Nunca me imaginé que un asado en la casa de playa de mi jefe provocaría un giro radical en mi existencia, y es que en este mundo las sorpresas llueven como en época de huracanes.
Llegué al palacete de Lizandro,
mi jefe, en mi carro, yo trabajaba como gerente de turno en un casino de la
ciudad de Panamá, mi superior me prometía desde hacía meses un incremento
salarial, pero nada.
Me cebó para que creyera
en él y eso precisamente ocurrió hasta que llegó la invitación.
Soy José Luis, con 25
años, recién graduado de administración de empresas en la Universidad de Panamá
(UP), desde los 22 años inicié mis labores en el casino como tallador y fui
pasado a otros puestos hasta llegar a la gerencia de turno.
Para calmarme un poco, mi
jefe, uno de los accionistas de la compañía, me preguntó si quería pasar un fin
de semana en su casa de playa y para que hiciera una lechona rellena y asar carne porque me
encanta cocinar.
Acepté, llegué el sábado
al mediodía, Lizandro me mostró la habitación donde dormiría, dejé mi equipaje
y de inmediato preparé el animal con miel de abeja, jugo de naranja, lima y limón,
sal, mostaza, hojas de culantro, paprika y otras especies.
Los invitados llegaron
temprano, me presentaron a Laila, una señora de unos 45 años, blanca, se notaba
que pasó por el quirófano porque sus senos y traseros estaban intactos.
Laila quería comerme con
los ojos, fue sola, a pesar de que estaba casada y con tres hijos.
A la hora se formó el
baile entre los 20 invitados, comieron y bebieron vino, cervezas, ron y vodka.
Todos gozamos durante seis
horas y cuando ya el alcohol hizo su trabajo, nos retiramos a descansar, pero el
asunto no terminó allí porque Laila se apareció en mi habitación con un negligé
rojo.
Le caí encima, nos
revolcamos en la cama, no se escuchaba nada por el aire acondicionado, la
fémina se colocaba en todas las posiciones como una actriz porno, me acariciaba
y pensé que me devoraría vivo.
Al terminar nos dormimos y temprano en la mañana, Lizandro llamó a la puerta, pero le abrió Laila
y el tipo se cabreó conmigo.
Me despidió de inmediato,
sin embargo, la mujer lo desautorizó y le gritó que en la próxima junta directiva
de accionistas sería removido de su cargo de vocal.
Casi caigo de nalgas al
escucharla, creí que era una invitada más y resultó ser quien más acciones poseía
en el casino. ¡Qué leche la mía!
Fotografías cortesía de Pixbay de Pexels.