Conocí hace tres años a Viviana de la forma más cómica en la vida, ambos nos sentábamos temprano en el parque Harry Strunz, de calle 50 porque madrugábamos para llegar temprano a nuestros trabajos.
Ella laboraba como
pasante en una firma de abogados y yo como diseñador gráfico de un diario
digital, mientras Viviana miraba su móvil, este humilde servidor leía libros.
Fue así durante cuatro
meses hasta que un día me preguntó la razón por la que leía tanto, mi respuesta
fue una sonrisa y decir que una de las pocas formas de entender la historia,
saber y que no te echen cuentos, es leyendo.
Se notaba que Viviana era
una chica alocada, aunque linda, fue de esas que le fascinaban ingresar con amigas
a los bares de moda de la capital panameña, sin embargo, soy solitario, lector,
muy analítico y algo reservado.
Un viernes en la mañana, platicábamos
del libro Los Hermanos Karamazov, ya que alguien se lo recomendó,
le dije que era fabuloso, me manifestó que lo leería con la condición que la acompañara
esa noche con unas amigas a beber algunas cervezas.
Aunque no bebo acepté
porque pensaba que la pasaría bien, una chica loquilla con un lobo solitario
pondría aprender uno del otro, fue así, sus pasieras me encantaron y yo a
ellas.
El asunto fue que Viviana
se convirtió en mi novia a los dos meses, era algo que sucedería con el tiempo,
me sentía feliz en todo su esplendor, todas esas mañanas frías, bebiendo café,
tomados de la mano y mirando el cielo azul panameño.
Mi madre argumentaba que
era muy viva para mí, sin embargo, no le prestaba atención, lo
que sí me preocupaba es que Viviana de pronto se me perdía, no
respondía el móvil o lo tenía apagado.
Eso fue motivo de varias
peleas e incluso le reclamé de infidelidad, lo que generó que mi pareja
desatara un diluvio en sus ojos, a los dos días se presentó en mi casa para
terminar la relación sin explicación alguna, lo que corroboró mis sospechas.
Anduve de mal en peor,
lloré, grité, me enamoré y mi novia me fue infiel hasta que en una farmacia me
encontré a Grecia, la mejor amiga de Viviana, quien al verme rompió a llorar y
me contó la otra cara de la moneda.
Viviana tenía problemas
cardiacos, nunca quiso contarme, se perdía cuando estaba mal para que no
sufriera, en ese momento estaba casi moribunda en el nosocomio y fui con Grecia
a verla.
Me rompió el corazón observarla en esa cama, llena de aparatos, triste, al verme sonrió, se disculpó,
respondí que era yo quien debía hacerlo, hice guardia en el hospital toda la noche con ella hasta
que falleció mientras yo dormía.
Intento hacer mi vida normal, la loquilla y quien soñaba con ser abogada no está a mi lado, el destino no quiso darnos más tiempo, pero jamás me arrepiento de haber tenido una novia como Viviana, siempre recordaré a mi media naranja de piel canela, pelo rizado y algo alocada.
Fotografía de Gilherme
Almeida de Pexels y archivo no relacionados con la historia.