La suerte loca

Seis empleados del restaurante El Paisa, ubicado en la vía España, en Panamá, estaban hartos del trato del propietario del negocio, el colombiano John William, un aventurero que llegó al istmo para hacer fortuna.

Aunque no logró ser millonario, con tracalerías, amansó un capital para abrir un restaurante de comida colombiana, contrataba a paisanos suyos sin documentos para pagarle bajos salarios, evadir impuestos y explotarlos.

Incluso hasta las propinas que gustosamente entregaban los clientes, John William se las volteaba bajo el argumento que las repartiría a fin de mes, sin embargo, eso nunca sucedía.

Los colaboradores no se atrevían a denunciarlo ante el Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral (Mitradel) porque como eran indocumentados temían ser multados por trabajar sin permiso del Estado panameño o en el peor de los casos deportados a Colombia.



Al cocinero, conocido como Juancho, se le ocurrió comprar entre todos los empleados un billete de la Lotería de la Florida, en Estados Unidos, si pegaban comparan el negocio o ninguno asistiría a sus faenas diarias.

Mientras tanto, seguía el trato de la patada con los subalternos por parte del comerciante, quien rápidamente olvidó sus inicios como migrante sin papeles y haciendo duros trabajos.

Los colaboradores tuvieron tres meses con la colecta de cuatro dólares por quincena con el fin de obtener algunos de los premios, salvar su situación económica, arreglar sus documentos migratorios y al cuarto mes salió el 16 24 07 34 88 más el balón rojo 53.

Un jugoso premio de 750 millones de dólares, repartido entre los seis, era de 125 millones de billetes verdes, con la ayuda de un amigo con visa estadounidense cambió el boleto y le pagaron diez millones.



El dinero fue repartido y el fin de semana siguiente ninguno fue a laborar al restaurante, lo que causó sorpresa del sudamericano que sus paisanos abandonaran su centro laboral.

 Para joder, Juancho se fue a husmear el domingo en la tarde en un lujoso Jaguar, mientras que, al verlo John William, casi se cae de la sorpresa.

—Vea hermano, si quiere le compro el negocio, ahora usted es un muerto de hambre e hijo de puta—, gritó el cocinero en momentos que no soltaba la risa.

Bueno, así es la suerte de loca y a cualquier le toca.

Imagen de billete de Dreamstime no relacionada con la historia.

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