Sin encontrar una solución al problema, el investigador Fabricio Patel, se rascaba la cabeza en su escritorio de la Fiscalía de Delitos Sexuales de Arraiján, Panamá Oeste, ya que no tenía una sola pista.
Cuatro damas fueron víctimas de violación, en Altamira, Calle 10,
Vacamonte; La Constancia y La Reyna, no había sospechoso, ni declaraciones
porque las atrapaba por la espalda, le colocaba un pañuelo con cloroformo y las
dejaba inconscientes.
Las mancilladas explicaron al investigador que no recordaban nada porque
fueron drogadas, lo que significa que ni siquiera estaban en sus cabales al ser humilladas sexualmente.
Se incrementó las patrullas de la Policía Nacional (PN) con el fin de
vigilar las calles, principalmente las zonas donde poco había luz eléctrica en
los postes de alumbrado.
De madre panameña y de padre oriundo de Mumbai, India, Patel estudió
Criminología, analizaba las fotos de los lugares las mujeres eran atacadas, el
modus operandi del violador y los comparó con otros criminales.
Transcurrieron tres semanas cuando una chica denunció en la Dirección de
Investigación Judicial (DIJ) de Vacamonte que un hombre, con pasamontañas, de
estatura alta, vestía un pantalón vaquero, guantes negros y una cuerda roja,
intentó atacarla.
—Me salvé porque giré, intentó sujetarme, vi que parpadeaba mucho sus ojos
negros. No puede determinar su raza, pero le di una patada en los testículos,
se le cayó un paquete de cigarrillos Marlboro rojo y usaba un suéter cuello de
tortuga—.
La declaración le fue remitida a Patel, quien la adjuntó al expediente, ya
tenía algo, iris oscuros y alto, buscó entre los posibles sospechosos con
historial criminal, sin embargo, ninguno era compatible con la poca
descripción.
Se reportó otra violación, Patel estaba molesto, su jefe lo presionaba para
obtener resultados inmediatos.
Al mes, durante un viernes en un antro de Vista Alegre, Patel estaba con unos compañeros de
trabajo en un bar, cuando vio un hombre de piel canela, alto, y le llamó la
atención porque parpadeaba demasiado y vestía una camiseta cuello de tortuga.
El desconocido caballero salió a fumar, el investigador lo siguió, le pidió
un cigarrillo y el hombre sacó un paquete de Marlboro rojo, se pusieron a
platicar del bar.
Patel memorizó la matrícula del vehículo cuando el masculino se marchó.
El lunes siguiente hallaron su dirección, lo vigilaron por dos días y
fotografiaron cuando abrió el maletero de su automóvil donde había una soga
roja.
Con autorización de un juez, allanaron la residencia del presunto violador,
identificado como Armando Pérez, un enfermero de 34 años, casado y con dos
hijos, residente en Los Cerezos 2.
Encontraron la cuerda roja, los guantes negros, varios suéteres cuellos de
tortuga negros y pasamontañas del mismo color.
Su parpadeo lo delató, aunque bien cubierto de pies a cabeza, su tic
nervioso fue lo que lo arrastró a la cárcel.
Gracias a la coincidencia y la inteligencia del detective, se encontró al violador. Por más detectives así 👌
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