Samantha, la abogada sexi

La dama de 35 años, luchaba desde hacía tiempo por hacerse un nombre entre los litigantes de la provincia de Colón, Panamá, y no era nada fácil porque su aspecto corporal llamaba la atención hasta de las féminas.

Cabello negro, largo, ojos pardos, piel canela, sonrisa espectacular y cuerpo escultural, era de carácter fuerte e intentaba quitarse a los varones y las lesbianas que la atacaban muy duro para conquistarla.

Divorciada con dos hijas, su padre laboraba como carpintero, mientras que su madre, una maestra que amaba su profesión, criaron a sus descendientes en un ambiente tan turbio y peligroso como el de la calle 5, de la ciudad antiguamente llamada Aspinwall.

Samantha Levy, se graduó de abogada, inició sus pininos en el Órgano Judicial, como escribiente, luego oficial mayor y al aprender, decidió irse a litigar, además tuvo un problema con un acosador compañero en el juzgado.



Cabreada que el masculino la ladillara para acostarse con él, una vez le hizo un gesto vulgar, Samantha sin titubear le metió una bofetada y el mismo día dimitió a su plaza laboral, a pesar de los consejos de sus padres.

Madre soltera, su antiguo esposo le daba la pensión para sus hijas, aplicaba el ejemplo de abogado de saco suda’o porque recorría fiscalías y juzgados penales con los civiles porque el hambre es diaria.

En esa faena, conoció a un cliente sueco, con negocios en la Zona Libre de Colón, quien tenía un pleito civil con otro empresario, la contrató para que lo representara y ganó el caso.

Fueron 200 mil dólares, raro caso porque generalmente los usuarios de la zona franca contratan grandes firmas forenses de la capital y poco a los abogados colonenses.

Samantha distribuyó bien su dinero, invirtió algo en un restaurante y seguía con su sube y baja de escalones judiciales.

Dos años después de firmar su divorcio, el sueco Liam Karlsson, de 50 años, la llamó para otro caso de un indostano que se peleó con otro paisano y la mujer, como es madre soltera, no pendeja, aceptó, aunque el europeo también quería ver a la abogada mestiza.



En realidad, Liam estaba loquito con Samantha, pero no se atrevía a confesar su amor por temor a perder una excelente abogada, ya que desde el primer día que la contrató, ella fue muy tosca y marcó distancia, lo que el escandinavo comprendió.

Muy poco se comunicaba con ella, hasta que en día se vieron en el hotel Ceil y Miel, el caballero paseaba con su hija y Samanta con sus dos niñas, se saludaron, él las invitó a comer.

Fue un encuentro casual y que los marcó, Samantha, descubrió que el caballero la amaba en silencio, ya en la noche apreciaron la noche de Cacique y las estrellas.

Ella le dio la oportunidad, solo se vive una vez, tenía derecho rehacer su vida, y el europeo también.

Tras dos años de soltería, la dama fue atrapada, no por garras, sino un corazón, quizás el único que pudo conquistarla.

Sin buscarlo encontró a alguien que la amaba por su inteligencia y astucia, no por su cuerpo y rostro, sin embargo, seguía como Samantha, la abogada sexi.

Imagen de modelo cortesía de Dreamstime.


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