El oso que quiso ser halcón

En los bosques de Alberta, Canadá, vivía el oso Fred, gigantón, cuerpo de 2.5 metros de alto, con casi 800 libras, con extremidades, garras, color marrón y mortales dientes.

Fred era un cazador, temido y respetado, tenía un amigo llamado Arlen, un halcón de casi dos libras de peso, volaba hasta 130 kilómetros por hora, gris en todo su cuerpo y su cabeza blanca.

Ambos hicieron una amistad, Fred le comentaba que su sueño era volar, recorrer todo el Ártico, conocer y viajar más rápido porque era muy lento para andar extensas zonas.



—Pero eso es imposible Fred, tienes la contextura de un animal temido, mucho peso, en menos de un minuto acabas con cualquier animal de este lugar y otros donde vayas—.

—Sí, pero no me siento satisfecho conmigo mismo. Busco otra cosa, te envidio a ti Arlen porque vuelas rápido y te cambias de área  en un abrir y cerrar de ojos—.

—Ten cuidado con lo que hagas. Naciste oso y morirás siendo un oso. Todo lo que hagas jamás podrá cambiar eso—.

Fred rugió, el halcón levantó vuelo y se marchó para surcar los grandes bosques en busca de su alimento, cruzaba nubes, ramas, ríos y gigantescas praderas de la hermosa Alberta.

Al oso se le ocurrió una brillante idea, la de cortar ramas de árboles y construir alas para subir a un precipicio y de allí lanzarse al vacío, mover con sus garras los maderos que serían sus alas.

Cuando Arlen lo vio desde al aire, Fred ya casi terminaba su experimento, le preguntó que hacía y Fred le respondió que, si la vida no le regaló alas, él las construiría de todas formas.



—Puedes morir en el intento. Es peligroso—.

—No pedí tu opinión Arlen. Solo mira cuando vuele a tu lado y te callarás—.

El oso anunció a todos los animales que se elevaría tan alto como las aves, todos se reunieron en la pradera para observar a Fred en el cielo cruzando las nubes.

El día del experimento, los animales y las plantas miraban a Fred con sus alas de madera puestas.

Una mañana de primavera, quedaba poca nieve, se mezclaban en el suelo los colores, verdes y blancos, los ríos iniciaban su recorrido porque el manto blanco se esfumaba por el cambio del clima.

El cielo muy azul, las nubes dibujaban figuras mitológicas y platicaban con el fuerte viento. Todos curioseaban.

Arlen y su pequeño hijo volaban, divisaron a Fred cuando corrió para tomar impulso, saltó de precipicio, pero el oso era demasiado pesado para moverse en el aire, la gravedad lo atraía, sus garras eran muy pequeñas para impulsar las falsas alas, cayó e impactó con las rocas.

Una triste escena, todo su cuerpo quebrado, la cabeza destrozada, la sangre se mezcló con la tierra y manchó las rocas.

—¿Por qué el oso quiso volar papá si no tiene alas? —, preguntó el halcón hijo.

—Sencillamente, porque no se aceptó a él mismo y no se puede alterar la naturaleza—.


Fotografía del oso cortesía de Wikipedia y el bosque de Dreamstime.


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