Mi nombre es Laureano, de 23 años, les contaré la historia de cómo perdí mi trabajo en una planta procesadora de mariscos en Parque Lefevre, Panamá, de una mujer que fue mi amiga con derecho y ahora es mi concubina.
Paquita llegó a trabajar unos dos meses después que ingresé a
laborar, empacábamos productos del mar, nos pagaban 500 dólares de salario mensual, un lío
para cancelarnos las horas extras, el dueño nos descontaba el seguro social y
no lo reportaba.
Era un pillo, le llevaron varias citaciones del Ministerio
de Trabajo y Desarrollo Laboral (Mitradel), aunque tenía allí un padrino que lo
protegía porque no perdía ni un caso.
Paquita, de 31 años, emigró de la comarca Emberá-Wounaan, de mediana estatura, cabello lacio, abundante y negro, ojos oscuros, senos
inmensos y excelentes curvas, lo que dejó loquito al propietario Andreas Marotti,
de 54 años.
Hacíamos las travesuras en el turno de amanecer o de
11 de la noche hasta las siete de la mañana porque la vigilancia era nula, por
lo que nos trasladábamos hacia los depósitos de las cajas de cartón con el fin de bicicletear.
Soy alto, de raza negra, cabello de afro, flaco como
un palo de escoba, pero dicen por ahí que tengo una labia y con ella Paquita cayó en mis garras.
Aclaro que soy soltero y no tengo hijos.
La fémina tiene dos
hijos, separada y por la planta corría el huracán de que el viejo italiano Marotti
se la almorzaba o gustaba de la nativa, sin embargo, ella negó que tuviese
algo con el empresario.
Pasaron tres meses más, seguía con mi idilio con Paquita hasta que me comentó asustada
que la regla no le bajaba, así que sentí la sombra del terror porque con ese
miserable salario nos iría muy mal.
A la semana de confirmar la noticia de que mi novia
clandestina estaba preñada del chombo, o sea yo, las cosas se pusieron peor.
El italiano eliminó los recargos dominicales y las
horas extras.
Todos cabreados con la explotación laboral del europeo,
con conexiones con el gobierno de turno.
Luego mi mujer llevaba dos meses de embarazo, un día
me encontraba donde se colocan los plásticos para empacar los mariscos, platicaba con el viejo Marotti porque me informó que me ascendería a
supervisor y aumentaría 300 dólares.
Con 800 míos y 500 de mi guial, ya serían 1,300 dólares, se puede boxear, fue entonces cuando la dama se apareció, empezó a platicarme de temas sexuales y lo que ella quería que le hiciera en esa noche.
Dijo que gran cantidad palabras de grueso calibre del
acto sexual y mi aparato reproductor, luego salió el italiano la miró
sorprendido.
—Tú y él son marido y mujer—.
Quedé blanco como un papel.
—¡Pues si son novios, los dos están bota’os!—, dijo el
caballero encendido en los celos. Era cierto que le gustaba Paquita.
Como mi mujer esta encinta, en el Mitradel, Marotti canceló todo el año del fuero maternal más las prestaciones. No la quería ver ni
en pintura.
Ahora estamos mal, a mi concubina nadie le da trabajo por
su estado y yo buscando como loco una plaza laboral, mientras espero el pago de
mis prestaciones.
Imágenes cortesía de Dreamstime.