Lo que parecía ser imposible, lo logró Pancho Cárdenas, un aspirante a magia negra, vecino de Villa Lorena, corregimiento de Río Abajo, en la ciudad de Panamá.
El caballero, tras ensayar logró doblar una cuchara,
estuvo diez años practicando la fuerza de la mirada, los parroquianos del
barrio lo tildaban de loco de atar y demente.
Pancho vivía con su madre, una evangélica que le
rogaba de hacer esas prácticas oscuras porque argumentaba que eran cosas del
diablo, sin embargo, el imberbe de 25 años no obedecía a la autora de sus días.
Laboraba como carnicero en una cadena de supermercados,
le hacía bromas de magia a sus compañeros de trabajo, menos a Roberta, de quien
estaba locamente enamorado, pero la dama tiene su pareja.
Para impresionar un día, Pancho dobló un cuchillo con
que parte las carnes frente a Roberta, quien se mostró impresionada con el
mago, sin embargo, aún no le daba el sí de la infidelidad.
Consiguió una oración extraña para levantarse a la
chica y rezaba en las mañanas, tras despertar y antes de dormir.
—Roberta, Roberta, te dejo la puerta abierta para que
entres en mi cama y me hagas el amor como una cabalgata—.
Colores extraños atraen, Pacho es blanco, cabello
negro, con pecas en su rostro, ojos verdes, de baja estatura y delgado, mientras
que Roberta es toda una pocotona de
piel canela, ojos pardos, linda caballera oscura y un caminado sexi.
El masculino insistió hasta que por fin Roberta aceptó
salir con él una noche, se fueron a la Birra de Juan Díaz, a mover el
esqueleto, a comer pollo asado y beber unas cervezas.
La cita terminó en uno de esos moteles para parejas e
infieles, donde Roberta cabalgó y cabalgó hasta que dejó el hombre seco.
No obstante, en la vida todo tiene un precio porque Pancho
prometió a sus dioses oscuros ofrecer lo que ellos pidieran para conseguir ese
amor.
Y en efecto, como suele suceder, el que tiene deuda
paga tarde o temprano.
Un sábado en la noche, Pancho marcó la pared con una
tiza una especie de puerta para huir con su amada.
—En el nombre de la oscuridad y la magia, que se abra
esta puerta para fugarme con Roberta—.
Repitió tres veces lo mismo, hasta que la puerta se
tornó de cristal, se abrió y hacía a un frío intenso, nevaba y se veían muchos
cuervos en el cielo.
El hombre sorprendido, se arrodilló para dar las
gracias, fue entonces cuando una mano blanca gigantesca, lo atrapó y lo
introdujo en la dimensión desconocida.
Nunca más se supo del mago Pancho.
Fotografía de la nieve de Kj. Pargeter e imagen de la modelo de Cookie Studio.