Temprano en la mañana miraba en el noticiero de televisión de Canal 2,
donde trabajaba como reportero (2000-2001), una información de unas presas que
se evadieron de la cárcel de Mujeres de la Ciudad de Panamá. Mi amigo y colega
Abdel Fuentes estaba conmigo y veíamos como las llevaban esposadas y una
recriminaba que, como castigo, las meterían en una celda con internas enfermas
de Sida.
Horas más tarde entrevistaba a Winston Spadafora,
en ese momento ministro de Gobierno y Justicia, posteriormente ocupó el cargo
de magistrado de la Corte Suprema de Justicia (CSJ). Le pregunté cómo andaban
las investigaciones sobre evadidas y su rostro fue de sorpresa.
“Señor periodista, ninguna mujer se ha escapado de
esa cárcel. Eso lo está afirmando usted”, respondió el premier.
“Señor ministro, anoche se fugaron varias mujeres
de la cárcel y las atraparon cerca de la Escuela de Motores Diesel Muñoz. Hay
escenas fílmicas que lo prueban”, respondí con micrófono en mano.
“Bueno eso lo dice usted, entreviste a la
directora de Corrección porque nadie se ha evadido”, fue la respuesta de
Spadafora.
Lo peor que le puede pasar a un ministro de Estado
es desconocer un hecho público en su jurisdicción. Estaba seguro porque nadie
me lo contó, lo ví al igual que miles de personas en Panamá, pero el premier de
mi nación estaba en la luna y trató de ridiculizarme frente a todos mis colegas
periodistas.
Un reportero debe conocer el tema, documentarse,
saber con quién se enfrenta y estar seguro de lo que preguntará y las posibles
respuestas para repreguntar. Tomen en cuenta, reporteros novatos, que muchas
veces no es la respuesta sino la pregunta.
En este caso, mi camarógrafo Merardo Gómez
(falleció en el 2014), conocido popularmente como “Chino”, me preguntó que si
no había inventado esa información. “Eso lo cubrió Joaquín Maizón (hoy
periodista fallecido)”, respondí.
Al llegar al canal de televisión le mostré lo que
ocurrió al director de noticias, Irene Hernández, quien se fijó en la
entrevista. Su idea fue original para restregarle al ministro que desconocía un
hecho público y no era postivo tratar de culpar al periodista de sus errores,
como se hace en muchas ocasiones.
Luego me telefoneó el relacionista público del
ministerio, mi colega David Salayandía para decirme que su jefe quería hablar
conmigo en su despacho. Obviamente la respuesta fue que no. El ministro debía
pagar las consecuencias de su arrogancia y el país sabría que no tenía idea de
lo ocurrido en su institución.
Para no dar vueltas, en la información divulgada en la televisión colocaron el audio del ministro negando las fugas, aunque las imágenes difundidas eran de las internas evadidas y esposadas. ¿Quién se evadió entonces, fueron unos topos?, preguntó el director de noticias, quien locutaba los avances del noticiero.
Días después me enteré que el propio hijo del
ministro, le dijo a su padre lo siguiente: “quedaste con un huevón (tonto)”.
Eso nos enseña que la arrogancia no lleva a
ninguna parte y es mejor quedarse callado si se desconoce algún tema, de lo
contrario meterás la pata hasta el fondo.