La noche en que Miguel sería bolseado, salió del trabajo como a las siete de la noche, ingresó al baño, se colocó desodorante, un perfume de esos de sesenta dólares el envase, sacó su gel y se la untó en su abundante cabello oscuro.
Se comunicó con Javier, ambos frecuentaban antros en busca de chicas,
cazadores del sexo femenino por excelencia, sin embargo, este último le advirtió
a Miguel que no pasaría de las once de la noche por tener un compromiso temprano al día
siguiente que era viernes.
Ambos llegaron a un pequeño bar con abundantes mujeres, pero a ninguno les gustó
el tipo de féminas en el local, bebieron unas cervezas y luego se marcharon a una
discoteca en la vía España.
Entraron a Mi Sueño, de tres plantas, con espectaculares
juegos de luces, mujeres a montón para todos los colores y gustos, blancas,
chinas, negras, de piel canela, mestizas, rubias y exóticas.
Se instalaron en la barra porque era bar abierto, así que empezaron a tomar
como reales cosacos y miraban a todos lados en busca de alguna presa que cayera
ante los encantos.
Javier lucía un pantalón vaquero, camisa blanca, zapatos negros y una
gorra roja, mientras que Miguel vestía traje de calle azul, con camisa blanca,
corbata rosada y zapatos negros.
El primero era de tez blanca y el segundo de piel canela, miraban hasta que
Miguel se dio cuenta que una rubia de botica lo observaba con notoria coquetería,
le comentó a su carnal la novedad, sin embargo, éste le deseo suerte y se
marchó de la discoteca.
Miguel fue al ataque de inmediato, la sacó a bailar, tras media hora de
mover el esqueleto, se trasladaron a la barra a beber, se acariciaron, se
besaron y se terminaron en un rincón para bailar pegaditos.
Al hombre le encantaba el traje que llevaba la dama, muy ceñido a su
anatomía que lo trasladaba al mundo de la lujuria con un trasero enorme, piernas
gruesas y pechos que casi se salían de la parte frontal del vestido.
Ella le comentó que se fueran a un lugar más privado, residía cerca de la
discoteca, el caballero aceptó porque estaba preparado con preservativo y salieron del local, mientras charlaban
tomados de la mano.
Doblaron por la esquina derecha, estaba algo oscuro, Miguel se sintió
mareado, luego tres hombres lo seguían, se le acercaron, lo despojaron de su
dinero, el reloj y su teléfono móvil en momentos que su novia ocasional solo
miraba y reía.
En la mañana los transeúntes de la vía Véneto de la ciudad de Panamá
miraban con asombro un hombre guapetón y elegante que estaba en el piso,
borracho o mejor dicho drogado porque la dama le tiró algo al trago para neutralizarlo.
Fue víctima de las conocidas dormilonas.
Fotografías de Maor Attias y Joel Zar de Pexels no relacionadas con la
historia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario