Cría cuervos...

Daniel Vega, de 35 años, era supervisor en una fábrica de plásticos, ubicada en Juan Díaz, Panamá, desde hacía ocho años, empezó desde abajo como jornalero y se ganó la confianza de sus patrones por ser un hombre trabajador.

El caballero tenía un vecino de nombre Denis Arosemena, sin trabajo, padre de dos hijos como Daniel, la pasaba muy mal económicamente y con dificultades con su mujer por obvias razones.

Cuando en casa escasea el dinero, los problemas llueven a montón y parece que nunca escampa de la tormenta del futuro incierto.

Daniel platicó con el dueño de la empresa para ayudar a Denis, este último aceptó y lo contrataron como ayudante para colocar los plásticos en las cajas, lo que se traducía en que su salario no era elevado.



No le gustó la paga de 530 dólares desde el primer momento y aspiró a los 850 dólares mensuales que ganaba Daniel, porque su mujer le exigía demasiadas cosas materiales.

Tras tres meses de trabajar, Denis pasó la prueba y le declaró la guerra silenciosa a quien, en un momento tambaleante de su vida, le tendió la mano para ayudarlo a él y a su familia.

El masculino hablaba mal en las esquinas del supervisor, se convirtió en perrito faldero del propietario del negocio, hacía chistes, le llevaba café, además fue un lleva y trae de chismes en la fábrica.

Daniel descubrió que su antiguo amigo le volaba serrucho con el propósito de obtener su puesto, sabía que su ex camarada acosaba a una compañera identificada como Lucilda.

La dama, de baja estatura, ojos marrones, cuerpo de guitarra, piel oscura y cabello de rizos, era el dolor de cabeza de muchos compañeros, sin embargo, su marido era un gigantón, blanco, deportista y aficionado al karate.

El bomboncito no se atrevía a decirle nada a su esposo por temor a que le destruyera toda la contextura delgada de Denis, pero sí se lo informó a Daniel, quien, como no era ningún pendejo, ideó un plan de venganza.



Se puso de acuerdo para que el quita frío, de Lucilda le diese un susto mayor al acosador en momentos que dueño del negocio se encontrara.

Era un viernes en la mañana, Denis le dejó una nota en el bolsillo de la bata de Lucilda, en la que afirmaba que la esperaba a la salida para irse a tomar unas cervezas en el bar del frente y luego se fueran a bicicletear, lo que sería compensado con 30 dólares.

Como Denis mordió el anzuelo, en horas de la tarde se presentó el gigantón del marido de la fémina (su mujer lo llamó), le hizo un escándalo al hombre infiel, el comerciante vio todo, fue y preguntó qué pasaba.

Antonio, el esposo de Lucilda, le mostró la nota, lo que enfureció al empresario y le comunicó a Denise que pasara al día siguiente a buscar su cheque de liquidación porque no toleraba ni acosadores ni escándalo en su negocio.

Por tirársela de Don Juan, Denis quedó sin trabajo y a los cuatro meses su mujer lo dejó por limpio.

De nada le sirvió serrucharle el piso a Daniel, mientras que el último aprendió la lección de que cría cuervos para que te saquen los ojos.

Imágenes cortesía de Dreamstime.


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