¿Y yo cuando?

Luis Jaén vivía su etapa de recién entrado en la tercera edad, acaba de recibir su jubilación, tras laborar varias décadas en una planta procesadora de productos avícolas, primero como obrero y luego fue ascendido a supervisor.

Varios de sus antiguos compañeros de trabajo tuvieron cita con San Pedro, personaje de quien todos hablan, sin embargo, nadie conoce.

El paso del tiempo atacó su figura, su faz arrugada con patas de gallina, las marcas entre los labios y la nariz, además de su frente con tres líneas horizontales, demostraban que las horas no perdonan.



Su esposa falleció cuando tenía 57 años, con dos hijos y cuatro nietos que lo visitaban a menudo para que no se sintiese solo en el caserón de cuatro recámaras en Rana de Oro, Pedregal, de la capital panameña.

En esa vivienda hizo su vida, crio a sus hijos con Claudia, una bocatoreña que fue no solo su compañera por 27 años, sino de labor en la planta procesadora de pollos.

Pasaba largas horas leyendo, viendo televisión, escuchaba la música de los combos nacionales, lo que lo transportaba a sus años de mozo, juventud divino tesoro, un cazador de chicas y guapetón.

Medía casi siete pies, de piel canela, abundante cabello negro y lacio, de formación atlética, era un imán para el sexo femenino hasta que conoció a Claudia, por lo que decidió declinar su talento de Don Juan.



Un día, mientras cortaba la yerba de su patio trasero, lo visitó Antonio para comunicarle que la supervisora, Sofía, falleció de un infarto y sería sepultada en viernes a las diez de mañana en la iglesia local.

Luis lloró, fue ella quien lo ayudó a ingresar al único lugar laboral donde ascendió de indio a cacique, cumplió el tiempo establecido por la Caja del Seguro Social (CSS) para retirarse y cobrar su cheque.

Sofía era toda una dama, su amiga del colegio, su confidente e hizo gran amistad con el esposo de su antigua jefa.

Durante el sepelio de la mujer, el jubilado descubrió que asistieron algunos trabajadores retirados de la planta, todos ya en la tercera edad, además notó la ausencia de quienes se adelantaron en el viaje al más allá.

Un duro golpe para Luis porque se fueron Alberto, Sofía, Claudia, Iván, Rogelio, John y Emilio, entre otros conocidos del caballero.

Mientras se hacía la señal de la cruz, el hombre se preguntaba: ¿Y yo cuándo?

Fotografías de Pavel Danilyuk y Orhan Pergel de Pexels, no relacionados con la historia.

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