Los asaltantes novatos

Los miembros de la policía se quedaron sorprendidos cuando descubrieron la verdad sobre la identidad de los asaltantes al Banco de Fomento Costarricense. No lo podían creer o era una historia para la televisión. 

Un miércoles del 2014, una dama se acercó a la sucursal bancaria de Tibás para depositar 35 millones de colones (unos 55 mil dólares aproximadamente), producto del ingreso de la empresa donde laboraba en el departamento de Contabilidad.

Antes de que la fémina entrara, un hombre, vestido con el uniforme de los Correos de Costa Rica, zapatillas negras y con un casco de motorizado, le golpeó la cabeza, la dama cayó al pavimento, mientras que el sujeto se agachó para recoger la bolsa con el “botín”.

Sin embargo, la reacción del guarda de seguridad del banco, vestido con traje de calle, fue la de sacar su arma de reglamento y disparar de inmediato contra el asaltante, quien respondió al fuego.



Las balas del antisocial fallaron todas, pero su cuerpo recibió un plomazo en el corazón, lo que lo dejó muerto en la escena del crimen.

Quien hacía el trabajo de conductor, al ver lo acontecido, se bajó y disparó al guarda de seguridad, que resultó herido, no obstante, desde el suelo le pegó un tiro al segundo hombre y el blanco fue en la frente.

El final del fallido intento del delito fue la de dos asaltantes fallecidos y el guarda seguridad, herido en el hombro con una bala que entró y salió.

La mujer inconsciente del golpe, fue llevada al hospital, mientras que la policía cercó la zona, llegaron los peritos forenses para realizar su labor de tomar fotografías de todo y llevarse los cuerpos.

La dama era Arlene Rojas de Izquierdo, vecina de Guadalupe, en Goicochea, su esposo era Fabián Izquierdo; tenía dos hijos; Alberto Izquierdo Rojas y Manuel Luis Izquierdo Rojas.

Los peritos revisaron los documentos de los asaltantes muertos, fueron identificados como Fabián Izquierdo y Manuel Izquierdo Rojas, de inmediato se comunicaron con los investigadores.



Se dieron cuenta de que fue un asalto planeado, entre la esposa, su marido y uno de sus hijos.

Arlene fue detenida en el hospital, su hijo Alberto, un estudiante de mecánica, de 19 años, no tenía la menor idea de lo acontecido hasta que la policía le informó la novedad.

Alberto quedó huérfano de padre, su hermano murió y la autora de sus días presa en la Cárcel de Mujeres Vilma Curling Rivera, conocida anteriormente como El Buen Pastor, de San José, Costa Rica.

Una familia inexperta en actos delictivos, planearon el crimen, pero no hicieron trabajo de campo o no inspeccionaron la zona, no vieron ruta de escape o qué hacer si había un obstáculo.

Así terminó la historia de los asaltantes novatos porque todo lo que empieza mal, así culmina.

El hombre que volvió de la muerte

El martes 18 de abril de 2006, se presentó un hombre a la estación de policía de Edimburgo, cuya descripción física era caucásico, ojos azules, cabello poblado por la nieve y medio calvo, de 1.85 metros de altura, quien dijo no recordar su identidad ni tampoco cómo llegó allí.

Los policías de inmediato comunicaron al jefe de la estación la novedad, que les ordenó llamar a una ambulancia para trasladarlo al hospital porque posiblemente se trataba de un caso de amnesia.

Para ayudar a identificarlo, su fotografía fue difundida en los medios de comunicación la isla, de inmediato sus hijas lo reconocieron y corrieron al hospital local para reunirse con su papá.

Era Samy Gordon, un antiguo funcionario del Departamento de Transporte del Reino Unido, hombre que desapareció seis años antes mientras navegaba en una canoa en las peligrosas costas del Mar del Norte.



Su embarcación apareció sin su ocupante, la policía y la Marina Real iniciaron la búsqueda de Samy, sin embargo, el caballero, de 51 años para el 2000, nunca apareció, por lo que fue declarado oficialmente muerto después.

La viuda de Samy, Mia Gordon, recibió medio millón de libras (hoy al cambio unos 545,455.31 dólares) y para esa época un poco menos, en concepto del seguro de vida de su marido.

Como las hijas del matrimonio escocés ya tenían sus parejas, Mia decidió vivir en la Ciudad de Panamá, Panamá, donde compró un apartamento en El Dorado, una zona de clase media alta.

Entretanto, las hijas Anna y Mary, felices de ver a su padre vivo, aunque este no las reconoció durante el encuentro, lo que se deducía que el hombre padecía de amnesia.

La noticia corrió por todos los periódicos, la radio y televisión y le dio la vuelta al mundo con el título de “El hombre de la canoa”.

No obstante, todo iba normal hasta que un sujeto llamó a la Scotland Yard para decir que el hombre que regresó de la muerte vivía en Panamá con su esposa y pidió una dirección con el fin de enviar la fotografía que encontró en una página de bienes raíces en Panamá, donde estaba Samy, Mia y el vendedor de propiedades.



Cuando la policía le mostró la imagen a Samy este quedó más blanco que un papel. Lo pescaron.

El caballero confesó que fingió su muerte porque tenía muchas deudas, se disculpó con sus hijas e informó que su esposa estaba en América, específicamente en el istmo de Panamá.

También manifestó que regresó porque necesitaba ver a sus hijas y la conciencia le remordía.

Los tabloides titularon la historia como “El hombre que volvió de la muerte” y fue la comidilla del momento.

La bomba estalló, todo se descubrió y Londres le dio un plazo a Mia para retornar a la isla, lo que hizo, fue detenida en el aeropuerto y trasladada a prisión.

Ambos fueron procesados, en un juicio mediático internacional y posteriormente condenados a seis años de prisión por estafa.

Samy y su mujer cumplieron la pena completa, se divorciaron y él se fue a vivir a Filipinas, donde se casó con una mujer 25 más joven.

Ann y Mary, nunca más le digirieron la palabra a sus padres, pero, quedó la historia imborrable del hombre que volvió de la muerte.

Los libros quemados de Tafán

En el reino de Tafán, había una consejera del rey llamada Ineida, no apta para el cargo, sin embargo, era de extrema confianza del monarca, por lo que nadie se atrevía a meterse con ella ni contradecir sus instrucciones.

Como el rey Tafán tenía demasiados problemas en su casa y tampoco sabía gobernar, le dio amplios poderes a sus consejeros para resolver los conflictos sin hacer tantas consultas para evitar ser molestado.

Ineida era una mujer fría, bruja, malévola, interesada por las monedas de plata y oro, calculadora, manipulaba el rey con sus hechizos, convertía el día en noche, escondía a la luna y apagaba las estrellas con sus poderes.



En un mundo donde los gusanos trabajaban duro y las hormigas eran explotadas en las minas de maíz, el reino tenía una biblioteca con 10 mil libros de enseñanza, literarios, religiosos, de motivación y todo tipo de lectura.

Varios consejeros nunca le prestaron atención a que el comején y los ácaros atacaban las páginas de importantes libros, un empleado de la biblioteca desde hacía tiempo le comentó a la directora que poco a poco se dañaban, por lo que necesitan restauración urgente.

El problema llegó hasta los oídos de Ineida, quien era enemiga de los libros porque ellos son la autopista del camino correcto, contra el atraso, la pobreza, la ignorancia, el subdesarrollo y a favor de la superación.

Un montón de libros, muchos de ellos con décadas en la biblioteca del reino, es un peligro para el rey, su corte y sus esbirros que le besan la mano para obtener prebendas y negocios.

Sí señores, los aprovechados están en cualquier mundo, dimensión, época e historia literaria o real.



Así que la consejera Ineida reunió a todos sus secuaces para planificar la “solución final” al problema de los libros, lo harían durante las fiestas del cumpleaños del rey Tafán para que nadie lo descubriera.

Había miles de monedas de oro para repararlos, no obstante, ese no era el plan.

Las festividades duraban una semana con licor de rosas, vino de palma, güisqui de mango y abundante carne de armadillo con pan para un pueblo hambriento de alimentos y de conocimiento.

Como la mayoría de las personas no están preparadas para pensar y discurrir, sino vivir a la velocidad de la luz para solucionar sus problemas, la orden fue ejecutada al pie de la letra. 

Decenas de carretas llevaron los libros en sacos de tela y fueron arrojados a las fogatas usadas para alumbrar la parranda semanal y ninguno se salvó.

Diez años después de la quema, el rey Tafán murió, su reino fue invadido por otro, fueron derrotados porque no había libros sobre guerra, estrategia militar, curar a enfermos, de gobernar y otros temas.

Ni siquiera Ineida pudo salvarse porque llegó otra hechicera con más poderes que ella y la convirtió en una piedra que arrojó en las aguas del río que rodeaba la demarcación de Tafán.

La cultura e historia del reino de Tafán desapareció, fue absorbida por los Azones, el invasor que si cuidó sus libros y preparó a su pueblo para el futuro.


 

 

La Viudita

Durante los años 50 y 60, Santa Fe de Veraguas, en Panamá, seguía siendo un pueblo atrasado, pobre, con mucho latifundismo, campesinos escuálidos, explotados y humillados por los patrones.

Fue foco de historias y pasiones, de un nacimiento insurgente conocido como “El levantamiento del Cerro Tute”, que terminó con varios muertos y detenidos.

En la iglesia de ese pueblo, en ocasiones asistía a misa, una señora vestida de negro de pie a cabeza, con un velo para evitar revelar su rostro, lo que generaba muchas preguntas sobre su identidad.

La mujer era la última que llegaba misa y la primera que salía, posteriormente se perdía entre los oscuros caminos, ya que para los años 60 aún no había energía eléctrica en Santa Fe.



Algunos decían que era Marita, la empleada de un hacendado francés, quien desapareció del pueblo para marcharse a la capital en busca de mejor vida, pero nunca volvió.

Otra versión era de que la dama fue asesinada por el terrateniente galo en un ataque de celos porque era su amante y la sepultó de forma clandestina.

La fémina no hablaba con los vecinos, se marchaba inmediatamente, apenas terminaba la misa, y como causaba temor entre los parroquianos, nadie se sentaba en la banca donde ella se colocaba.

Sin embargo, dos niños traviesos, conocidos en el pueblo como Dany y Taco, decidieron seguir a “La Viudita” para saber dónde vivía.

Ese domingo, se colocaron afuera de la iglesia para espiar a la mujer, quien salió y ellos tomaron distancia para andar detrás de ella.

Pasó media hora, como había luz de luna, pudieron continuar al ver la sombra de la figura hasta que ingresó al cementerio de Santa Fe.

Los traviesos chicos no corrieron, por el contrario, les llenó de curiosidad que la mujer no caminaba, sino que levitaba, así que se imaginaron que sería un fantasma del que tanto hablaban en el poblado o Marita, la asesinada.



Dany, sacó de su bolsillo una linterna de su papá, y alumbró para caminar por todo el cementerio con la finalidad de descubrir la tumba de la fémina.

Buscaron 20 minutos, alumbraron, las criptas de varias familias hacendadas, de dos sacerdotes, tumbas viejas y no hallaron absolutamente nada.

Decidieron marcharse, cuando de pronto, una luz tenue apareció y estaba “La Viudita" frente a ellos.

Su aspecto era terrorífico, esos ojos oscuros grandes y pronunciados, rostro sin piel, huesos frontales, colmillos de coyotes, dientes amarillos, le salían gusanos de sus fosas nasales y entraban por la boca.

-No busquéis entre los muertos, sino entre los vivos, porque ellos son los que hacen daño. Soy Marita y fui asesinada por mi patrón-, dijo el fantasma.

El culillo fue tanto que Dany se cagó en sus pantalones, mientras que Taco se orinó ahí mismo.

-No somos malos señora, solo queríamos saber quién era usted-, respondió Taco.

-Bien chiquillos culicagaos, vayan a sus casas y no digan nada de lo que vieron y oyeron. Yo no saldré más a la misa. La escuchaba para que mi alma estuviese en paz, pero ya como me descubrieron, mi espíritu se irá al cielo-

Los pelaos, corrieron durante diez minutos, llegaron a la iglesia, alumbrada con guaricha en todas las esquinas.

Nunca contaron que vieron a “La Viudita” y guardaron el secreto.

 

Tony 'Plaga'

 El cementerio Amador, en el corregimiento de El Chorrillo, en ciudad de Panamá, Panamá, estaba repleto de antisociales, luego de la muerte de Antonio Fajardo, conocido como “Tony Plaga”.

Una bala de agentes de Panamá Policía, acabó con su vida en momentos que lo correteaban por robar con un cuchillo a dos turistas francesas, que pululaban cerca de la iglesia de Santa Ana, donde el antisocial tenía su radio de operaciones delictivas.

Durante el sepelio, los maleantes gritaban, bebían ron, fumaban marihuana y coreaban consignas contras las autoridades de la dictadura militar, ya que era el año 1979 y ellos eran quienes gobernaban.

Integrantes de La Guardia Nacional (GN) no temían de sacar su arma de reglamento, disparar al aire en dos ocasiones como advertencia, de lo contrario una tercera bala iba directamente hacia la pierna o en cualquier parte de la anatomía del malandrín perseguido.



Tony ‘Plaga’, era un buaycito de 21 años, estuvo dos años preso en la cárcel La Modelo, por robo, lo enviarían a la isla de Coiba, sin embargo, se salvó de que, como era su primer crimen como adulto, el juez lo dejó en la cárcel que construyó Belisario Porras en 1922.

Una incipiente vida de delitos, desde los 16 años, cuando entraba y salía del Tribunal Tutelar de Menores, ubicado en la avenida de los Poetas, donde los internos planificaban diversos actos contra la ley, fue su nota característica.

El jovencito, estaba enloquecido con Marian Zambrano, la hija de un migrante ecuatoriano que se ganaba la vida como sastre, en un viejo caserón de madera frente al parque Los Aburridos.

La adolescente de 17, acholada, de escultural cuerpo y rostro angelical, se negaba a mirar a Tony ‘Plaga” con sus oscuros y pronunciados ojos, tampoco a que tocara sus piernas y acariciara su blanca piel, además de cabello negro azabache.



Mientras que el antisocial le enviaba dulces, perfumes y otros regalos, comprado con dinero de su modus vivendi, aunque la señorita rechazaba todo porque ni hablar de tener un marido maleante.

En esa época era marido de inmediato porque en los barrios pobres, la mayoría de las chicas no usan métodos anticonceptivos, sino que iban en “carne viva”, lo que generaba embarazos no planificados o “bichos raros”.

Entretanto, en el entierro, el ataúd era pequeño porque el fallecido era de baja estatura, delgado y antes de que lo cerraran, los amigos de Tony “Plaga” le arrojaron marihuana, disolvente de pintura y pachas de ron.

Todo terminó, unos 25 malandrines abandonaron el camposanto y frente a la entrada estaban dos policías que recibieron los insultos.

-Chucha de tu madre, hijos de puta asesinos-, fue parte de lo gritado a los agentes del orden público.

Para evitar problemas porque estaban en desventaja, ingresaron al otro cementerio.

Así terminó Tony ‘Plaga’, sepultado siete pies bajo tierra, una madre destrozada y el ejemplo de muchos jóvenes para que aprendan lo que no se debe hacer.

 

Imagen del Cementerio Amador cortesía del Municipio de Panamá.

 

 

 

 

Privada de su libertad

La policía peinaba toda la ciudad de Panamá en busca de Lucrecia Singh, de 21 años, estudiante de la carrera de diseño gráfico, de la Universidad de Panamá (UP), quien fue llevada a la fuerza por tres hombres que viajaban en dos vehículos, cuando salía de la Facultad de Arquitectura.

Su padre Narenda Singh, un panameño de origen Indostán ,y su madre, la tableña Lucrecia Mendoza, estaban aterrados, ya que se decía que era secuestro, sin embargo, los delincuentes, pasadas dos horas, no pedían rescate.

La estudiante, de estatura mediana, de piel canela como su padre, ojos verdes y cabello negro, tenía amores con Rogers Taylor Markov, un cantante  y bajista de música rock, hijo de un migrante de Barbados y una rusa, quienes se establecieron en Edimburgo, Escocia.

Lucrecia y Rogers se conocieron en un hotel de playa de Antón, ambos estaban con un grupo de amigos y llegó el flechazo en una de las piscinas.



A ella le encantó el hombre mestizo, blanco, de cabello rubio, con forma de rulos y ojos miel, mientras que a él le encantó la mezcla de piel canela con ojos verdes. Una pareja exótica.

El ciudadano británico, de 35 años, le contó a la policía que su suegro no gustaba de él y que en varias ocasiones lo amenazó para que dejara a su hija porque ella se casaría con un indostano.

Llevaba tres meses de novio con la istmeña y planeaba irse a Edimburgo, donde desarrollaba su carrera de bajista del grupo “Sin” (pecado en inglés), pero con el delito los planes se destruyeron, por el momento.

Mientras que, en un cuarto, dos hombres desconocidos tenían a la señorita, amarrada en una silla, con esparadrapo en la boca para evitar que gritara, cada 10 minutos uno de los secuestradores ingresaba a la habitación para ver que estuviese bien.

Una pieza pintada de blanco, pequeña, sin guardarropa, ventanas sencillas con su tela metálica, lo que se deducía que el apartamento era de estrato popular, aunque Lucrecia no tenía la menor idea donde estaba.

Las autoridades, con la información de Rogers, sospecharon de inmediato que había gato encerrado en ese caso porque transcurrieron 10 horas y nadie se comunicaba con la familia de la víctima para pedir dinero.



Todo investigador sabe que las primeras 48 horas con cruciales en casos de homicidio y secuestro, así que solicitaron intervenir el teléfono de la vivienda de los Singh, además de los móviles del padre y el novio de la universitaria.

La autora de los días de Lucrecia no dejaba dormir a su marido con llantos, gritos, estrés y el caballero se mantenía firme en que su hija aparecería, no obstante, sus glándulas lacrimales estaban secas.

La intervención de los teléfonos fue de vital importancia, debido a que grabaron la plática entre Narenda y un desconocido hombre, a quien el primero le decía que no la soltara hasta que el británico se marchara.

La policía detuvo al padre y cantó que no hizo nada malo, sino proteger a su hija de un mestizo aventurero sin futuro, también confesó que la jovencita estaba en el edificio 18, apartamento 1 de Villa Lorena, Río Abajo.

Con la información, hombres uniformados, con armas de grueso calibre, tumbaron la puerta del apartamento, los dos sujetos se rindieron y rescataron a Lucrecia sana y salva, aunque con la cara hinchada de llorar y angustiada.

-Bienvenida a la libertad señorita-, le dijo un policía cuando la desataban.

La noticia salió en todos los periódicos que contaban la historia de un padre que ordenó privar de libertad a su hija para evitar que se casara y marchara del país.

Eso no ocurrió, Narenda fue detenido con sus cómplices, Lucrecia se matrimonió con Rogers y se marchó a Edimburgo, Reino Unido.

Cuando iban en el avión, Rogers le dijo a su esposa que intentara perdonar a su padre, a lo que ella le respondió que necesitaría tiempo para curar una herida tan grande.

Los Singh terminaron divorciados.

 

 

 

El hechicero del Tecal

 


La sala de la vivienda contaba con dos sofás pequeños, color azul, una mesita con una radio, un televisor de pared, algunos cuadros baratos, llenos de telaraña, polvos y una esquinera con botellas de ron.

Azael Robinson, residía solo en una casa de tres recámaras, en la casa, 95, de la calle 7-1/2, en El Tecal, Vacamonte, distrito de Arraiján, Panamá, jubilado, de 62 años, donde atendía personas pudientes para hacerle pociones y atraer suerte.

Mujeres víctimas de infidelidad, en busca de venganza o de hacer daño a sus parejas quemonas, hombres con deseos de conquistar damas o espantarlas, atraer más dinero o mejor suerte, era la mayoría de los trabajos que hacía el hechicero de El Tecal.

El caballero nunca comía alimentos en la calle por temor a ser envenenado por algún cliente cuyo trabajo no dio el resultado esperado, bebía bastante ron y no atendía los fines de semana.

Aunque sus vecinos sospechaban de su modus vivendi, no tenían evidencia porque la casa estaba cerrada con un inmenso muro, con espacio para estacionar dos carros, por lo que sus clientes entraban, cerraba el portón y solamente atendía con cita.

El ojo derecho pardo, el izquierdo estaba medio poblado por glaucoma, no había cura, pero los médicos le detuvieron el avance, cojeaba del pie derecho, supuestamente por una maldición que le regresó al intentar conquistar una dama durante su juventud.

-Ven, a mí, que tus cabellos toquen mi pecho y cuando eso ocurra, por siempre estarás en mi lecho-, fue el hechizo fallido que le arrojó a la mujer cuando tenía 25 años, sin embargo, no prosperó y desarrolló una deficiencia en la mencionada pierna.

 


Utilizaba bastón para andar, con barba y cabello invadido por la nieve, contrastaba con su piel canela y figura casi raquítica.

Lo cierto era que usaba su astucia para mover objetos como bloques, ollas, alimentos, animales domésticos, con solo mirar un perro, el can huía, encendía el fuego en la estufa con su varita y no necesitaba gas butano para cocinar.

Era un maestro de la teletransportación, iba al supermercado y de pronto desaparecía con la carretilla llena de alimentos para aparecer en una puerta secreta de la habitación donde atendía a sus clientes.

Azael, casi nunca salía de día, pero cuando el sol dormía, abría el portón, se sentaba afuera de su propiedad a fumar tabaco con olor a canela, jazmín y lavanda.

El precio por poseer poderes era la soltería, ni hijos, aunque tuvo varios amores efímeros que huían porque la propia naturaleza del hechicero lo provocaba.

Alguien le seguía los pasos, otro hechicero joven, identificado como Alberto Tigre, quien preparó una trampa para atraparlo en el supermercado.



Cuando se fue al comercio, Alberto, ingresó a la vivienda de Azael, entró a la habitación-guarida, vio el marco de la puerta secreta y sostuvo una lanza con la punta hacia adentro.

Alberto quería ser el rey de la zona y debía acabar con Azael.

El anciano hizo su acostumbrado recorrido, luego sacó un polvo mágico, lo arrojó frente a él, pero el carro con alimentos no podía pasar, así que intentó solo y  la lanza atravesó su pecho.

Un chorro de sangre se disparó del cuerpo del anciano, pero los clientes no veían la lanza, sino al viejo mientras se quejaba del dolor y sostenía algo en su pecho.

-No lloro en mi lecho de muerte. Me acompañará quien pensó que con irme tendría mejor suerte y ocuparía mi lugar. Joven Alberto, usted también en una tumba habrá de estar-, resaltó Azael Robinson y falleció frente a la mirada de los sorprendidos clientes del supermercado.

Posteriormente, la lanza se zafó de las manos del asesino, se volteó y mató a Alberto.

Por ironías de la vida, fueron sepultados uno al lado del otro, en el cementerio municipal de Vista Alegre.

Detenidos mientras ´bicicleteaban’

El viernes 16 de junio del año 2000, la Fiscalía Segunda de Drogas, realizó un operativo en una casa de citas, ubicada en la calle 79B Este, Carrasquilla y entrando por la vía España, en las afueras de la ciudad de Panamá, Panamá.

Los funcionarios de instrucción y miembros de la desaparecida Dirección de Investigación e Información Policial (Diip) andaban detrás de dos narcotraficantes, quienes huyeron de la habitación donde harían el intercambio, hacia el pasillo usado por los empleados para colocar los equipos y material de limpieza.

Posteriormente, ingresaron por una ventana a un cuarto, seguido por las autoridades, los narcos arrojaron dos paquetes de cocaína y al entrar los investigadores había una pareja haciendo el amor.

Al lado estaba la droga, por lo que el caballero y la dama fueron detenidos de inmediato.

Pero, el asunto no terminó allí, los malandrines huyeron hacia otra pieza donde otra pareja “bicicleteaba”, en medio de los gritos de placer de la fémina, quien puso ojos de terror al ver a los narcotraficantes y los dos quilos de droga que dejaron.



Ya los traquetos no tenían lugar para huir, entró la policía y los miembros del Ministerio Público y cargaron con los cuatro.

Les dieron tiempo para vestirse, mientras que la primera mujer gritaba que no era ninguna narcotraficante, aunque aceptó que era casada y el masculino no era precisamente el hombre que firmó el acta matrimonial en el juzgado.

Entretanto, en el cuarto donde capturaron a los cuatro, el varón rogó a los policías que lo liberaran porque no conocían a los delincuentes, sin embargo, para ese tiempo estaba el sistema judicial inquisitivo, así que debían esperar la decisión del Ministerio Público o pedir a un juez su liberación.

El caballero de la segunda habitación era casado y la dama también, pero no eran pareja legalmente unida, sino amantes furtivos que se veían cada dos o tres veces por semana para hacer el amor. No hacían vida social.

Todos fueron esposados y enviados en una patrulla a las celdas preventivas del edificio Avesa, de la vía España, para que el lunes iniciaran las sumarias por delitos relacionados con drogas.



En momentos que viajaban los cuatro amantes, le disparaban insultos y se cagaban en las madres de los narcotraficantes, quienes no abrieron la boca en ningún momento.

Los caballeros y las damas fueron separados, como suele ocurrir en todas las cárceles, aunque sean preventivas.

Para el lunes 19 de junio del año 2000, dos esposos y esposas fueron con sus abogados para averiguar la razón de la detención de sus medias naranjas y la noticia les cayó como un balde de agua fría.

Una de las esposas, le comunicó al letrado en Derecho que no representara a su marido y la otra lloró.

Paralelamente, un esposo “quemado” fue más benévolo, le dijo a su mujer que pagaría su defensa con la condición de divorciarse por adulterio y para salir de los barrotes la dama aceptó.

A los dos meses, la Fiscalía Segunda de Drogas, otorgó impedimento de salida del país a los infieles y durante la audiencia preliminar, el juez dictó sobreseimiento definitivo a los cuatro traviesos.

Lograron la libertad y también una separación legal.

A los traquetos los sentenciaron a siete años de prisión por narcotráfico.

El matrimonio de narcos

La policía peinaba varias urbanizaciones, mientras que los funcionarios de instrucción buscaban pistas para encontrar a los esposos Rubén y Paola de Barcelona, desaparecidos 24 horas antes, en su residencia en Chanis, corregimiento de Parque Lefevre, en la periferia de la ciudad de Panamá.

Ambos eran blanco de una investigación de la Fiscalía Primera de Drogas, ya que presuntamente andaban en negocios turbios, su tren de vida aumentó de la noche a la mañana, así como sus cuentas bancarias.

Los fiscales husmeaban que, de pronto, dos contadores públicos autorizados, tenían terrenos, propiedades, un lujoso yate, un palacete en la playa Gorgona, además de numerosos viajes a paraísos en el Caribe y Europa.

Nunca a Estados Unidos por temor a ser detenidos y pasar por la penuria de los famosos narcotraficantes colombianos sentenciados a largas penas de prisión en las celdas del tío Sam.



Un informante le comentó a la Policía Técnica Judicial (PTJ), que unos colombianos estaban molestos porque se perdieron 30 quilos de cocaína y todo apuntaba a que los Barcelona hicieron en “tumbe”.

Las autoridades sabían de antemano que, si los sudamericanos atraparon a la pareja, irían directamente a la morgue judicial porque no perdonan, aunque les confiesen dónde escondieron la mercancía ilícita.

Esa cantidad de droga, tomando en cuenta que en Panamá el quilo cuesta 5 mil dólares, sumaba 150 mil; si lograban venderlo a otros contactos, la suma elevaría su valor y más al ingresar a territorio estadounidense.

Los consumidores norteamericanos pagan aproximadamente 50 dólares por una bolsita pequeña de cocaína, que no es pura y se sospecha que, en Nueva York, el quilo cuesta un máximo de 35 mil dólares, sin embargo, asimismo son las extensas condenas por narcotráfico.

El negocio es redondo, así que algunos viven el momento de emperadores hasta que son pescados, asesinados o huyen como conejos asustados como el matrimonio de los Barcelona.

Mientras que ya pasaron diez días de la desaparición de los escurridizos esposos, hasta que un vecino, residente en una barriada de clase media alta, en Betania, llamó a la policía para informar que en la vivienda del al lado olía mal.

Cintas amarillas de no pasar, los agentes y peritos se topan con olor a muerte, cuerpos repletos de moscas y gusanos que se dan banquete con la carne podrida.

La primera escena es de terror, entre las mejillas de ambos, palillos usados para colocar carne que estaban atravesados. Significa que fueron torturados para que “cantaran”.



Las manos atadas, el cuerpo de la dama mostraba sus pezones cortados y al caballero su pene cercenado. Numerosos golpes en su tórax y plantas de los pies, posiblemente hechas con un bate de béisbol o un objeto contundente.

Un sufrimiento fatal, los narcotraficantes no tienen respeto por la vida y el cuerpo de ninguno de sus enemigos o quienes intenten pasarse de listos con ellos.

Para la mafia italiana, la familia se respetaba, pero los colombianos no conocen eso, si no aparece quien se llevó la mercancía o no cumplió la orden, paga la esposa, novia, hijos, hermanos, querida o moza.

La petejota encuentra las carteras de ambos, la de ella tiene 200 dólares en efectivo y documentos, la del esposo 500 dólares y sus papeles.

700 dólares es una suma de dinero que no les interesa a los traquetos de alcurnia porque es para pagar el desayuno. Buscan el plato fuerte.

Se conoce la noticia, Panamá se estremece, los Barcelona se voltearon la cocaína, fueron torturados y asesinados a golpes, no obstante, se desconoce si confesaron dónde escondieron la “nieve”.

Una estadística más de casos de violencia relacionada con estupefacientes, pero algunos no aprenden la lección porque narco detenido o muerto, siempre tiene un ambicioso sucesor, aunque sepa que al entrar a ese mundo sus serán días contados.

Los asesinos de los Barcelona nunca fueron atrapados.

Samy Quevedo, el héroe Ngäbe-Buglé

En la Comarca Ngäbe-Buglé hay un personaje histórico poco conocido fuera de las fronteras de esa reserva indígena, alguien respetado y cuya leyenda pasó de generación en generación, en los famosos cuentos de boca a boca.

Durante la época colonial española, los nativos fueron desplazados de las distintas regiones y empujados a tierras lejanas, por lo que se establecieron en zonas montañosas para no ser molestados por los conquistadores y los mestizos.

Sin embargo, el colono quiere más y más tierras.

Finalmente, llegaron hasta donde hoy se encuentran ubicados, sin embargo, en la mitología indígena se narra la historia de un soldado español, específicamente gallego llamado Luis Roibás, quien murió de un flechazo de los nativos en una batalla en las orillas del río Cricamola.



No obstante, el orgullo del militar gallego era tan patriota que su alma se convirtió en un espíritu que se transformaba en cualquier animal para acabar con los indios, la mayoría de ellos arqueros con fina puntería y soldados de infantería.

Luis se transformaba en águila, culebra, puma, jaguar, jabalí, caballo y toro para acabar con una docena de arqueros y ocho guerreros nativos, lo que empezó a preocupar al cacique mayor.

Mientras los indios intentaban cazar sin éxito a Luis, llegó a Kankintú, Samuel Quevedo, a quien llamaban Samy, alto, atlético, con cabello lacio hasta los hombros, ojos oscuros, bíceps enormes y un espíritu de lucha inquebrantable.

El caballero tenía un pacto con los dioses, no el de los españoles, sino los suyos, les prometió que daría su vida con tal de salvar a su pueblo del yugo conquistador.

Fue complacido y se transformó en águila, volaba por la comarca en busca del soldado gallego todas las noches, que era cuando el fantasma atacaba sin misericordia.



Una de esas noches, lo divisó a los lejos, era un puma negro, gigante, con enormes garras, ojos vistosos y corría una impresionante velocidad de 80 kilómetros por hora.

Devoró a dos soldados que hacían guardia y Samy le tendió una trampa para atraparlo.

Samy Quevedo, aterrizó entre la mitad del camino selvático hacia Kankintú, hizo traer cuatro arqueros fantasmas, pero eran vacas. Engañó al animal brutal, que apenas vio sus presas, corrió.

El héroe Ngäbe-Buglé, hizo una fogata y se convirtió en un leño, cuando el puma brincó por encima del fuego para matar a los soldados, Samy extendió sus brazos, lo atrapó y lo arrojó a las brasas.

Se convirtió nuevamente en figura de hombre para ver cómo se quemaba el espíritu del soldado español.



Los dioses, en agradecimiento, no le quitaron la vida a Samy Quevedo, por el contrario, vivió muchos años para ver a su pueblo luchar contra la adversidad, el racismo, la pobreza y la superación.

Historia basada en una narración  verbal breve del escritor Máximo Quintero en la Comarca Ngäbe-Buglé, el 3 de septiembre de 2022.

 

La venganza de Yura

El Ministerio Público investigaba las muertes de seis sujetos, todos ellos con antecedentes penales de robos, hurtos y asaltos, lo que deducía que había una guerra entre ellos o alguien los liquidaba.

Una inmensa ola de estos hechos punibles se desataron sobre Chiriquí Grande, en Bocas del Toro, Panamá, en residencias, hoteles, comercios, a los latinos e indígenas que salían ebrios de los bares.

De pronto aparecieron las cabezas, con lo que se identificó a los criminales porque estaban fichados, no obstante, los cuerpos no se encontraban, mientras que una patrulla del Servicio Nacional Aeronaval (Senan) reportó dos veces que una chulapa entraba en el río Cricamola sin ocupantes.



“Pueblo chico, infierno grande”, dice un viejo refrán, la noticia se diseminó por toda la zona, ciudadanos comunes y corrientes, profesionales, comerciantes y docentes se negaron a salir por las noches.

Todos temían que su cabeza apareciera cualquier calle de Chiriquí Grande, así que el asunto era de terror.

Unos decían que era un fantasma que se vengaba de los antisociales, los asesinaba, dejaba sus cabezas como escarmiento al resto de los criminales y se llevaba los cuerpos para sepultarlos en alguna parte de las orillas del Cricamola.

Las autoridades no tenían pista alguna, no había declaraciones, huellas, sangre, ADN, porque las cabezas presentaban el corte de un solo tasajo y quemadas para evitar la salida de líquidos.

En medio del horror bocatoreño, Celestino Becker, era un residente, mitad ngäbe-buglé y mitad “latino”, ya que su papá era colonense.

Fue criado por una abuela, presentaba mala conducta desde niño, estuvo preso por robar a dos indígenas e iba hasta Almirante a cometer delitos.



El buyacito, medio acholado, de baja estatura, ojos pardos y algo obeso, no respetaba nada y a nadie.

Sus amigos malandrines le comentaron sobre el asesino de ladrones, pero el tipo no le paró bola y planeó, el próximo viernes, robar algún ebrio que saliera de cualquiera de los bares en Chiriquí Grande.

Esa noche, para inspirarse mejor, Celestino se trabó su “pito” y salió a delinquir, se colocó en las inmediaciones de la escuela cuando vio un latino, borracho, salir de una cantina.

Lo siguió hasta la carretera que conduce a Gualaca y frente a los tanques de la empresa Petroterminales de Panamá, y atacó.

Dos trompadas fueron suficientes para que su víctima cayera a la tierra, debajo de un árbol, lo registró, se llevó un botín de 62 dólares y un reloj de 25 dólares, más el celular de 100 dólares.

Se fue caminando y a los diez minutos, en una calle oscura, fue el terrorífico encuentro.

Una figura gris, de humo, un ciempiés, de 2 metros y medio de largo, con sus ojos negros, sus antenas con puntas, inmensas fosas nasales, abría y cerraba su boca.

El miedo infligido a Celestino, fue tanto que mojó sus pantalones, soltó lo robado, gritó y nadie escuchó, la humareda los rodeó a ambos, no había visibilidad alguna.

Celestino retrocedió, el movimiento de las patas del gigantesco artrópodo, era muy brusco y el criminal movía su cabeza en gesto negativo.



-No lo haré más, por favor déjame vivir-.

-Yura no perdona, mi madre y yo fuimos asesinados por maleante como tú-.

Ante los ojos del mestizo, el ciempiés se convirtió en indio ngäbe-buglé, con cabello largo, lacio y abundante, de baja estatura, cuerpo de atleta y ojos brillantes y oscuros.

Celestino se inclinó frente a Yura, en las manos del fantasma se apareció un machete con fuego en su punta, midió y de un solo tiro le cortó la cabeza al antisocial.

Minutos después, una patrulla del Senan seguía una canoa con motor  en el mar Caribe y sin tripulantes, no obstante, al llegar al delta del Cricamola, la pequeña embarcación desapareció sin dejar rastro.

Solamente quedó la cabeza de Celestino y por eso fue reconocido por su abuela.