda ensangrentada y por eso le dijo que no mirará atrás. 😢
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