Los vecinos del poblado de Sapzurro, en el departamento colombiano de Chocó, escucharon la voz de un rebelde que solicitaba los miembros de la Policía Nacional que se rindieran porque estaban rodeados.
Un lugar con menos de 600 habitantes, turístico y
caribeño, de paso para ingresar a La Miel, en Panamá, por donde los guerrilleros
de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) subieron hasta la cima de la colina y desde el istmo colocaron sus posiciones.
—Rendirnos sin pelear nunca—, se escuchó la voz del
jefe de la estación de policía.
Los insurgentes ordenaron a los residentes cercanos al
objetivo que abandonaran sus casas porque empezaría el tiroteo de no haber una
bandera blanca, pero nunca la izaron.
Inició el tiroteo con armas rusas AK-47, granadas y
cilindros de gas como morteros, los uniformados respondieron a la guerrilla con
las armas vendidas por EEUU.
Un país atrapado desde los años 60, entre la guerra fría,
los rebeldes para imponer el sistema que Moscú quería, mientras que, desde el Palacio
de Nariño, los gobiernos defendían el capitalismo de Washington.
Colombia ponía los muertos, y la desaparecida Unión Soviética
y Estados Unidos las armas para derramar sangre.
Entretanto, los residentes de La Miel, sabían que al
atacar desde Panamá la guerrilla, los miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia
(AUC) los visitarían para pasar factura.
Del lado colombiano, no paraban las balas, ya había
varios muertos, tanto de la izquierda como la derecha, campesinos, pescadores y
gente de escasos recuerdos que entraban al ejército, muchos, por razones económicas
y en la guerrilla por voluntad o reclutados a la fuerza.
El ataque inició a las 0:20 a.m. y ya eran las 6:35 a.m.,
pero las balas viajaban de un bando al otro hasta que los agentes del orden público
se rindieron porque se quedaron sin municiones para defender su posición.
Los pobladores horrorizados como sucede en tiempos de
guerra.
El cura de Sapzurro tuvo que intervenir para que la
insurgencia no ejecutara extrajudicialmente a los policías, no tenían opción de
hacerlos prisioneros, así que los dejaron irse hasta Capurganá, no sin antes
enterrar a sus compañeros de armas muertos.
Hubo un revuelo en La Miel, sus habitantes huyeron a Puerto
Obaldía, en Guna Yala, ante el temor una masacre de la ultraderecha, el
gobierno panameño intervino y dejó un puesto policial permanente en el pueblo.
También un pacto secreto entre las Farc y las
autoridades istmeñas para que no usaran el país como centro de operaciones,
solamente para descansar en la selvática Darién cuando el ejército los perseguía.
La gente volvió a la Miel, a los meses se reconstruyó
el cuartel de Sapzurro, sin embargo, los vecinos aún recuerdan el sonido de las
balas y los cilindros de gas, además de las palabras ríndanse y nunca, hijos de
puta guerrilleros.