Al intervenir la Superintendencia de Bancos de Panamá en el Banco Industrial Istmeño era porque el asunto estaba fatal, hubo manejos irregulares, y se brincaron los procesos mínimos de las empresas dedicadas a esta rama del comercio
Todos los directivos del
banco eran reconocidos comerciantes, desde importadores, industriales,
latifundistas y economistas, sin embargo, ninguno de sus diplomas de
universidades estadounidenses sirvió para reflotar el banco.
El fiscal que averiguaba
una quiebra fraudulenta, Efraín Vásquez, se enfrentaba a la disyuntiva capitalista
salvaje de poner tras a los barrotes a millonarios donantes de campañas políticas,
de organizaciones no gubernamentales y fundaciones supuestamente sin interés de
lucro.
La razón es que
sencillamente se perdieron 30 millones de dólares en créditos otorgados sin ningún
tipo de garantía de recuperación o terrenos, acciones, propiedades y otro
activo que respaldara los préstamos.
Los diarios difundían el
escándalo financiero y no era el único porque a principios del siglo XX Panamá
fue azotada por una serie de quiebras fraudulentas, sus responsables
abandonaron el país o usaron su poder económico para no ir presos.
Algo típico en el
capitalismo salvaje porque quien cuenta con poder y contactos, pocas veces
conoce la cárcel.
¿Dónde estaba los 30
millones de dólares? Se preguntaba el fiscal Vásquez, mientras sus colaboradores
buscaban afanosamente transferencias, cuentas o la ruta del dinero esfumado
como fantasma en la noche.
Una colecta o vaca en silencio
hicieron los directivos de ese banco para salvarlo, violando toda disposición
legal sobre la materia.
¡Qué ironía! Un viejo gritó
en el parque de Los Aburridos del Chorrillo que como eran rabiblancos no pasarían
ni dos minutos guardados, no como los hijos de la cocinera porque el capitalismo salvaje
es para el que tiene, el resto se jode.
La defensa, una barra de
abogados casi todos exfiscales, interpuso los recursos judiciales que las leyes
le permitían para dilatar el proceso hasta que dos de los acusados por quiebra
fraudulenta fallecieron y al final se declaró prescrita la acción penal.
Así es la vida, los impolutos
millonarios que promovían valores cívicos, teletones y campañas de ayuda al prójimo
resultaron ser Robin Hood, pero al revés.
Imagen cortesía de Luis Quintero y Pexels.
Y nunca pasó nada 🤐
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