Encuentro y adiós

La pareja conformada por Silvio Garantes y Silvia Fallas eran la comidilla del barrio León XIII, de San José, Costa Rica, por su forma peculiar de vivir, entre las infidelidades, los golpes, gritos y escándalos.

Ella era de mediana estatura, de piel blanca, cabello rubio de farmacia, ojos avellana, nalgas y senos enormes, gracias a dos intervenciones en el quirófano que pagó su marido Silvio, acholado, de mediana estatura, contextura atlética y oriundo de Chinandega, Nicaragua.

El hombre de marras laboraba con ayudante general en un proyecto de construcción de viviendas en la capital tica y su quita frío se ganaba la vida como camarera en la discoteca Planet Mall.



Tenían múltiples problemas porque Silvio bebía demasiado guaro Cacique, era mujeriego y violento.

Para rematar su pareja le ponía también los cuernos, debido a su belleza y donde laboraba le llovían admiradores, invitaciones matrimoniales, de sexo y viajes, entre otras promesas.

En una ocasión los vecinos llamaron a la policía para que interviniera en el viejo caserón del empobrecido y marginado barrio León XIII, ya que el matrimonio tuvo una pelea gigantesca, luego que se tomaron dos botellas de guaro.

Un agende de policía sacó su arma de reglamento y amenazó con disparar a Silvio si no soltaba un cuchillo, pero lo tiró al suelo, detuvieron a la pareja y salieron bajo fianza.

El hombre, de 32 años, tenía una amante llamada Fabiola, una nicaragüense de 19 años, también acholada, nacida en Matagalpa, quien laboraba como doméstica en una residencia lujosa en Escazú.

Abiertamente, andaban tomados de las manos por todo San José, se daban besitos en el parque La Merced, conocido como la Pequeña Managua, donde se reunían los nicas a platicar y a beber a escondidas.

Pero eso no era todo, Silvia, de 26 años, tenía de novio de 45 años, Arturo Monge, cliente de discoteca, quien laboraba como gerente de una compañía de cosméticos franceses.



Silvia tenía aspecto de wila (adolescente) a pesar de su edad, no obstante, aprendió mucho con su marido nicaragüense, entre ellas decir embustes en cantidades industriales.

Para las fiestas de Zapote del año 2000, Silvio inventó una historia a su esposa para verse con su amante, ella no le creyó, pero tampoco protestó porque pensaba verse con Arturo y le dijo que iría a Heredia a encontrarse con una amiga del trabajo.

Cuatro horas después, entre la multitud en Zapote, estaba Silvio agarradito de mano con Fabiola, bailaban al ritmo de la música y la pasaban bien.

Una riña provocada por unos borrachos, generó la curiosidad de la pareja y fueron a ver, no obstante, se encontraron con Silvia y Arturo, abrazados, quienes veían la pelea.

Silvia y Silvio, se miraron intensamente, a ambos sus mejillas se inundaron de lluvia y agacharon la cabeza.

La esposa tica tomó de la mano a su novio maduro, se dio la vuelta para marcharse y nunca regresó con su esposo nicaragüense, ni siquiera para divorciarse.

 

 

 

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