Sacrificio por amor

Cuando a Leslie McGregor la detuvieron en el aeropuerto internacional de Tocumen, en junio de 2010, con tres kilos de opio, nunca se imaginó que su vida cambiaría de forma radical.

La escocesa venía de Bogotá e hizo una escala en Panamá por seis horas, luego debía tomar un avión que la llevaría a Madrid, entregaría el estupefaciente y posteriormente recibiría 10 mil euros (unos 10,600 dólares aproximadamente) y de allí a su natal ciudad.

Leslie McGregor, era oriunda de Calton, un barrio marginado, empobrecido y lleno de desesperanzas en Glasgow, ya que no crea que en Europa todos son ricos porque también se registra pobreza a montón.Pelirroja natural, ojos azules, abundante cabello lacio, alta y delgada, la mujer solamente entendió el verdadero embrollo en el que se metió cuando la sentenciaron a cinco años de prisión.



En el Centro Femenino de Rehabilitación Cecilia Orillac de Chiari, encontró un mundo dentro de otro.

Lesbianismo a montón, venta de drogas, peleas, las internas hacían su propia bebida fermentada con frutas, custodios y policías acosadores, quienes intercambiaban sexo por dinero o algo que necesitaran las detenidas.

Castigos, golpes y la dificultad del no dominio del idioma castellano fue la montaña de obstáculos que halló la ciudadana británica en Panamá.

Para tener algo de privacidad, en los camarotes se encerraba con retazos de telas de ropa o sábanas viejas que tapaban donde dormía y cuando apagaban las luces a las nueve de la noche, en el “hogar” (pabellones) era un horno por el calor.

Para tener algo de protección se hizo mujer de una de las jefas de la cárcel, quien le enseñó la lengua castiza, mientras evitaba buscar pleitos porque quería ser candidata a una rebaja de pena.



A la cárcel llegó un agente de policía, identificado como Rogelio Hopkins, oriundo de Bocas del Toro, de raza negra, alto, medio atlético, cuyo trabajo, como el resto de los uniformados, era cuidar el perímetro de la prisión.

Desde lejos, el agente del orden público se deleitaba de las presas hermosas, algunas se le ofrecían sexualmente a cambio de una fuga, droga, licor, dinero o que introdujera algún celular.

-Si me ayudas a meter un celular y marihuana, esta noche te doy hasta el chiquito-, le dijo una interna, pero él no le prestó atención.

Leslie McGregor ya tenía dos años de estar presa, no aguantaba más, quería evadirse, no tenía forma y con una colombiana, detenida también por drogas, planificaron una fuga.

Si resultaba el plan, cada una debía buscar la manera de sobrevivir y salir del país.

A los tres meses de la idea, la escocesa andaba con Rogelio Hopkins, quien, como otros custodios y policías, se daban banquete sexual con las internas.

Ella le contó a su novio, que en Tocumen ya sabían que vendría con la droga porque la idea era que otra chica española pasara sin ser descubierta con 30 kilos de opio. Fue usada de carnada.

Al tener seis meses de relación clandestina, el policía, por amor, prometió ayudarla y en efecto la dama se evadió junto con la sudamericana un largo fin de semana.



El policía cortó con un alicate la cerca para que la chica escapara de noche.

Vino el escándalo la investigación, la “novia” de la europea herida porque su pareja la abandonó y, como sabía todo, filtró que Rogelio Hopkins colaboró, por lo que fue interrogado y confesó su delito.

Lo despidieron, le hicieron un proceso judicial por el delito contra la administración de justicia en calidad de complicidad por evasión y lo internaron en cárcel La Joya.

Leslie McGregor logró salir de Panamá, mientras que el policía se comunica con la dama, quien le promete que una vez salga de prisión, cuando termine los seis años de su sentencia, se lo llevará a Escocia. 

1 comentario:

  1. Triste situación la que viven ellas. Están pagando por lo que hicieron, pero es peor porque son utilizadas sexualmente por todos, hombres y mujeres.

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