¿Dónde está mi flor?

 

Tuco, Tico y Toto, tres carajillos nacidos en Metetí, Darién, Panamá, se fugaban del cuidado de sus padres en las noches, tomaban sus bicicletas para jugar después de las ocho en las inmediaciones del cementerio local.

El reto consistía en correr con la bicicleta, luego ingresar al camposanto, tomar una flor de cualquier tumba e ir hacia atrás para demostrar que poseían la misma fuerza y nervios de un valiente guerrero.

Las noches eran extremadamente oscuras, vientos fuertes que estremecían las ramas de los árboles, arbustos, la hierba, objetos mal colocados y hojas caídas, un cielo estrellado porque no había grandes edificios y luces que las opacaran.



En esa área solo escuchabas el sonido de la brisa o alguna cosa material que esta movía, sin embargo, los chicos no eran temerosos a las leyendas de los cementerios, ni ánimas, fantasmas, brujas o demonios que saliesen de las tumbas.

Los infantes, casi todos de rasgos acholados, menos Tico, hijo de un español y una negra darienita, era blanco, cabello de afro, ojos verdes y aparentaba unos 14 años por su estatura, en comparación con sus amigos de piel canela, cabello lacio negro, ojos pardos y de baja estatura.

Durante una de esas noches de travesuras, Tico logró agarrar una flor silvestre de la tumba de un niño de 12 años, muerto tras una batalla contra una enfermedad, pero como había poca luz, no se dio cuenta de dónde obtuvo el premio.

Se fueron a sus casas tras terminar sus ratos de ocio para ser regañados como siempre, aunque a Tico lo castigaron y no lo dejaron ver televisión.

Tuvo una pesadilla esa misma noche en la cual un infante lo correteaba en el cementerio mientras le reclamaba por la flor que agarró de su tumba, lo que generó que mojara su pijama del susto.

Al mediodía fue donde Tuco y Toto para contar el terrible sueño, sus amigos rieron y le dijeron que solo era excusa para no jugar o sus papás lo taparían para no ir más tarde a divertirse.

—Soy valiente e iré con ustedes hoy al cementerio. Nada de culillo—, afirmó Tico molesto a sus amigos.



—No te pongas bravo—, respondió Tuco.

—Solo queríamos molestar—, añadió Toto.

Pasaron las horas y llegó el momento de ir al cementerio, decidieron quedarse más tiempo hasta esperar si acontecía algo, tener varias flores y quedarse 5 minutos dentro del camposanto.

Hicieron lo planificado, pero al momento de la espera en el suelo salió neblina, la temperatura bajó, las puertas del lugar se cerraron solas, por lo que los tres chiquillos vieron cómo las cadenas se enrollaban y casi se cagan de terror.

Una figura levitaba, un infante con rasgos indígenas se acercó a ellos, no tenía ojos, ni lengua, pero sí mucho cabello, con color de cuerpo entre blanco y azul mezclado.

—¿Dónde está mi flor? ¿Por qué se las roban de mi tumba? —, interrogó el fantasma.

—Perdón, solo jugábamos, somos niños—, respondió Toto.

—Los cementerios no son sitio para jugar, sino para descansar—, resaltó el muerto.

—Perdón, pero no nos lleve, no nos mate—, manifestó Tuco.

—Si los vuelvo a ver de nuevo en mi tumba, me los llevo a los tres—, dijo el espíritu, se perdió entre la neblina y la temperatura subió.

Los tres muchachitos corrieron, Tuco se hizo caca en su pantalón, mientras que Tico y Toto se orinaron y jamás volvieron a jugar ni entraron al cementerio de Metetí.


La Bruja de Metetí

En momentos que agonizaba, doña Chona, conocida como La Bruja de Metetí, en Darién, Panamá, la anciana a sus 71 años, no podía morir porque había algo que le impedía se fuese al más allá. 

La mujer estaba rodeada de sus nietos, algunos bisnietos, tres de sus hijos vivos y algunos amigos que esperaban heredar parte de las tierras, ganado y dinero que la mujer tenía en el banco.

La señora era muy respetada en la zona, se casó muy joven y enviudó a los 43 años, nunca más volvió a casarse, pero en el pueblo decían que una maldición cayó sobre su vida para no tener más pareja.

Practicaba la brujería, era experta para atraer dinero, neutralizar a sus enemigos y había gente que la odiaba también, ya que cometió algunos pecados al despojar de terrenos a humildes campesinos.

Aunque posteriormente les entregaba el dinero por el valor de la finca y poseía mucho poder porque en su casa políticos la visitaban en busca de su bendición.



Fuertes rumores corrían por Metetí de que doña Chona, se convertía en gárgola para recorrer extensas zonas de la selvática provincia panameña en busca de oro y localizar a los taladores ilegales de madera.

Varios de ellos aparecieron muertos, la policía no tenía pistas, sin embargo, sus cuerpos no tenían sangre, pero sí una marca de colmillos en su brazo derecho, lo que los galenos de Medicina Legal, argumentaban que alguien las extrajo.

Entretanto, todos miraban cómo dona Chona se resistía a fallecer, luego mariposas negras volaban sobre su lecho, en momentos que el público miraba que los insectos se elevaban con la cabeza hacia abajo.

Una de sus sobrinas, la agarró, la colocó boca abajo y la señora falleció.

Lágrimas, abrazos, miradas tristes por la muerte de doña Chona, quien fue sepultada al día siguiente, aunque el cura del poblado se negó a realizar la misa.

A la semana unos carajillos jugaban en el cementerio de Metetí, al pasar por la tumba de la bruja observaron algo terrible porque la fosa estaba abierta y el féretro vacío.

Cagados de miedo, los infantes huyeron, avisaron y medio pueblo fue a ver lo acontecido, se persignaron, rezaron la Avemaría y el Padrenuestro.

El chisme por todo Darién es que a doña Chona, conocida como La Bruja de Metetí, el diablo se llevó su cuerpo, mientras que en las noches algunos afirman que vieron la sombra de un pájaro grande o gárgola volando en el cielo del poblado darienita.

Toda su fortuna la dejó a los pobres de Darién

El británico asesino

Una alerta de la Interpol logró la captura del británico Ryan Bush, de 25 años, principal sospechoso de la muerte de la reina de belleza barranquillera Zoila Patrón, de 20 años, cuyo cuerpo fue hallado en la playa por un recogedor de latas en la noche.

Bush pensó burlar los controles del aeropuerto internacional de Tocumen, aunque no había forma de escapar de las autoridades panameñas, además el gobierno colombiano lo buscaba por presuntamente ser el autor del brutal asesinato.

Cualquiera que viese las redes sociales o los diarios reconocería a Bush porque estaba en todas, al huir de la bella ciudad costeña, un día después que la matara por estrangulamiento, el caballero era tendencia.

Y es que los malditos celos de Bush con el estilista de Zoila, identificado como Ramón Sevillano, provocó que perdiera los estribos, le metiera varios puñetazos y posteriormente la estrangulara con su propia camiseta.



Ser ultimado a manos de un ser amado es algo conmovedor para los parientes de la víctima y Zoila desde adolescente manifestaba que al ser mayor no ser casaría con un paisano suyo.

De mediana estatura, piel canela, ojos oscuros y brillantes, cabello negro corto y delgada, la dama siempre afirmó que mejoraría la raza al unirse legalmente con un estadounidense, europeo o canadiense.

Todo un malinchismo, como llaman los mexicanos, al sostener que lo extranjero es mejor que lo del patio, quizás por ignorancia, falta de cultura general o carencia del hábito de la lectura.

La pareja se conoció en un restaurante barranquillero, bailaron champeta, luego vallenato y posteriormente aterrizó el beso que sellaría un amor de seis meses con un final trágico.

Bush laboraba como ejecutivo de una transnacional de comunicaciones y Zoila, una azafata de perfumes convertida posteriormente en Señorita Barranquilla para Miss Mundo.



El británico le confesó a los agentes del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) su encendido celo con Ramón, quien al final del camino resultó ser un homosexual oculto y confidente de la asesinada.

Todo para nada, el hombre quiso buscar protección de la embajada británica como ciudadano, pero allí le respondieron que solo sería asesoría para temas legales porque no apadrinaban crímenes y menos brutales.

El caballero, pelirrojo, ojos azules, alto, con cuerpo de luchador, espera en una celda de la ciudad costeña un juicio por el delito que cometió y quizás una muerte en venganza por sus actos.

No siempre lo importado es mejor que lo local, aunque el tamal esté imperfecto.

Foto de Barranquilla de Nick Wehrli.


Mi patrona la inglesa

 Anna Collins de Díaz, fue mi jefa en una vivienda en Altos del Golf, ubicada en el corregimiento de San Francisco, en la ciudad de Panamá, un barrio de rabiblancos como llamamos a los oligarcas panameños.

Trabajé allí dos años como su conductor hasta que me despidieron sin pagarme las prestaciones y ahora hay un litigio en un juzgado de trabajo porque no me dejaré joder.

Mi antiguo patrón era Esteban Díaz, accionista de muchas empresas, terrateniente, fumón de marihuana, aficionado al alcohol, mujeriego y cuando estaba borracho se le mojaba la canoa.

Me contrataron para que vigilara a mi jefa, Anna, una inglesa, rubia, de ojos verdes, blanca como la espuma, lindo caballo amarillo, de estatura alta, operada de senos y traseros, con rinoplastia y de 35 años.



Esteban jamás se imaginó que un chombón o un negro como yo, casi tirando azul, bembón, pobretón y limpio, se almorzaría a su mujer, lo que generó obviamente mi destitución como chofer.

Laboraba casi todo el día, desde las siete de la mañana hasta casi las ocho de la noche, ella lo perseguía para captar sus infidelidades, a pesar de que mi patrón la complacía con todos sus caprichos.

Viajes, joyas, ropa carísima, zapatos, peinados, tratamientos de la piel, autos lujosos y todo lo que una mujer quisiera tener, pero no contaba con felicidad.

Ella me compraba comida y me daba buenas propinas diarias de unos 20 o 30 dólares, quizás para jalarme de su lado porque quien pagaba mi salario era Esteban.

A mi patrón lo pillamos varias veces con mujeres, preferí guardar silencio porque me encontraba entre la espada y la pared, Anna me explicó que si me botaban me ayudaría a conseguir trabajo.

Ella nunca le fue infiel, como pensaba Esteban, así que en mis informes no había nada malo que decir, ya que la dama no tenía mocito, amante o amigo de cama.

Pasó el tiempo hasta que mi jefe se fue de viaje, Anna me hizo conducir hasta una casa de playa para una fiesta de mujeres un jueves.

Mientras ellas gozaban yo afuera en el carro esperando como un pendejo, posteriormente mi jefa me trajo una cerveza con comida, pero más que los alimentos lo que me dejó loquito fue su traje de baño.



Era dos piezas que apenas cubrían, sus senos tapados solo con una tirita, un hilo dental y abajo casi se apreciaba el túnel del amor.

Bien bebida en güisqui, se metió al carro y me daba los alimentos hasta que un pedazo de carne cayó en sus piernas, me dijo que si era valiente la recogiera con mi boca.

Me asusté, la europea sonreía y fue cuando se despojó de todo su vestido de baño, como soy un varón, fui al cuero ahí mismo en el vehículo.

Me besaba, acariciaba, gritaba como loca y se movía como una batidora, sin embargo, al escuchar los gritos, sus amigas salieron y vieron nuestra vestimenta de piel.

Una de esas mujeres le sapeó a mi patrón y al retornar mi jefe me botó el mismo día.

Pero lo que él no sabe es que este chombón, de 23 años, que tanto insultó, cada dos días se encuentra con su rubia inglesa para darle lo suyo.

La tía de mi amiga

 Los martes y jueves hacíamos tareas universitarias en casa de Mercedes, quien residía en Chanis, en la periferia de la ciudad de Panamá, era algo continuo desde el primer semestre.

Soy Pedro, estudio arquitectura y Mercedes es mi mejor amiga del salón, vivo en Reparto Nuevo Panamá, cerca de mi compañera de clases, conozco a toda su familia y ella a la mía.

Una de esas tardes, cuando llegamos a la vivienda de Meche, nos abrió la puerta una mujer muy atractiva, de raza negra, alta, senos inmensos, lindo cabello oscuro, ojos pardos y cuerpo de guitarra, lo que me dejó idiotizado.

Meche la abrazó, me la presentó como su tía Allison, quien llegó de Bocas del Toro para trabajar como profesora en un colegio estatal del corregimiento de Juan Díaz.



Allison tiene 45 años, divorciada, con un hijo de 20 años, estudiante de leyes en Chiriquí, reside con su padre, mientras que la tía de mi amiga es soltera.

En un principio me dio pena que Meche se diera cuenta, solo me dijo que su tía es muy linda, sin embargo, mi edad de 22 años era insuficiente para conquistarla. No le refuté nada.

Soñaba con tener a Allison de pareja, algo así como café con leche porque soy blanco, ojos verdes, cabello castaño claro y alto.

Me gusta jugar bola suave en el cuadro de Chanis, allí hay una liga y disfruto ese deporte como no tienen idea.

Durante un partido de esa disciplina deportiva, logré un juego perfecto, no carreras ni me colocaron imparables.

Todos me felicitaron, mi equipo, Los Tigres de Reparto ganaron esa tarde dominical, nos marchamos hacia un bar cercano a celebrar y allí me encontré a Allison con unas docentes.

Me di cuenta de que la tía de mi amiga sentía cierta atracción por mí, intenté conquistarla, bebimos y me comentó que es una mujer madura, no da vueltas y fuimos a lo que ustedes ya se imaginan.

Todo normal, iba a casa de Meche a realizar las faenas universitarias, pero su tía estaba en el colegio en las tardes.



Los encuentros con Allison eran clandestinos hasta que Meche nos vio en el restaurante Broncos, saliendo y tomados de la mano.

Nos saludó y sonrió, sin embargo, a mi novia madura no le gustó y prefirió citas clandestinas en hoteles.

Como no tenía novia, ni ella marido no usamos protección, lo que significó que a los cuatro meses Allison quedó preñada porque no estaba operada.

Ambas familias pegaron el grito al cielo, un pela’o con una veterana y preñada, lo que causó el disgusto de Meche y terminó mi amistad con ella.

Descubrí que mi amiga en realidad siempre estuvo enamorada de mí, no lo sabía y tampoco me atraía como mujer.

Al final de la historia mi madre aceptó a Allison hasta que diese a luz y luego buscásemos un lugar para vivir.

Jamás pensé en conocer y menos embarazar a la tía de mi amiga.

Cyclus

 

Por: Hermógenes L. Mora 

Sufro en este entorno sin retorno

entre paredes, preso, acosado por los años

sufro, en este pueblo de costumbres tergiversadas.

 


El día no conduce a nada

y la noche es tan pesada carga,

 como la carga de un policía

que usa uniformes desteñidos,

o como la de un maestro sin vocación.

 

¿Cómo resarcir un alma triste?

 

Sufro en este entorno sin retorno

en este espacio limitado, en este tiempo

sin tiempo

en esta vida sin vida,

en este pueblo de costumbres tergiversadas.

Nicaragua, 22/9/2022

Foto de Carlos Camarena Medina.


El violador de Vacamonte

Sin encontrar una solución al problema, el investigador Fabricio Patel, se rascaba la cabeza en su escritorio de la Fiscalía de Delitos Sexuales de Arraiján, Panamá Oeste, ya que no tenía una sola pista.

Cuatro damas fueron víctimas de violación, en Altamira, Calle 10, Vacamonte; La Constancia y La Reyna, no había sospechoso, ni declaraciones porque las atrapaba por la espalda, le colocaba un pañuelo con cloroformo y las dejaba inconscientes.

Las mancilladas explicaron al investigador que no recordaban nada porque fueron drogadas, lo que significa que ni siquiera estaban en sus cabales al ser humilladas sexualmente.

Se incrementó las patrullas de la Policía Nacional (PN) con el fin de vigilar las calles, principalmente las zonas donde poco había luz eléctrica en los postes de alumbrado.



De madre panameña y de padre oriundo de Mumbai, India, Patel estudió Criminología, analizaba las fotos de los lugares las mujeres eran atacadas, el modus operandi del violador y los comparó con otros criminales.

Transcurrieron tres semanas cuando una chica denunció en la Dirección de Investigación Judicial (DIJ) de Vacamonte que un hombre, con pasamontañas, de estatura alta, vestía un pantalón vaquero, guantes negros y una cuerda roja, intentó atacarla.

—Me salvé porque giré, intentó sujetarme, vi que parpadeaba mucho sus ojos negros. No puede determinar su raza, pero le di una patada en los testículos, se le cayó un paquete de cigarrillos Marlboro rojo y usaba un suéter cuello de tortuga—.

La declaración le fue remitida a Patel, quien la adjuntó al expediente, ya tenía algo, iris oscuros y alto, buscó entre los posibles sospechosos con historial criminal, sin embargo, ninguno era compatible con la poca descripción.

Se reportó otra violación, Patel estaba molesto, su jefe lo presionaba para obtener resultados inmediatos.

Al mes, durante un viernes en un antro de Vista Alegre, Patel estaba con unos compañeros de trabajo en un bar, cuando vio un hombre de piel canela, alto, y le llamó la atención porque parpadeaba demasiado y vestía una camiseta cuello de tortuga.



El desconocido caballero salió a fumar, el investigador lo siguió, le pidió un cigarrillo y el hombre sacó un paquete de Marlboro rojo, se pusieron a platicar del bar.

Patel memorizó la matrícula del vehículo cuando el masculino se marchó.

El lunes siguiente hallaron su dirección, lo vigilaron por dos días y fotografiaron cuando abrió el maletero de su automóvil donde había una soga roja.

Con autorización de un juez, allanaron la residencia del presunto violador, identificado como Armando Pérez, un enfermero de 34 años, casado y con dos hijos, residente en Los Cerezos 2.

Encontraron la cuerda roja, los guantes negros, varios suéteres cuellos de tortuga negros y pasamontañas del mismo color.

Su parpadeo lo delató, aunque bien cubierto de pies a cabeza, su tic nervioso fue lo que lo arrastró a la cárcel.

 

 

 

 

 

 

 

Los Rolex hurtados

Arcadio Salazar observó al resto de los detenidos en una celda preventiva de la Dirección de Investigación Judicial (DIJ) de Panamá y recordó cuando un policía le mostraba los tres relojes Rolex que supuestamente hurtó.

Al lado del agente estaba Karl Becker, el hijo del dueño de la empresa (Arcadio era su gerente), mientras que los hechos se registraron en un hotel de playa donde se realizaba una convención internacional de industriales.

Sorprendidos, los asistentes miraban cuando Arcadio era conducido al radio patrulla, esposado, avergonzado, humillado y mancillado.

El caballero alegaba su inocencia, aducía que era una conspiración para evitar ser ascendido a la presidencia de la empresa Industrias Panamá S.A. que fabrica y exporta cajas de plástico.

Karl Becker, no soportaba al gerente por ser negro, hijo de una humilde cocinera que ganó una beca para estudiar ingeniería industrial en Londres, Reino Unido.



Por su parte, Julio Montenegro, es el investigador del caso, le llamó la atención que un hombre con un salario mensual de 10 mil dólares, hurtaba tres relojes valorados en 20 mil dólares cada uno.

—Aquí hay gato encerrado. No tiene ni pies ni cabeza, él tiene diez años de trabajar en esa compañía y pudo haberlos comprado—, le comentó Julio al director de la DIJ, Alfonso Martínez.

Paralelamente, la madre de Arcadio lo fue a visitar a prisión, lloró y le reclamó que, a punta de vender empanadas, tamales, arroz y sopa, lo educó para que la decepcionara.

—Soy pobre, pero manchaste mi apellido. Tu papá desapareció cuando le informé que estaba embarazada, te crie sola y así me pagas—.

Cuatro días llevaba Arcadio preso, sería llevado al Sistema Penal Acusatorio (SPA), cuando le informaron a Julio que en el hotel un empleado reportó que se encontró una mancuerna de oro para sujetar mangas.

La noche de los hechos, se fue la luz y la planta del hotel no funcionó, lo que daba la impresión de que fue planificado.

El investigador regresó al hotel, preguntó por la mancuerna encontrada frente a la puerta de la habitación donde se hospedó Arcadio y se la entregaron.



Muy fina, brillante, tenía un diamante y unas iniciales de KB, lo que llamó la atención del inspector.

Fue directamente donde Karl Becker, le preguntó dónde estaba una de sus mancuernas de oro y diamante con sus iniciales, pero el caballero se tornó nervioso.

Era cierto el argumento de Arcadio, Karl sembró los Rolex para tacharlo de ratero y evitar que ascendiera a la presidencia.

Karl estando detenido, confesó y pidió perdón por sus actos, aunque Julio le recomendó contratar a un abogado y explicar al juez su acción.

Posteriormente, Arcadio, libre de toda culpa, quedó de presidente de la compañía.

Eso fue una conspiración que falló por un error al dejar por accidente una prenda que identificó al autor del delito.

Fotografías cortesía de Freepik.

Magia peligrosa

Lo que parecía ser imposible, lo logró Pancho Cárdenas, un aspirante a magia negra, vecino de Villa Lorena, corregimiento de Río Abajo, en la ciudad de Panamá.

El caballero, tras ensayar logró doblar una cuchara, estuvo diez años practicando la fuerza de la mirada, los parroquianos del barrio lo tildaban de loco de atar y demente.

Pancho vivía con su madre, una evangélica que le rogaba de hacer esas prácticas oscuras porque argumentaba que eran cosas del diablo, sin embargo, el imberbe de 25 años no obedecía a la autora de sus días.



Laboraba como carnicero en una cadena de supermercados, le hacía bromas de magia a sus compañeros de trabajo, menos a Roberta, de quien estaba locamente enamorado, pero la dama tiene su pareja.

Para impresionar un día, Pancho dobló un cuchillo con que parte las carnes frente a Roberta, quien se mostró impresionada con el mago, sin embargo, aún no le daba el sí de la infidelidad.

Consiguió una oración extraña para levantarse a la chica y rezaba en las mañanas, tras despertar y antes de dormir.

—Roberta, Roberta, te dejo la puerta abierta para que entres en mi cama y me hagas el amor como una cabalgata—.

Colores extraños atraen, Pacho es blanco, cabello negro, con pecas en su rostro, ojos verdes, de baja estatura y delgado, mientras que Roberta es toda una pocotona de piel canela, ojos pardos, linda caballera oscura y un caminado sexi.

El masculino insistió hasta que por fin Roberta aceptó salir con él una noche, se fueron a la Birra de Juan Díaz, a mover el esqueleto, a comer pollo asado y beber unas cervezas.

La cita terminó en uno de esos moteles para parejas e infieles, donde Roberta cabalgó y cabalgó hasta que dejó el hombre seco.



No obstante, en la vida todo tiene un precio porque Pancho prometió a sus dioses oscuros ofrecer lo que ellos pidieran para conseguir ese amor.

Y en efecto, como suele suceder, el que tiene deuda paga tarde o temprano.

Un sábado en la noche, Pancho marcó la pared con una tiza una especie de puerta para huir con su amada.

—En el nombre de la oscuridad y la magia, que se abra esta puerta para fugarme con Roberta—.

Repitió tres veces lo mismo, hasta que la puerta se tornó de cristal, se abrió y hacía a un frío intenso, nevaba y se veían muchos cuervos en el cielo.

El hombre sorprendido, se arrodilló para dar las gracias, fue entonces cuando una mano blanca gigantesca, lo atrapó y lo introdujo en la dimensión desconocida.

Nunca más se supo del mago Pancho.

Fotografía de la nieve de Kj. Pargeter e imagen de la modelo de Cookie Studio.


¿Dónde encontrar una historia?

Platicaba con una compañera de trabajo y me preguntó de dónde salía mi inspiración para escribir tantas historias.

Mi primera reacción fue sonreír, posteriormente respondí que fui reportero muchos años, cubrí secciones de política, económica, judicial, policiales e incluso realicé coberturas internacionales en Estados Unidos, Colombia, Costa Rica, Venezuela y Taiwán.

Las mejores narraciones están en las secciones judiciales y policiales, prueba de ello es que las series más exitosas de la televisión o cine, la mayoría, provienen de esos subgéneros literarios.

Otra arista de fuentes de historias son los poblados pequeños, ya que de allí viene el viejo refrán que dice lo siguiente: “pueblo chico, infierno grande”.



Un escritor sabe que muchas veces su inspiración también viene de un sueño, algo que vio, le contaron, una obra que leyó, una película o serie que disfrutó o alguien que conoció, esta última conocida como musas.

En la actualidad escribo un manuscrito relacionado con la prostitución, de alguien que escuché su historia, increíble, pero cierto que la tenía a mi lado hasta que, al oír  su triste vida, decidí hacer la obra con cambios de nombres y lugares como es lo correcto.

No es necesario romperse la cabeza para crear un ambiente en Nueva York, Londres, París y Roma porque lo tenemos frente a nuestra vista y oídos.

Algo gratificante escribir basado en sueños o pesadillas, como ocurrió con mi novela La Isla Camila y varios capítulos del primer tomo de El Exorcista de Vacamonte.

Solo debemos mirar un poco más y luego sentarnos en la computadora, tras hacer el esquema de personajes, ambiente, el principio y el final.

Cuando empiezo a escribir un relato o novela, desde el inicio tengo el final porque si un literato no tiene el fin, la redacción será infinita.

Así es de sencillo, no tiene que inventar una teoría de la relatividad.

Muy joven para envilecer

 

Celeste Azcárraga, a sus 17 años, llevaba una larga carretera recorrida, principalmente cuando en las noches andaba en la vía Véneto de Panamá, en busca de algún turista europeo, canadiense o estadounidense para alquilar su voluptuoso cuerpo a cambio de dinero.

Necesitaba sobrevivir porque lleva el sustento de su madre y su hermano de 8 años, quienes la esperan cuando los rayos del sol apenas apuntan para saciar su estómago danzante por falta de alimentos.

Una triste vida, la princesa, de mediana estatura, blanca, cabello castaño claro, ojos verdes, rostro de infante y cuerpo de vedette, Celeste se vio obligada por Marianela, la autora de sus días, a subirse ese demoníaco tren por su adicción a la marihuana y el alcohol.



Cuando la vio crecer, Marianela sabía que era su gallina de huevos de oro, su mina de plata, su recurso natural explotable para alimentar su interior de sustancias psicotrópicas y llenar su hígado de ron o seco.

Abandonó el XI grado de bachillerato en ciencias porque putear era prioridad, ya que el árbol de los estudios tarda años de dar frutos, es lectora compulsiva y admiradora de documentales en sus ratos libres.

El amor estaba vetado, Marianela le prohibió las visitas del vecino Rogelio, de 17 años, un imberbe a punto de graduarse del colegio secundario Elena Ch. de Pinate, en el corregimiento de Juan Díaz, en las afueras de la capital.

Ambos vecinos de Ciudad Radial, en Concepción, Juan Díaz, un ghetto en todo su esplendor donde las drogas abundan como las gotas de lluvia y aguardan las tormentas de esperanzas de un mejor futuro.

Tan joven y le fue presentada la gonorrea con la sífilis, difíciles de curar y que impiden que labore en las noches, mientras huye de la policía que le pide su cédula porque saben que es menor.



Ya la pillaron dos veces, pero la meten a la patrulla y paga con felaciones a los agentes del orden público, unos aprovechadores de una fémina que inició su carrera del amor casi al cumplir 16 años.

Celeste pierde sensibilidad, aunque su corazón es un flan cubierto con duros golpes, espera algún día la muerte de Marianela para terminar su escuela y unirse con Rogelio.

 

Imagen de mujer de Freepick.


Secuelas de una guerra

Posteriormente de regresar de Vietnam a Nueva York, el cabo Marc Hernández, trajo las secuelas de un frente de guerra, víctima del agente naranja, un pesticida utilizado por las tropas estadounidenses para acabar con los inmensos bosques del país asiático.

La idea era encontrar los escondites del Viet Cong, sin embargo, los propios soldados libertadores fueron blanco del plaguicida por su mal manipulación o sencillamente estaban en las zonas donde lo rociaban.

Corría el año 1971, había conversaciones de paz entre Estados Unidos y Vietnam del Norte, se redujo la cantidad de tropas norteamericanas en el teatro de operaciones, mientras que miles de boricuas retornaron a la isla o al territorio continental estadounidense.

Estrés postraumático, locura temporal o permanente, recuerdos turbios, pesadillas y enfermedades derivadas del agente naranja fue la herencia de los llamados a luchar por sorteos parecidos al de la lotería.



Hernández, estaba casado con la panameña Flor Pérez, chiricana, quien se acostumbró a los gritos nocturnos de su marido cuando se levantaba de la cama para llamar a sus camaradas de guerra.

Su mente viajaba hacia la selva en Vietnam para gritar palabras fuertes en inglés, mencionar los apellidos Collins, Méndez, Smith, Daly y otros, algunos caídos en combate.

El caballero, alto, de cabello negro, blanco y ojos miel, con figura de leñador se sentaba en una esquina de la cama o de la pared a llorar a sus amigos asesinados por las balas enemigas o las mortales trampas.

Puerto Rico es un Estado Libre Asociado de Estados Unidos, un término muy lindo para no llamarlo colonia, desde 1898 pasó de España a los norteamericanos y hasta marzo de 1917, tras 19 años de no ser ni uno ni otro, les dieron la ciudadanía de EE. UU.

Esto no fue gratis, sino para reclutarlos con el fin de enviarlos al  frente contra Alemania, y varias guerras después, los boricuas corren la misma suerte.

Hernández, como otros paisanos suyos, ven la solución de sus apuros económicos en ingresar al ejército de Estados Unidos.

Mientras que, entre tratamiento psiquiátrico y medicinas, se cuidaba al paciente o quizás debió estar en un sanatorio mental, pero el Departamento de Defensa hizo recortes presupuestarios a sus veteranos.



Como resultaba muy caro vivir en la Gran Manzana, Hernández y Flor, decidieron arrendar un apartamento en El Cangrejo, en la ciudad de Panamá, con sus hijos Marc y Susan, de 17 y 19 años.

Tenían una vida cómoda económicamente, sin embargo, los ataques de locura del veterano no se detenían, lo que asustó a sus vecinos y luego se acostumbraron.

Susan ya grande y con temor a una tragedia, adquirió un revólver 38 que escondió de su papá, aunque el soldado retirado halló el arma de fuego.

Un 1 de abril de 1999, cuando los rayos del sol apenas despertaban, Hernández se levantó, llamó a sus compañeros del frente, al no escuchar respuesta, corrió a la pieza de su hija y tomó el arma.

Le gritó fuck Viet Cong, le pegó dos tiros a su primogénita, se fue al cuarto de su hijo e hizo lo mismo y por último caminó hacia la habitación nupcial, donde su aterrada esposa le suplicaba please, don´t shot .

El antiguo soldado abrió fuego contra su mujer (creyó que todos eran el enemigo) y al final  puso el arma en su sien derecha para no rendirse ante su adversario militar. Se mató.

Las muertes fueron parte de las secuelas de una guerra.

La literatura erótica

Cuando empecé a escribir el novelette, La Madrastra Sexi, fue toda una odisea, primero porque nació de un relato para este blog, posteriormente cambié de opinión para convertirla en relato y al final terminó como una novela corta.

Fue mi experimento de obra literaria escrita en primera persona, en el cual se describen fuertes escenas de sexo, sin embargo, utilicé los recursos literarios de metáforas en la historia.

Insisto que cada literato tiene su estilo, leí algunos escritos relacionados con este subgénero de la novela y varios colegas redactan como dicen en mi Panamá a calzón quita’o.



Pero, detrás de una portada sugestiva y con títulos llamativos, este subgénero tiene mucho más que relatos eróticos de senos, traseros, aparatos reproductores, semen o posiciones sexuales.

Hay auténticas historias, muchas de ellas basadas en hechos reales, que trasladan al lector a prisiones, familias desastrosas, parientes malévolos, compañeros de trabajo acosadores o narraciones de prostitución.

Claro, quizás muchos piensen a quién le interesa la vida de una trota calles, sin embargo, ellas tienen numerosas anécdotas que contar, sufren, lloran, ríen y sus clientes les confiesan hasta el modo de ir al baño.

Con el paso del tiempo, la literatura erótica dejó de ser un tabú para colocarse en las librerías de los distintos países, donde nuestras sociedades hipócritas veían esos libros como herejía, pero a lo escondido los leían.

En el caso de La Madrastra Sexi, ya hay un segundo tomo, el primero fue publicado en diciembre de 2022, en la plataforma de Amazon para tapa blanda y digital, además importé ejemplares a Panamá con el fin de distribuirlos.

La literatura erótica  es millonaria en reales y auténticas historias que llegaron para afincarse entre los lectores. ¡Les encantará!