Seis horas antes que le cortaran la garganta con un
filoso cuchillo, Luis Kaya III, se bañó, se puso un pantalón vaquero, Gianni
Versace azul, una camisa blanca, unos zapatos Salvatore Ferragamo y se fue a
desayunar.
Luis Kaya III, era nieto de un turco con el mismo
nombre, quien llegó por accidente a Colón, Panamá en 1933 porque iba con
destino a Nueva York, pero le gustó la hermosa ciudad y decidió quedarse,
trabajó y con artimañas fundó una fábrica de alimentos enlatados.
Sin embargo, de nada le valió dejar un imperio
comercial al morir porque su hijo, Luis Kaya II, la despilfarró en viajes,
mujeres, casinos, drogas y entrando en la política como candidato a alcalde de
la Ciudad de Colón en varias elecciones, todas perdidas.
La tercera generación de los Kaya salió igual a la
segunda, acostumbrado a una vida de lujos, de pronto se queda sin dinero y como
nunca en su vida laboró, se dedicó a lo más fácil como el tráfico de obras de
arte y drogas hacia Turquía.
Sus conexiones eran los carteles colombianos, tanto
para la heroína como para pinturas, esculturas y otras creaciones. Usaba a
Panamá como centro de acopio de la mercancía hurtada para luego exportarla a
Turquía.
El caballero era de abundante cabello negro, cejas muy
pobladas, casi dos metros de alto, ojos verdes, blanca piel y una atlética
figura.
Mientras que cinco horas antes que le cortaran la
garganta, el guapetón visitó a su amante, Sandra Sasson, en un apartamento en
Bella Vista, Ciudad de Panamá. La fémina era casada, así que las citas eran
secretas.
Luego se fue donde un antiguo amigo de su padre, quien
le advirtió que no se expusiera porque unos colombianos lo buscaban para asesinarlo,
ya que 20 kilos de heroína nunca llegaron a Estambul, por lo que sospechaban
que él (Luis Kaya III) se los había “volteado” (robado).
Tres horas antes que le cortaran la garganta, Luis
Kaya III, apareció donde Yussef Aziz, un colombiano originario de Maicao y de
ascendencia árabe, quien también le dijo que se cuidara.
-Compa, a mí nada me pueden hacer, ando armado y tengo
los huevos cuadrados-, respondió el panameño.
Salió del negocio del sudamericano, ubicado en Multi
Centro en Paitilla y vio una joven linda, de piel canela, ojos negros,
voluptuosa porque estaba operada en su cuerpo, dama que saludó a Luis Kaya III
y este le cayó de inmediato como buitre.
Se fueron a la planta baja del restaurante El Emir,
bebieron cerveza, comieron cordero, pan pita y hummus (crema de garbanzo con
limón) hasta que él la invitó a su apartamento y ella aceptó.
La “buenona” era Badra Ahmat, una barranquillera de
origen libanés, quien tomó de la mano al istmeño, se fueron a los
estacionamientos y llegaron hasta el BMW negro de Luis Kaya III.
Un huracán de besos se desató antes de subir al
vehículo, el caballero inspirado le acariciaba su piel, la fémina se dejó hasta
que un hombre salió, golpeó al istmeño con un madero en la cabeza, al caer lo
inyectaron y quedó drogado.
A la mañana siguiente, un vecino de Paitilla que
trotaba vio el cuerpo de Luis Kaya III, desnudo en el parque Nacho Valdés, con
la garganta cortada, desangrado y en el pecho escribieron "orospu cocu" (hijo de
puta en turco).
Llegó la policía, el Ministerio Público y una batería
de periodistas para cubrir el suceso de un muerto sin documento alguno que lo
identificara.
Badra Ahmat abandonó Panamá sin dejar rastro alguno.