Facundo y Lilian, era una pareja que logró salir de la pobreza, se hicieron novios en calle 25, corregimiento de Calidonia, fueron vecinos, estudiaron en la escuela República de Venezuela, en el Instituto Nacional y en la Facultad de Derecho de la Universidad de Panamá.
Con tantos años de conocerse, al diplomarse obtuvieron
plazas laborares en distintas firmas de abogados, se casaron y adquirieron una
vivienda en Betania, donde de niños jamás pensaron vivir.
De orígenes humildes, les ocurrió lo que les pasa a
muchas personas que vienen de abajo, suben algunos peldaños en la escalera de
la vida, cambiaron en su totalidad y se creían millonarios.
Nunca regresaron a su antiguo barrio, si se
encontraban en la calle con algún antiguo vecino lo ignoraban, matricularon a
sus hijos en un plantel carísimo, viajes, joyas, vehículos todoterreno y otros
caprichos.
El matrimonio encerró en una caja fuerte sus raíces y
la humildad, posteriormente lo arrojaron al mar de su nuevo modus vivendi.
Gastaban más de lo que ganaban, pero siempre
conseguían clientes para tapar su economía, se encontraban en la raya entre las
deudas y pagarlas, a pesar de que lucraban con su excelente cerebro.
Facundo y Lilian, eran pro estadounidenses, nunca
habían viajado a Nueva York, Estados Unidos y se les ocurrió irse en febrero de
2007 a la Gran Manzana.
Hablaban mucho que Panamá no tenía buenas carreteras,
que los políticos se robaban la plata, entre otras críticas contra su país,
mientras que de Estados Unidos todo era perfecto, tecnología de punta, calles
lindas y limpias.
Rica comida, hoteles preciosos y numerosa población
étnica.
Se montaron en el avión, al llegar al vuelo directo a Nueva
York, lo primero fue que el agente de migración casi no deja entrar a Facundo,
por ser de piel canela, cabello crespo y ojos pardos.
Al final, ingresaron al hotel, subieron las maletas,
descansaron y se fueron a cenar a un restaurante.
En momentos que cenaban, cuatro adolescentes
protagonizaron un tiroteo por asuntos de territorios y drogas, Lilian y su
marido se arrojaron al piso para no ser heridos.
A Facundo ya no le gustaba el asunto, su esposa insistía
en ir al Museo de Arte Contemporáneo de la ciudad y lo convenció.
El lugar precioso, amplio con pinturas, esculturas
junto con piezas arqueológicas, lo que aprovechó Lilian para atacar el de Panamá.
—Papi, el museo de Panamá es un cuarto comparado con
esto—.
Lo que no descubrió la pareja que a su lado había un
hombre blanco, de casi dos metros de altura, ojos azules, rubio de unos 40
años, ex infante de marina, identificado como Louis Taylor, quien se molestó al
escucharlos hablar castellano.
—It´s United States. The
people here speak english—, gritó.
Les gritó vulgaridades en inglés y se les acercó, Facundo
se colocó delante de su mujer, el estadounidense le metió un puñetazo que lo
dejó en suelo, sacó un puñal y lo introdujo unas seis veces para matar al canalero.
Luego fue con la mujer, quien no se movió del terror,
a los diez minutos, dos muertos y el supremacista blanco, embarrado de la
sangre de los dos trigueños panameños asesinados.
Ambos volvieron en una bolsa, su sueño fue ir a la Gran
Manzana, pero no regresaron vivos para contar su historia, sino que lo hicieron
los cables internacionales de prensa.
Imágenes cortesía
de Seva Kruhlov y Rodnae Productions.
A mi me dejan en Panamá. Por más inseguridad, es mil veces más seguro que Estados Unidos.
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