Los mercenarios colombianos

Jaime y Moisés, eran amigos desde pequeños, desde el maternal  y asistieron a la misma secundaria en Kennedy, Bogotá, donde compartieron grandes, tristes, fabulosos y amargos momentos hasta que se graduaron en diciembre de 2023.

Los chicos eran de contextura atlética, altos y con buena resistencia física, lo que llevó al primero a decidir enlistarse en el grupo de mercenarios que lucharían en el bando de Ucrania, atraído por el salario de tres mil dólares que Kiev le pagaría.

Ambos tuvieron una fuerte discusión, Moisés apoyaba al bando ruso, aunque nunca se imaginó que su amigo de toda la vida tomara semejante decisión, así que optó por elegir el lado contrario de Jaime.

La larga amistad fue quebrada en mil pedazos por un conflicto ajeno a sus intereses,  idioma,  cultura y a una distancia extremadamente kilométrica de Colombia, sin embargo, ninguno se despidió del otro.





Jaime se marchó a Polonia, donde tomó un autobús que lo llevó a Ucrania hasta el sitio de reclutamiento de los mercenarios foráneos, mientras que Moisés hizo el periplo hasta Moscú, al llegar fue ingresado también en un centro de entrenamiento castrense

Los dos pasaron el duro examen físico y los trasladaron a grupos de colombianos que les dieron la bienvenida, luego transcurrieron dos semanas y el crudo invierno seguía.

Kiev quiso recuperar parte del territorio conquistado por Moscú, aunque con grandes costos avanzó unos kilómetros hasta llegar al pueblo de Urojaine, donde los rusos los detuvieron.

Los combates fueron infernales, balas, morteros, drones, las trincheras eran destrozadas, los tanques aniquilados, los ucranianos no lograban avanzar y los rusos pagaban un alto precio por retener las tierras ocupadas.

Jaime estaba entre los colombianos que disparaban morteros hacia el área de los rusos y por ironías de la vida Moisés defendía el poblado junto con otros paisanos atraídos también por la misma cantidad de dinero que Kiev ofrece a los soldados.



El mundo los ve nacer y ellos se destruyen, Jaime abrió fuego con un mortero que cayó cerca de Moisés, este recibió esquirlas en su pecho y rostro, el chorro de sangre de su tórax se semejaba a un volcán en erupción.

Ante la posibilidad que tener más bajas, los mercenarios colombianos que combatían para Ucrania se retiraron y los rusos retuvieron la zona conquistada.

Pasó una semana cuando Jaime vio un video en Tiktok de la madre de su antiguo amigo, en la que anunciaba que su hijo murió a causa de un mortero lanzado por otro colombiano que peleaba del lado ucraniano.

El sobreviviente lloró, sus compañeros le comentaron que así era la guerra, pero no soportó que él mismo matara a su amigo y casi hermano de toda su corta vida, así que sacó su pistola y se suicidó.

La guerra los separó y la amistad los llevó hasta la muerte.

Imagen de Argutz y David Peinado de Pexels no relacionadas con la historia.

La chilena de la Avenida Central

Cuando los chilenos huyeron despavoridos de la dictadura de Augusto Pinochet, apenas contaba con siete años, desconocía el significado de la izquierda, derecha, asesinatos políticos, comunismo y capitalismo.

Era apenas un infante que ayudaba a su madre a vender frituras en Plaza Amador con el propósito de sobrevivir, mientras que a la autora de mis días se le ocurrió instalar un puesto de ventas de frutas y dulces.

Durante la Navidad del 1975, mi hermana y yo, a pesar de ser unos carajillos, ayudábamos a mamá con la venta de uvas, manzanas y dulces de frutas en su puesto en Calidonia, Panamá, luego que terminaba su faena con las frituras.



Desde la una de la tarde, un improvisado local de madera destartalada, con una mesa y los productos afuera para el público, se escuchaban los gritos de los nombres de las frutas, los dulces y otras mercancías, provenientes de labios de comerciantes ansiosos de dinero.

Un sábado, casi cuando el sol se iría a descansar, me tropecé con una niña, media rubia, ojos miel, con trenzas, pensé por sus rasgos que era de Azuero, luego me saludó y regaló un caramelo.

Sonreí, le di las gracias, la niña corrió para desaparecer entre la multitud de la famosa avenida comercial istmeña, sin embargo, hablaba diferente mis amiguitos del salón.

Escuché de mi hermana que era hija de los chilenos que también vendían frutas cerca del puesto de mi madre, no obstante, había muchos ciudadanos de ese país en la misma faena.

A la semana me la encontré, me dijo que su nombre era Ingrid, tomé tres monedas de a diez centavos, la invité a tomar una gaseosa con galleta, la niña aceptó, me contó que nació en Chile y sus padres huyeron de su tierra porque su papá sería asesinado por oponerse a Pinochet.

Ingrid y el cholito panameño desarrollaron bastante amistad, nos perdíamos a comer dulce, mi mamá se hizo amiga de sus padres y en una ocasión nos invitaron a su pequeño apartamento donde vivían.


 

Augusto era el papá de Ingrid, un sindicalista, casado con Luzmila, una trabajadora de una fábrica, se conocieron por ser militantes izquierdistas y apoyaron a Salvador Allende hasta que lo derrocaron.

Estaba feliz con mi amiguita, pero a los ocho meses me dijo que regresarían a su país, no nos despedimos y nunca supe de ella porque no había forma de comunicarnos.

Con la salida del dictador derechista del poder, cuando empezaron a publicarse los crímenes, un informe divulgado indicó que un grupo de soldados mataron a un sindicalista con su familia  y los enterraron en una fosa común.

Me enteré de que era Ingrid y sus parientes, los liquidaron  porque el gobierno no quería opositores,  La derecha también asesina en nombre del sistema y eso me decepcionó. Se descubrió su identidad por pruebas de ADN.

Ya soy adulto y siempre recuerdo a la chilena de la Avenida Central cuando paso en mi automóvil por ese lugar.

Imagen de archivo y Alexey Chudin de Pexels no relacionadas con el relato.

Por qué me dejó Lizzy

Cuando mi novia Lizzy me presentó a su prima Alina ni siquiera me llamó la atención porque sus conversaciones eran solo fábulas, muy fantasiosas y terminó pegada como chicle en nuestra relación.

Alina iba a todas partes con nosotros o al cine, a la playa, los bailes de Dorindo Cárdenas, de compras, al teatro y los conciertos de música clásica en el teatro Balboa de la capital panameña.

Nunca me fijé en ella, al contrario, le presenté a un primo mío para que la conquistara, no obstante, la dama de piel como un manto lácteo rechazó a su aspirante a Romeo, fue entonces cuando Pepe me comentó que Alina estaba caída de la mata conmigo.



Mi primera reacción fue soltar la carcajada, ella era una chica blanca, pelinegra y ojos inmensamente verdes, no pensé que se fijaría en un chombón y bembón como yo.

Nací en la ciudad de Panamá, mis padres son de Darién, me crie en los guetos de Santa Ana y Río Abajo, estudié arquitectura a punta de las frituras que mi mamá vendía en el populoso corregimiento y mi viejo laboró como plomero.

Las palabras de Pepe me dejaron pensando, comencé a observar a Alina, usaba gafas oscuras y me di cuenta de que sí me miraba, pero todo iba normal hasta que fuimos a una discoteca en calle 50 con mi pariente.

Mientras bailaba con Lizzy, Pepe lo hacía con Alina, bebimos bastante ron con cola y limón hasta que mi media naranja hizo el cambio de pareja, Alina me agarró la mano y se me pegó, no hubo respuesta negativa de Lizzy, al contrario, sonrió.

Terminó la tanda de música salsa, regresamos a la mesa, empiné la botella para servir más tragos y de pronto, sin darme me cuenta, se me borró toda la cinta.

Cuando desperté estaba desnudo en la cama de mi apartamento, a mi lado estaba Alina en traje de Adán y Eva, iba a abrir la puerta cuando Lizzy entró y sus gritos se escuchaban hasta La Palma.



Su prima se levantó asustada, cubrió su piel con las sábanas azules de mi cama, Lizzy le dijo toda clases de cloacas, ofendió a la madre de su pariente, la llamo zorra, puta, culiona y quita maridos.

Intenté explicar que no recordaba nada, luego mi novia gritó que nos vio besándonos en la discoteca y se hizo la loca porque teníamos unos tragos encima, pero de eso a revolcarnos en la cama era muy distinto.

Agarró su ropa, se fue de mi propiedad, Alina lloró y la consolé hasta que se marchó, cuando se vestía vi sus curvas espectaculares y quedé flechado.

Lizzy nunca más me llamó, hice de Alina mi mujer y el sexo era tan intenso todos los días que a los cuatro meses la preñé.

Foto de Bamboo Ave y Leslie del Moral de Pexels no relacionadas con la historia.


Amantes hasta la muerte

Los encuentros de la pareja se realizaban en el establo donde se arrastraban entre los henos, los maderos y se mezclaban las gotas de sudor con el fluido de los amantes clandestinos.

Desde que Elías conoció a Diana, fue amor a primera vista, sin embargo, el varón estaba casado con Marilú, hermana de la primera, lo que significó que poco podía hacerse para formalizar la relación.

La novia oculta retornó de un viaje desde Santiago de Chile, donde se diplomó en medicina gracias a una beca ganada con mucho esfuerzo, sudor y sueño, por lo que, al regresar a su país, se instaló donde su pariente cercana.

Le consiguieron un internado en el hospital Anita Moreno de Los Santos, así que de allí estaba a pocos pasos de Chitré, Herrera, lugar en la que estaba la finca de Elías y Marilú, también el peligroso juego del amor.



Durante una matanza, la engañada esposa se pegó una borrachera, los invitados se fueron, las miradas entre Elías y Diana lo decía todo, solo faltaba que una chispa que provocara el incendio.

Ambos intentaron resistirse a probar el fruto prohibido por lógicas razones, no obstante, a la fiera de la naturaleza es imposible detenerla, tampoco atrapar la brisa y menos tapar un volcán a punto hacer erupción.

Eso sucedía precisamente, Elías llegó a trabajar en un proyecto de viviendas a Chitré tres años antes, su actual esposaba laboraba como arquitecta, así que el destino juntó a un ingeniero civil con quien hizo los planos.

El gatillo de la ruleta rusa del sentimiento giraba, se detenía a cada momento donde no había balas y los encuentros a escondidas entre los tórtolos aumentaba hasta que hubo alarmas de un posible embarazo de la doctora en medicina.

No funcionó que Marilú le presentara a otro ganadero para empatarla, aunque no sabía los hechos, quería para su pariente una pareja, sin ni siquiera imaginarse las puñaladas que recibía sus espaldas. 

Diana, una mujer de carácter fuerte, no quería hijos, le dedicaba su vida a la siembra de arroz, criar puercos, vacas y muy diestra en el manejo de armas de fuego, tanto en rifles como un revólver 38.



Inteligente y audaz, pero no lo suficiente para darse cuenta de que su hermana y su esposo se cogían duro durante sus largas ausencias en el monte, incluso en días no hábiles.

Un domingo en la mañana, de esos en que el sol hierve la tierra, de poca brisa y mucha humedad, Diana se cayó del caballo, con la ayuda de un peón, logró subir de nuevo al animal y regresó al rancho.

Poca concurrencia en la propiedad, el peón se fue de la finca, la esposa buscó por todos lados, no encontró a su marido, ni a su hermana, se dirigió hacia los establos y los vio en traje de Adán y Eva.

Herida en su orgullo de mujer, sacó el revólver 38 y le pegó dos tiros a cada uno. Fallecieron al instante.

Imagen de Marina Abrosimova  y Pavel Danilyuk no relacionadas con la historia.

Lenteja y Macarrón

 A pesar de su juventud, dos imberbes llevaban una vida delictiva desde niños, los llevó pernoctar por varios meses en el Tribunal Tutelar de Menores, cuya estructura desapareció con la invasión estadounidense en Panamá en diciembre de 1989.

Lenteja y Macarrón, eran reconocidos carteristas, residentes en los multifamiliares de Barraza, el primero en la torre cuatro y el segundo en la siete, donde el poco espacio encerraba la esperanza de los padres de los antisociales de un giro en su vida antisocial a una sana.

Ni siquiera los llantos de ambas madres lograban que sus descendientes abandonaran sus acciones ilegales, ni las poderosas adolescentes, María de 15 años, novia de Lenteja, y Yasuri de 16, empatada con Macarrón.



Su trabajo principal era el de arrebatar carteras a las vecinas que esperaban los autobuses en la Avenida A, la parada del Lucianito y tórtolos que pululaban el rompeolas frente el Centro Escolar Manuel Amador Guerrero.

A Lenteja le metieron un balazo en su pierna izquierda y llevaba una cicatriz en su mejilla derecha, mientas que, a Macarrón a sus 17 años, le pegaron un plomazo en el hombro izquierdo, un miembro de la Guardia Nacional (GN) cuando lo perseguía por robarle a un turista coreano.

Nunca le presentaron el miedo a la policía, los barrotes, la muerte, el peligro y menos las golpizas que le daban a los maleantes los uniformados durante la dictadura militar panameña.

Los chicos desafiaban todo, así que un día decidieron hurtar en un apartamento en el edifico Lealtad, ubicado en El Chorrillo, pero se encontraron con la sorpresa de que la madre de un teniente de la GN estaba en el inmueble.

Macarrón la sostuvo, le tapó la boca y Lenteja le ató una sábana alrededor del cuello hasta matarla, se llevaron un botín de tres relojes, cuatro collares, cincuenta dólares en efectivo y una sortija de oro.



Como era imposible empeñarlos por ser menores, decidieron venderlos hasta que un inspector del Departamento Nacional de Investigaciones (Deni) escuchó el asunto y dio la alerta.

No hubo sumarias, la novedad llegó hasta los oídos de embrutecido teniente, así que con sus camaradas decidió cazar a los atrevidos y soberbios asesinos adolescentes.

Dos días después, los encontraron escondidos en un zaguán de la calle 19 Oeste con la calle Próspero Pinel y los introdujeron en una patrulla con rumbo desconocido.

A los siete días, los cuerpos de Lenteja y Macarrón aparecieron en la playa de La Plaza de Francia, golpeados, con signos de quemaduras y estrangulados.

Desafiaron al Leviatán y pagaron con su vida por ello.

Fotografía de Conades y Wikipedia no relacionadas con la historia. 

Fianza de 25 millones de dólares

 Kumal Mandal creó una complicada telaraña en la cual logró estafar 1,500 millones de dólares a inversionistas no solo de Estados Unidos, sino de Europa y Asia, dinero que entregaron a cambio de recibir jugosos dividendos.

Mandal, de 31 años, era un erudito en los números, un matemático por excelencia, hijos de migrantes de Mumbay, creció siendo el primero en su clase y respetado por los vecinos de Hell’s Kitchen, en la ciudad de Nueva York.

El negocio florecía a montón, así que se daba una vida de millonario con alquileres de aviones para llevar chicas a Londres, Paris, Madrid, Hong Kong y otras ciudades.



Solo el apartamento donde vivía con vista al Parque Central, costaba 10 millones de dólares, mientras que el Buró Federal de Investigaciones (FBI por sus siglas en inglés), le puso el ojo.

El error más grande del financista fue de figurar su ostentosa vida, a costilla de los incautos inversionistas que daban miles de dólares.

Publicaba en las redes sociales todo lo que podía, contaba con más de dos millones de seguidores y era la envidia de numerosos migrantes extranjeros y locales que pensaban enriquecerse de la noche a la mañana.

Con el pasar del tiempo, la pirámide creada por Mandal no resistió, el barco financiero comenzó a hundirse lentamente hasta que el Departamento de Impuestos le cayó a las oficinas en lujoso de alto Manhattan.

Al ser llevado ante el juez Francis Gatto, este fijó la fianza en 24 millones de dólares, y ante la sorpresa de los periodistas que cubrieron la audiencia, Mandal la consignó y quedó en libertad.



Sus abogados le cobraron 30 millones de dólares por ser un caso complejo en extremo, al final del asunto, lograron un acuerdo entre el fiscal del distro del Este de Nueva York y la defensa.

Pactaron diez años de prisión, sin embargo, el pacto debía ser validado por Gatto, quien se negó al acuerdo por considerar que el financista estafó a muchas personas, por lo que la pena era muy baja.

Gatto dictó 25 años de prisión, al escuchar la sentencia a Mandal le faltó el aire, tuvo un ataque al corazón, llamaron a los paramédicos y cuando llegaron el acusado carecía de signos vitales.

Los federales se quedaron con parte de las cuentas bancarias y los estafados perdieron casi todos sus fondos porque creyeron en elevados dividendos cuando todo era una estafa gigantesca.

Fotografía de Christian Wasserfalen y Diego Caumont de Pexels, no relacionadas con la historia.

La correctora atractiva

Facundo buscaba la fama, la fortuna e incrementar su ego como novelista, tenía algo de madera para ello, le faltaba pulirse para coordinar sus ideas y aunque recibió consejos de veteranos literatos, no los escuchó porque pensó conquistar el mundo solo.

A pesar de que sus ideas eran buenas no obedecía, consiguió al final una correctora y editora, quien lo asesoró sobre su labor de letras y el camino a recorrer si buscaba el éxito.

Claro, la ayuda de Miriam Cisneros, de 28 años, fue fenomenal para el joven literato, atractivo, con facciones caucásicas, ojos miel y alto, mujeriego, tanto que sus amigos lo apodaban El unicornio.



Desde que vio a Miriam, quedó prendido con la mulata, hija de un chiricano y una darienita, de cabello oscuro, rizado, piel canela, delgada, atractiva y de carácter fuerte.

Mientras la profesional de las letras laboraba con el escritor, muy discretamente el varón la miraba con deseos de llevarla a un hotel para satisfacer su lujuria gigantesca.

Calló porque necesitaba publicar su manuscrito en un tiempo rápido, pero todo escritor sabe que una obra mal escrita no va a ninguna parte, por lo que esperó pacientemente hasta que el libro fue publicado.

Facundo hizo su presentación en la Biblioteca Nacional de Panamá con varios de sus colegas, invitó a la prensa, amigos y parientes, lo que lo convirtió en la estrella esa noche.

Imprimió 500 ejemplares porque planificó inundar las principales librerías con su obra de terror, El detective asesino, tapa blanda, de 250 páginas, con medidas de nueve pulgadas de largo por seis de ancho.



Tras acabar la actividad, el caballero invitó a su correctora y asesora editorial a una cena en su apartamento, la joven de 25 años aceptó gustosamente porque contribuyó a que la obra saliese al mercado.

Ella llevaba un traje rojo sencillo, zapatos bajos, sin embargo, era innegable que la mujer paraba tráfico y ambos se fueron a la propiedad del escritor.

Luego de consumir los alimentos, Facundo se volvió un Romeo, pero se encontró con la Julieta equivocada, la invitó a bailar, ella por diplomacia aceptó y el chico se pasó de listo.

Quiso manosearla toda, no obstante, un bofetón dejó su blanco rostro enrojecido por el impacto de la mano femenina.

Se quedó sin correctora por unicornio y ella cortó cualquier relación profesional con el novelista.

Al caballero le faltaba calle, nunca aprendió que en la guerra no se ataca sin antes conocer primero el terreno.

Imágenes de Andrea Piacquadio y Pixbay de Pexels no relacionadas con la historia.

 

Los tesoros más preciados

Decidí poner un punto final a todos los fracasos que llevaba, desde algunos pequeños negocios, mujeres, ingresos de dineros y la caída de mi vanidad, así que tomé una decisión que daría un giro espectacular a mi vida.

Cuando la gente está en su punto de quiebra, derrotada, divorciada, acabada y sola y le caen las diez plagas de Egipto, buscan a Dios porque si nadan en plata, rodeados de damas y con fama se olvidan de él.

Sin embargo, agarré el camino contrario y preferí convocar al Diablo para que lloviera todas esas cosas que antes no poseía, casi caigo en modo de que eso no existía hasta que se cumplió lo que solicité.

Devoré abundante material relacionado con la magia negra, brujería, hechicería y misas negras, por lo que empecé como un estudiante con ejercicios que no daban ningún resultado y mi situación personal empeoraba.



No obstante, una noche me encontraba en el río de Pacora, a las doce de la noche, con una chica que conocí y de pronto la voz de la dama cambió a la de varón, lo que me dio a entender que me pasé de tragos.

Gigantesca sorpresa me llevé cuando la mujer me dijo que era Lucifer, que durante todos esos meses escuchó mi llamado, pero me puso a prueba para corroborar si en realidad lo necesitaba.

Otra de las aristas que comentó fue de que me complacería en mis peticiones porque nada le costaba, aunque debía pagarlo con lo más preciado para mí, de lo contrario me llevaría al lago de Hades.

Se dio la media vuelta, se desvaneció y de pronto el dinero llovía. Los negocios florecieron hasta monté una fábrica de muebles y una panadería con cuatro sucursales en todo el país.

A los dos años conocí a Socorro Quiñones, una española de ojos azules, rubia y alta, así que nos empatamos, fuimos novios durante tres años, nos casamos y producto de ese matrimonio nacieron dos preciosos varones.

Pasaron tres años de felicidad familiar y bonanza hasta que una noche tuve una pesadilla en la cual Lucifer me pidió que le cancelara mi deuda con él.

Le respondí que me convertí en católico practicante y que Dios me ayudaría.

Mi antiguo prestamista contratacó para afirmar que solo las deudas de los humanos prescriben, la mía no, luego corrí hacia una iglesia y la pesadilla se acabó.

A las tres semanas, mi hijo Carlos, que lleva mí mismo nombre, caminó sobre la pared ante unos ojos aterrados de Socorro y su hermanito Luis,



Mi mujer quería comunicarse con el cura de la iglesia de Arraiján centro, en Panamá Oeste, y me negué.

Esa noche, cuando mis hijos dormían, le confesé todo a mi esposa. Su rostro era un puré de tomates de la impresión y llovía en su faz.

Me cuestionó, le manifesté que poco había que hacer y la única solución la tenía yo, porque no entregaría mis más preciados tesoros.

Mientras les narro mi cruel historia voy de clavado en los últimos pisos de un edificio de 40 plantas en Costa del Este porque el Diablo quiere que le pague, pero nunca le ofreceré a mis hijos.

Aprendí la lección, sin embargo, es tarde y lo único que me espera es el pavimento para que mi cuerpo impacte contra él y quede como estampilla.

 

Fotos de Juan Felipe Ramírez y Pixbay de Pexels no relacionadas con la historia.


La trinchera de Vovka

En noviembre de 1943, la temperatura estaba bajo en -40 Celsius, en las afueras de la ciudad de Brest, un grupo de partisanos esperaban una caravana de soldados alemanes para acabarlos sin piedad.

Entre los rebeldes estaba Vovka, de 19 años, un imberbe, cuyos padres fueron asesinados por el ejército alemán que buscaba derrotar a la gigantesca Unión Soviética, por lo que desplazó tres millones de soldados para acabar a Moscú y lograr su esperado espacio vital.

Detrás de unos gemelos, sus ojos semejantes al cielo observaban la estepa rusa, en espera del enemigo, el odio era grande, no había clemencia, sin padres, vecinos, su casa destruida y algunos lograron escapar.



A pesar de que el enemigo en común eran los alemanes, entre los insurrectos había divisiones, los polacos no gustaban de los bolcheviques, los judíos tampoco confiaban en los rusos y estos últimos miraban con recelo a los ucranianos.

Razones históricas, económicas y de otra índole generaban esta astilla en la mente de los partisanos, aunque al momento de combatir al invasor nazi, se unían por su causa.

Llegados de varias partes del gigantesco paraíso comunista, dormían en chozas improvisadas, comían de las donaciones de algunos residentes anti nazis y cazaban sin disparar lo menos posible porque revelaría su posición.

Los alemanes sabían de su existencia, se lanzaban a la caza de los opositores que los combatían apenas con fusiles entregados por el Ejército Rojo, los decomisados o robados a los germanos invasores.

En pleno invierno, le filtraron al comandante alemán el posible sitio donde estaban los partisanos, recibió ayuda de un granjero de apellido Becker, nieto de un migrante de Bavaria.



Mientras que los rebeldes construyeron trincheras para una ofensiva alemana que al final ocurrió, así que primero bombardeó la aviación y posteriormente la infantería con morteros, granadas, ametralladoras MG 130 (dispara 900 balas por minuto) y MG 150 (750 balas por minuto).

Solo 60 partisanos contra 500 soldados alemanes, había desventaja, Vovka recordó a sus padres, disparaba con excelente puntería, el enemigo caía, pero la proporción y las armas eran favorables para el invasor.

Uno a uno los partisanos fueron cayendo, Vovka se protegía, se le terminaron las municiones, tomó un fusil de un compañero muerto y al tiempo no había balas para disparar.

Nunca dejarse atrapar, tomó una pistola y la usó hasta que también se quedó sin municiones, luego se le encontró con un soldado alemán y lo mató de un tiro en la frente.

La muerte de Vovka y sus compañeros no fue en vano, con la liberación los colaboradores de los conquistadores fueron juzgados y ahorcados en la plaza pública de la ciudad.

Vovka sin experiencia luchó hasta su último aliento. 

Imágenes de archivo Segunda Guerra Mundial no relacionadas con el relato. 

El oficial goloso y peligroso

 La familia de Robert Parsons quedó perpleja cuando escuchó en la sala de audiencias la sentencia de 48 meses de prisión y tres años de libertad condicional por abusar de su cargo como supervisión de medidas cautelares a mujeres delincuentes.

Robert, de 55 años, sorprendió a la comunidad de Shepdsherville, Kentucky, Estados Unidos, ya que supuestamente asistía a misa los domingos con su mujer Alicia Carrasco, de origen mexicano y con sus dos hijos Robert Jr. y Carlos.

Sin embargo, dentro de esos ojos profundos semejantes al mar, había una lujuria total, abuso de poder, infidelidad e insatisfacción sexual con su pareja porque, además de acostarse con ellas, las fotografiaba.



Arrojó al océano casi 30 años de labor para el Departamento de Correcciones del estado de Kentucky, y a pesar de que cuando fue denunciado sus superiores no creyeron las historias, lo pescaron al final.

El varón obligó a 13 mujeres que cometieron delitos, a acostarse con él bajo la amenaza de que haría un reporte negativo sobre ellas y como no querían volver a los barrotes, accedían a sus pretensiones lujuriosas.

Mary, una de las afectadas, estuvo dos años en prisión por robo menor, le dieron cuatro años de cárcel, cuando se presentó su turno de libertad vigilada, le colocaron a Robert supervisar los pasos de la expresidiaria.

La dama fue víctima de todos los abusos del oficial hasta que le transmitió una enfermedad sexual, lo que llevó a presentar la queja ante las autoridades, Robert fue investigado, intervinieron sus comunicaciones y lo pillaron cuando amenazó a otra mujer.

Los investigadores citaron a todas las féminas bajo la supervisión de Robert y confesaron lo acontecido, cuando interrogaron al hombre, en un principio se negó hasta que le mostraron las evidencias.



Con el tiempo sería difícil ocultar la situación en un pueblo de casi 15 mil residentes, así que Robert tomó la guitarra judicial y cantó todas sus andanzas ilegales.

Robert Jr., Carlos y Alicia decidieron pasarse unas vacaciones en Los Mochis, de dónde emigró la afligida esposa con el fin de buscar un mejor futuro, consiguió un marido demonio con la máscara de religioso.

Un golpe difícil de soportar, pero el antiguo oficial de libertades vigiladas tendrá suficiente tiempo tras los barrotes para meditar.

Fotos de K105 y RDN Stock Project.

 

 

El ángel de la carretera

Pretérito no tuvo un buen domingo de labor en su taxi, había pocos clientes, dos neumáticos se le pincharon con una diferencia de tres horas y al final de a milagro salió para la cuenta del día o unos 35 dólares.

Decidió retornar a La Chorrera, Panamá Oeste, donde vivía con su mujer y sus dos hijas, así que la pésima jornada laboral sería compensada con mayor tiempo dominical para estar con su familia.

Condujo desde Juan Díaz hasta calle 25, Calidonia, donde los residentes de Panamá Oeste utilizaban los vehículos informales o taxis piratas para retornar a sus hogares, tras salir de su trabajo o realizar cualquier diligencia.

Pretérito dio como cuatro vueltas, no había pasajeros, hasta que recogió un joven de 25 años, con aspecto de metalero, cabello largo, una pulsera y una cadena de punk pegada en su cuello.



El taxista lo vio con ojos de duda, sin embargo, era el único cliente y esos dos dólares que le cobraría por el viaje, representaban un pequeño incremento en el ingreso y para algo servía.

Dos vueltas más no funcionaron para encontrar clientes, así que el trabajador del volante guio su Kia Picanto  hacia la Avenida de los Mártires rumbo a La Chorrera y con la esperanza de recoger otros pasajeros en el camino.

Ambos caballeros platicaron sobre política, economía, de mujeres, fiestas e historia, el taxista descubrió que, a pesar del aspecto de loco del pasajero, era un hombre culto y letrado.

Siguieron la conversación, el roquero recibió un mensaje de su móvil, respondió un mensaje de texto cuando observó que el conductor incrementó la velocidad peligrosamente y se acercó a un furgón en la carretera de Loma Cová.

En cuestión de segundos, el jovencito le gritó al caballero que despertara porque se durmió con los ojos abiertos, el taxista se cambió hacia el carril izquierdo, el pequeño auto tambaleó, pero no se volcó.



Se disculpó con el cliente y le contó que el cansancio lo hizo dormirse sin darse cuenta.

Si el roquero no le avisa tendrían una muerte segura, luego el pasajero le pagó los dos dólares y se bajó en la entrada de Arraiján.

Cuando Pretérito volteó para saludarlo, el jovencito se desvaneció ante la sorpresa del conductor.

Al llegar a su casa, el taxista, en medio de un diluvio en sus ojos le contó a la mujer que no estaba loco, no obstante, un ángel bajó del cielo para que no se matara mientras viajaba en la carretera porque se quedó dormido al conducir.

Fotografía cortesía del Ministerio de Obras Públicas de Panamá y archivo no relacionadas con el relato.

Pan de pueblo


A pesar de que le dijeron a Chocolate, de 31 años, que Margarita, de 24 abriles, era pan de pueblo y la mitad del Ingenio en Betania, Panamá se la almorzó, al migrante darienita no le importó las críticas de la sociedad de esa zona.

La primera vez que la vio compraba una caja de cervezas donde la china del minisúper, observó sus largos cabellos negros alisados, su trasero enorme, ojos pardos y rostro de tristeza, pero no le habló.

En la agencia de apuestas de caballos del Ingenio le preguntó a don Papito quién era la dama, con notorios rasgos africanos como él y muy hermosa, aunque le disgustó la respuesta del veterano varón.

Una decepción amorosa hizo que Margarita se volviera una mujer fría, calculadora, ella decidía con quien se acostaba, no besaba a cualquiera y les sacaba dinero a los caballeros porque sabía que solo les interesaba llevarla a la cama.

Pueblo chico infierno grande, reza un viejo refrán, la bola de corrillo de que Chocolate estaba enamorado de Margarita llegó hasta los oídos de la migrante mulata de Bocas del Toro, quien sonrió cuando se enteró que Chocolate se derretía por ella.

A pesar de ser una zorra, Margarita no desayunaba, almorzaba y menos cenaba carne negra, la detestaba, sus preferidos eran de Veraguas, Chiriquí, Los Santos o Herrera con distinta pigmentación a la suya.

Una tarde, el enamorado masculino la vio en el lavamático y decidió atacar con toda su artillería verbal, no obstante, ninguna de las municiones dio en el blanco por las defensas de la dama.

Pasaron tres meses, la mujer tuvo un accidente, se cayó de la escalera del edificio donde residía, se la llevaron al hospital, le enyesaron la pierna derecha y el primer día se apareció Chocolate con un ramo de flores y la dama sonrió.



Los tres días que estuvo interna ninguno de los vecinos del Ingenio la visitó, mucho menos las mujeres de maridos infieles y algunas se lamentaron de que no fue peor el accidente.

Chocolate la esperó a la salida, la llevó en taxi hasta el viejo caserón de madera del Ingenio conocido como el Arca de Noé.

Margarita dio su brazo a torcer porque pocos hombres hacen esa acción, solo los enamorados, ella le confesó todo desde su decepción hasta que le pegaron gonorrea y logró curarse.

Cuando escuchó la historia de su futura novia, a Chocolate se le salieron las lágrimas, le dijo que no le interesaba su pasado, sino su futuro y presente porque él tampoco era ningún santo y bastantes féminas pasó por pensiones destartaladas, de colchones con sábanas de baratillo y ventiladores.

Todo el Ingenio se sorprendió cuando la pareja se casó, primero por lo civil y posteriormente por la Iglesia, tuvieron tres hijos y dejaron de residir en cuartos de alquiler para adquirir una vivienda en San Miguelito.

Margarita dejó de ser pan de pueblo para transformarse en una excelente esposa y madre que amó, tanto a sus hijos como su marido, hasta que murió al tener 35 años de casada.

Foto de Goldisable Jacob y Gustavo Fring de Pexels no relacionadas con la historia.