La oficina de Vicente Damyanov se encontraba repleta de informes de los fiscales de Chiriquí, Veraguas y Panamá, el abogado era el coordinador, de una investigación relacionada con la desaparición de 12 mujeres en el país centroamericano.
El letrado, tenía 40 años, 15 ejerciendo
la profesión, era de mediana estatura, cabello castaño claro y lacio, ojos miel,
pero con cara de indio, ya que su mamá era buglé y su papá un ingeniero en
minas búlgaro que llegó a Veraguas a trabajar en la extracción de cobre durante la
dictadura militar.
Sus compañeros del Ministerio Público lo
molestaban que era el clon del fallecido actor mexicano Fernando Balzaretti,
fumaba, no tomaba licor, era muy estricto en su trabajo, además tenía dos
hijas, una de diez y otra de doce años.
Entretanto, la más joven de las desaparecidas
era Marisol González, de 16 años, estudiante del XI grado del Instituto Urracá,
en Santiago de Veraguas, salió del colegio como a las 6:30 de la tarde del 4 de
abril de 2022 y nunca llegó a su hogar.
Delgada, cabello negro, blanca, ojos
verdes, alta para su edad (1.76), con cara de niña y cuerpo de mujer, lo que
preocupaba más a las autoridades porque había el rumor de que existía una banda
que robaba chicas para venderlas a un jeque árabe.
Ni un solo rastro, ni pista, de cero, no
había sospechas de novios, admiradores, una conversación ese día en redes
sociales, ya que la última fue 24 horas antes en Instagram, junto con su perrito
salchicha, en el patio de su residencia.
Lo único que encontraron fue su móvil que
olvidó en el salón de matemáticas y que halló en la mañana del siguiente día una
trabajadora manual, quien lo entregó a la dirección del plantel horas antes que
se supiese la noticia.
Las sumarias incluían solamente
declaraciones de docentes que le impartieron clases, compañeros (as) y su
consejera Marianela Soto, quien la vio por última vez al salir con su falda
azul, camisa blanca, zapatos negros, medias blancas y morral en la espalda.
El aparato tecnológico podría ser una
pieza clave en la investigación, pero también malo al olvidarlo porque era un localizador en
caso de que estuviese cautiva de algún grupo o demente.
La presión que recibía Vicente Damyanov
era increíble, primero por su jefa la fiscal general Alicia Ibáñez, la otra de
los medios de comunicación social y redes sociales que atacaban a la institución
de forma dura.
Algo frío y calculador en su trabajo,
fumaba como vampiro, se iba a una esquina del edificio donde estaba su oficina
para devorar un cigarrillo tras otro.
Cuando ocurren esas situaciones, los
responsables de llevar ese peso sienten que están sentados en un barril de pólvora
con una mecha encendida a pocos metros.
El coordinador de los fiscales sabía que
posiblemente no las encontrarían a todas, quizás algunas se fueron con novios,
amantes, otras podrían ser raptadas.
Como tenía dos hijas, no quería tomarlo como
un tema personal, pero sus niñas también eran del sexo femenino o podrían ser
blanco de lo mismo.
Leía, leía y releía los informes, miraban
las fotografías de todas las desaparecidas, en especial la de la estudiante veragüense.
El funcionario de mando medio se
preguntaba: ¿Dónde está Marisol González?
Continuará…
Imagen cortesía
del Ministerio Público de Panamá.
Es un tema preocupante y que la verdad nos dejas con ganas de saber más
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