Harry Johnson llevó a sus seguidores al estado de Zulia, Venezuela, ante la persecución del gobernador de Arizona y los federales que lo acosaban por denuncias de abusos hacia sus los fanáticos.
El pastor estadounidense,
de 55 años, predicaba el amor de Cristo, la obediencia a ciegas, combatía la
infidelidad, los castigos eran fuertes, azotes, ayunos forzados y lectura
durante largas horas de la Biblia.
Harry fundó su iglesia de
Cristo Salvador en el condado de La Paz, lejos de la ciudad de Parker, bien
cercada y con vigilantes armados para evitar los escapes de quienes se
arrepintieron de vivir en la ciudad de Jesús en 1978.
En Venezuela, el religioso
compró 30,000 hectáreas al gobierno de ese país para edificar su ciudad agrícola,
cultivaban, maíz, arroz, papas, contaban con ganado bovino y porcino, pollos y
patos.
Dos ingenieros
construyeron una pequeña planta de energía eléctrica cerca del río para ser autosuficientes,
sin embargo, a los tres meses de abandonar Estados Unidos y ante la evasión de
una familia de cuatro personas, Harry decidió quitarles los pasaportes a sus
seguidores.
Casi un campo de
concentración en plena selva del hermoso país sudamericano, con diez torres,
custodiadas por hombres con fusiles M-16, con la excusa de rechazar incursiones
de guerrilleros colombianos.
El asunto no pintaba
bien, entre fanáticos que lo seguían como borregos y disidentes silenciosos que
planeaban su fuga, la vida continuaba en la villa hasta que las autoridades
venezolanas decidieron intervenir ante la presión de la embajada
estadounidense.
La familia que escapó
denunció en Estados Unidos las atrocidades de Harry, la diplomacia hizo su
trabajo y un soplón alertó al pastor que allanarían la propiedad en cuatro días.
El caballero se preparó y
lo hizo con los habitantes de la ciudad de Jesús, en una prédica manifestó que
era el momento de irse al paraíso, que los demonios atacarían el sagrado lugar
y la única salvación era conocer al creador.
Al día siguiente, los
habitantes desayunaron tortillas de maíz, carne y café, a los niños se les dio
a beber jugo de naranja.
El día de la acción judicial, los pilotos de los helicópteros
de la Guardia Nacional venezolana comunicaron una dantesca escena, decenas de cadáveres se veían desde el aire y los soldados entraron de inmediato.
Todos muertos, incluyendo
al pastor Harry, los exámenes médicos arrojaron restos de cianuro en los cuerpos de los
seguidores del religioso, un suicidio colectivo para encontrarse con el hijo de
Dios.
Imagen de la Guardia Nacional de Venezuela cortesía de Defensa.