Una alerta de la Interpol logró la captura del británico Ryan Bush, de 25 años, principal sospechoso de la muerte de la reina de belleza barranquillera Zoila Patrón, de 20 años, cuyo cuerpo fue hallado en la playa por un recogedor de latas en la noche.
Bush pensó burlar los controles del aeropuerto
internacional de Tocumen, aunque no había forma de escapar de las autoridades
panameñas, además el gobierno colombiano lo buscaba por presuntamente ser el
autor del brutal asesinato.
Cualquiera que viese las redes sociales o los diarios reconocería
a Bush porque estaba en todas, al huir de la bella ciudad costeña, un día después
que la matara por estrangulamiento, el caballero era tendencia.
Y es que los malditos celos de Bush con el estilista
de Zoila, identificado como Ramón Sevillano, provocó que perdiera los estribos,
le metiera varios puñetazos y posteriormente la estrangulara con su propia
camiseta.
Ser ultimado a manos de un ser amado es algo
conmovedor para los parientes de la víctima y Zoila desde adolescente
manifestaba que al ser mayor no ser casaría con un paisano suyo.
De mediana estatura, piel canela, ojos oscuros y
brillantes, cabello negro corto y delgada, la dama siempre afirmó que mejoraría
la raza al unirse legalmente con un estadounidense, europeo o canadiense.
Todo un malinchismo, como llaman los mexicanos, al
sostener que lo extranjero es mejor que lo del patio, quizás por ignorancia,
falta de cultura general o carencia del hábito de la lectura.
La pareja se conoció en un restaurante barranquillero,
bailaron champeta, luego vallenato y posteriormente aterrizó el beso que sellaría
un amor de seis meses con un final trágico.
Bush laboraba como ejecutivo de una transnacional de
comunicaciones y Zoila, una azafata de perfumes convertida posteriormente en Señorita
Barranquilla para Miss Mundo.
El británico le confesó a los agentes del Departamento
Administrativo de Seguridad (DAS) su encendido celo con Ramón, quien al final
del camino resultó ser un homosexual oculto y confidente de la asesinada.
Todo para nada, el hombre quiso buscar protección de
la embajada británica como ciudadano, pero allí le respondieron que solo sería
asesoría para temas legales porque no apadrinaban crímenes y menos brutales.
El caballero, pelirrojo, ojos azules, alto, con cuerpo
de luchador, espera en una celda de la ciudad costeña un juicio por el delito
que cometió y quizás una muerte en venganza por sus actos.
No siempre lo importado es mejor que lo local, aunque
el tamal esté imperfecto.
Foto de Barranquilla
de Nick Wehrli.