En 1990, Dimitri González no cabía en el pellejo cuando lo proclamaron como legislador por San Miguelito, una noticia que cayó como bomba para el elegido y su familia.
Contaba apenas con 24 años, recién egresado de la carrera de arquitectura,
vivía en una humilde casa de tres recámaras en Cerro Batea, muy pequeña, con su
madre, sus dos hermanos y su abuelita, todos migrantes locales de la provincia
de Herrera.
Su vida cambiaría radicalmente porque de ganar 88 centavos la hora, en los
próximos meses cobraría un sueldo de 7,000.00 dólares mensuales que incluían
combustible, dietas, gastos de representación y el salario.
Además, contaba con una planilla de apoyo de 4,000.00 para nombrar el
personal de su confianza para su labor y si necesitaba más, podría solicitar a
la administración de la Asamblea Nacional funcionarios y la institución estaba
obligada a proporcionárselo.
El miembro del Partido Liberal Democrático (PLD), luego tomó posesión de su curul,
fue presidente de la Comisión de Cultura y Deportes hasta que la vida le tiró
las cartas del poder.
Dimitri abandonó a quienes lo ayudaron a buscar el voto, alegando que era
imposible nombrarlos a todos en su planilla, posteriormente conoció a Estrella, una mulata
de Santa Librada, quien se convirtió en el poder detrás del poder.
Al año de ser novio de Estrella, despidió a la mitad de su personal de la
planilla para nombrar a su pareja con dos mil dólares mensuales, no asistía a
las sesiones y se dedicaba a beber y parrandear.
No solo quedó conforme con Estrella, frecuentó a otras chicas de Cerro
Batea, faltaba las reuniones de las comisiones de trabajo de la institución
para encontrarse con mujeres.
A los tres años de ser elegido legislador, Dimitri había preñado a tres
mujeres del barrio, casi todas al mismo tiempo, su secretaria era su amante, el
dinero empezó a escasear y no seguía los lineamientos de su partido.
El castillo de naipes del imberbe y novato político se desmoronaba, sin embargo,
seguía cazando empleadas administrativas y de otras zonas de la capital panameña.
Comenzaba la época preelectoral, le dieron una segunda oportunidad para
buscar la reelección, sin embargo, el día de la votación no logró más que 400 sufragios.
Sus electores le dieron raya, se quedó sin dinero cuando culminó su período
y terminó vendiendo legumbres en el carro que un día usó para recoger féminas con el fin de llevarlas a hotel para tener sexo.