La llegada del profesor de inglés Max Taylor desde Colón, Panamá; hacia San Félix, revolucionó al pueblo chiricano, ya que el aspecto físico del caballero era de un don Juan, encantador, inteligente, aplicado, culto y muy sincero.
En el año 1976 había demasiados tabúes en la sociedad
mundial, por lo que la panameña no se quedaba atrás, el docente corría, hacía
ejercicios fuertes como levantar pesas, montaba bicicleta, lector empedernido y
le encantaban las mujeres.
Liberal de ideas políticas, antimilitarista, ganó la
simpatía de las familias terratenientes y oligarcas de la zona, aunque también
la enemistad de los adictos al gobierno de los militares que gobernó durante 21
años la nación canalera.
Alto, de cabello afro, castaño oscuro, ojos verdes y cuerpo
de un soldado de infantería, Max sedujo a mujeres casadas, solteras, unidas,
blancas, negras, chinas y varias de la etnia Ngäbe-Buglé, pero a ni una sola la
embarazaba.
Corría abril del 1977 en la zona todo cambió, Max era
el soltero más cotizado hasta que conoció a Aldira Montezuma, una india del
lugar, unida, con dos hijos, con cuerpo escultural, seductora y
practicante de la magia negra.
Una noche, en un baile típico del pueblo, el marido de
Aldira no estaba porque laboraba en las fincas cafetaleras costarricenses para
ganarse unos reales, mientras a su mujer otro buay le sobaba toda su anatomía,
besaba sus carnosos labios y al final de la jornada la enyardó, como solía hacer con todas.
Sin embargo, lo que no se esperaba el caballero
conquistador era la dama estaba dispuesta a dejar su marido para juntarse con
el profesor, pero este le notificó que llegó a San Félix a trabajar y pasarla bien,
lo que no le gustó a la dama.
No hubo variaciones, a los tres meses Max venía de la
cantina del pueblo algo tomado, giró para la casa donde arrendaba un cuarto, no
obstante, el caballero se perdió y terminó camino al cementerio.
Se le apareció una mujer linda, Ngäbe-Buglé, tan
preciosa como Aldira, vestía una nagua verde, con sus respectivos adornos geométricos, chaquiras en su cuello y coqueta sonrisa.
Le hizo señas al docente para que la siguiera y este
lo hizo, el camino se hizo largo y de pronto la mujer atravesó la puerta del
cementerio para desaparecer.
Max aterrado corrió hasta llegar a su cuarto, al día
siguiente le dijo a la dueña de la casa lo que vio, ella no respondió, aunque
sabía que era un acto de venganza de Aldira, herida por el rechazo del
masculino.
Con el paso del tiempo la salud de Max se deterioró,
se puso delgado, su cabello encaneció con casi 30 años, nunca lo dejaban solo por miedoso y
cuando terminaba sus clases caminaba con sus estudiantes hasta una casa de
alquiler donde se mudó.
En febrero de 1982, lo encontraron muerto en su
vivienda de arriendo, el reporte médico dictaminó que falleció por un paro
respiratorio y como vivía solo nadie logró ayudarlo.
Los vecinos dicen que el profesor, por andar de mujer
en mujer, Aldira lo embrujó para que no tuviese pareja y muriera poco a poco.
Por su parte, la dama herida en su orgullo femenino se
suicidó al ahorcarse de un árbol porque no soportó ver morir al hombre que amó,
a pesar del daño que ella le causó.