Margarita y Thayer

 Como un ladrón que ingresa en silencio al palacio, Margarita se colaba constantemente al cuchitril de Thayer con el propósito de hacer travesuras, a pesar de que las circunstancias no bendijeron al caballero.

La dama, de 21 años, tenía una hija de cinco años, que procreó con un compañero de salón en el desaparecido plantel Práctica de Contabilidad y Comercio, ubicado en la Avenida A, de la ciudad de Panamá.

Thayer, era un veterano, pensionado desde los 29 años, ya que un accidente laboral en una planta de químicos lo dejó desde los 28 años con discapacidad visual, sin embargo, aprendió a desarrollar el sistema auditivo de forma impresionante.

Ahora con 51 años, blanco, delgado, residía en uno de los cuartos de la calle E, corregimiento de Santa Ana, donde las aguas oscuras mezcladas desprendidas de los tronos desataban una hediondez inaguantable.



Pero los vecinos del viejo caserón de madera eran felices en medio de grandes carencias, promesas de mejor futuro de los militares y civiles que gobernaban en la época de la guerra fría, donde la izquierda y la derecha luchaban por imponerse.

Margarita era una diva, delgada, grandes senos, ojos miel, cabello corto lacio, castaño claro y nalgas pronunciadas, acariciadas por numerosos varones del barrio porque la fémina se subastaba porque su hija debía alimentarse.

En los guetos del mundo cualquier cosa puede pasar, por lo que el romance entre Thayer y Margarita, lo ocultaban con el propósito de no escandalizar el empobrecido barrio ni inflar bolas de corrillos de viejas sin marido a quien joder.

Una diferencia de edad abismal, 30 años no se fuman en pipa, no obstante, cuando el poderoso don dinero habla, todos miran hacia otro lado, pero para Thayer era imposible ver, aunque sí el sentir las carnes entre sus blancos dedos.



Los encuentros sexuales se frecuentaron hasta que el vientre de la codiciada dama elevó su volumen, su madre pegó el grito al cielo y al enterarse del padre de la criatura casi le da un infarto.

Un reclamo público, con gritos e insultos, de la enfurecida madre al veterano caballero fue similar a publicar una noticia en la primera plana o portada de un diario.

A los pocos minutos desde el marinero chileno exiliado del piso de arriba hasta las machiguas que vendían canyac, conocieron la novedad.

La pareja portaba su cédula, no había ilegalidad, Altagracia, sería abuela por segunda vez, mientras que por más que acusara de aprovechador a Thayer este gozó con Margarita porque es un hombre, tiene rifle y cuando apunta sencillamente dispara.

Fotos de archivo y Daniel Reche de Pexels no relacionadas con la historia.

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