Cada vez que iba al centro de San José, Costa Rica, me encontraba un
mendigo en la Avenida Central que solía pedirme dinero para alimentarse o beber
un café.
“Regáleme unos colones para un café”, decía el indigente, parado cerca de un banco y del diario tico Extra. Eso fue en el 2002.
Un día visitaría a mi hermana Maura Linoska Quesada, a Alajuela, venía con un
humor de diablos y otra vez me encuentro al mendigo de la capital
costarricense.
“Deme unos colones para comer”, pidió el indigente, hediondo a grajo y a mierda (perdonen la crudeza, pero era la verdad).
¿Por qué no vas a trabajar mejor, en vez de pedir dinero? Fue mi respuesta ante la solicitud del mendigo.
“Es que nadie me da oportunidad y no tengo trabajo”, me refutó el indigente,
barbudo, con canas, ojos color miel y cuyo aliento parecía un destiladero.
A menudo tenemos preocupaciones o queremos que nos den una oportunidad para estudiar, superarnos laboralmente, económicamente o en el amor. ¿Nos hemos preguntado en ocasiones si primero debemos darnos ese chance nosotros mismos, en vez gritar a los cuatro vientos que necesitamos una?
Muchas personas se quejan que no les abren las puertas o carecen de
oportunidades, no obstante, nosotros mismos tenemos las llaves en nuestras
manos y no salimos a buscar el éxito.
En un periódico donde laboré tenía un subalterno con problemas de alcoholismo. Todos
los esfuerzos para que se rehabilitaran eran en vano.
Una vez me comentó que habló con sus hijos para entrar a un centro y
eliminar el licor de su sangre. Lo felicité y le dije que todo era asunto de
voluntad y que el mismo debía darse esa oportunidad.
En febrero del 2009, me lo encontré en el poblado panameño de Capira, con un
mejor rostro y con una tranquilidad.
Le di un abrazo y un apretón de manos. Lo felicité por su valentía y darse primero
una oportunidad él mismo.
Contrario al mendigo josefino, mi antiguo subalterno dio el primer paso para
mejorar su vida y las oportunidades llegan solas.
No sé Dios dijo esto, aunque me parece magnífico porque primero debemos de hacernos un auto examen de nuestras fallas y corregirlas.
Después he vuelto varias veces a la capital costarricense y jamás volví a ver
al indigente, a pesar que pasaba a cada momento por esa zona.
¿Se habrá dado una oportunidad o se cambió de esquina? La respuesta es
que no lo sé y ojalá haya superado su problema.
Oh, de acuerdo. El tema aquí esque no todos tenemos la fuerza de voluntad, no me consta, pero dicen que Dios también dijo que hay que ayudar al prójimo y no digo que con dinero, sino aconsejando y queriendo.
ResponderBorrarMe alegra que tu colega haya buscado ayuda y esperemos que el señor mendigo se haya dado una oportunidad.