Sin duda alguna los literatos tenemos debilidades y fortalezas, una de ellas son las consecuencias de pensar tanto en temas demoníacos, de miedo, terror, horror y tragedias de la novela negra.
Miedo y pesadillas, son parte de lo que sentimos,
principalmente cuando se trata de obras literarias relacionadas con exorcismo, espíritus
malignos, portales y lo paranormal porque nuestro subconsciente trabaja.
Confieso que cuando redactaba el I tomo de la novela, El
Exorcista de Vacamonte, tenía pesadillas porque antes de dormir mi cerebro
trabaja en lo que escribiré al día siguiente en el manuscrito.
Demonios, laberintos con personas huyendo de figuras
diabólicas, destrucción, muerte, fuego, dragones, duendes, personajes mitológicos
modernos, cementerios, gente poseída, guerras, armas de fuego, terremotos,
tsunamis y otros desastres naturales están en nuestra mente.
He platicado con otros escritores, algunos me dicen
que sí han sentido miedo y tenido pesadillas, algunos las utilizan e incluyen
en sus obras, mientras que otros sencillamente la perfeccionan para sacarle
filo a una historia.
Mi primera obra publicada fue La Isla Camila, cuya
trama es de una aventura de terror de 10 marineros en un territorio insular en
el Pacífico panameño, nació de una pesadilla.
En el Exorcista de Vacamonte I, el capítulo IX,
titulado, El peligroso dragón se originó de un sueño junto con otras partes de
la novela.
Por su parte, en el relato La Bruja de Poás, estaba
año pasado en San Pedro de Poás, Costa Rica, donde mi hermana, cuando sentí una
madrugada, brujas que caminaban sobre el tejado
Salí al patio delantero, vi las ramas de los árboles
moverse, fuerte viendo y mucho frío, estaba preñado de terror y miedo, pero me
quedé un rato para pensar qué redactaría.
Dicen que los creativos estamos tostados de la cabeza o locos, puede ser, pero usamos nuestros obstáculos para sacar ventaja y crear historias.
Vencer el miedo es el reto a seguir para lograr el
triunfo.
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