Pedro era un incorregible trabajador de la construcción, quien residía en un cuarto de alquiler, en una vivienda de mampostería, mientras que su concubina, Roberta, se ganaba la vida vendiendo productos de belleza y cortando cabellos en el popular barrio de Santa Ana, Panamá.
El caballero, bebía a
montón, mujeriego por excelencia y atractivo a sus 29 años, con dos hijos de su
anterior relación y una niña con Roberta, sin embargo, cuando divisaba una
presa, le caía como halcón en cacería.
A la calle 17, Santa Ana,
llegó desde Barquisimeto, Venezuela, Oriana, de 21 años, una chama, blanca, delgada
y atractiva, que robaba miradas de hombres amarrados o sueltos, aunque ella
contaba con su media naranja, el tipo estaba atrapado en la tierra de Simón Bolívar porque le
negaron el visado al istmo.
Oriana se dedicó a vender
arepas, pintaba uñas, peinaba, maquillaba y laboraba en lo que pudiese con el
fin de enviar dinero a su quita frío porque el hombre no laboraba en su país.
Pedro le puso el ojo a la
migrante sudamericana, enfiló su infantería sentimental hacia la hermosa chama,
no obstante, en un principio la dama rechazó cualquier tipo de propuesta hasta
que vio el rostro de Jackson impreso en blanco,
negro y verde.
La mujer sucumbió por sus
necesidades, mientras que Pedro descuidó la atención de su hogar porque
requería coronar, así no titubeó en subsidiar a su nueva conquista.
Todo iba bien durante cuatro
meses hasta que una amiga de Roberta le comentó que su marido tenía un romance
con la venezolana de las arepas, lo que generó que la engañada fuese a defender
su honor de mujer ante la migrante.
Se jalaron por las
greñas, se arañaron y dieron de golpes, los vecinos intervinieron para evitar
una tragedia, pero los amantes no dejaron de frecuentarse.
Como Roberta estaba
herida y humillada, llamó al Servicio Nacional de Migración (SNM) para
denunciar que una chama estaba sin documentos y ejercía el comercio al por
menor, lo que es prohibido por la Constitución Nacional.
Tres días después, un
microbús del SNM se detuvo frente a Oriana, se bajaron dos inspectoras, le
pidieron sus documentos, como no tenía papeles, la sudamericana lloró, fue esposada
y subida al vehículo.
A la semana, Oriana estaba
en el aeropuerto de Maiquetía Simón Bolívar, en calidad de deportada.
La acción enfureció a Pedro,
se desarrolló una guerra verbal en el cuarto de alquiler de la pareja y el varón
enamorado de un imposible, agarró sus trapos para residir donde su hermano en
Parque Lefevre.
El triángulo amoroso se
destruyó en su totalidad.
Imagen ilustrativa cortesía
del SNM de Panamá no relacionada con la historia.