La correctora atractiva

Facundo buscaba la fama, la fortuna e incrementar su ego como novelista, tenía algo de madera para ello, le faltaba pulirse para coordinar sus ideas y aunque recibió consejos de veteranos literatos, no los escuchó porque pensó conquistar el mundo solo.

A pesar de que sus ideas eran buenas no obedecía, consiguió al final una correctora y editora, quien lo asesoró sobre su labor de letras y el camino a recorrer si buscaba el éxito.

Claro, la ayuda de Miriam Cisneros, de 28 años, fue fenomenal para el joven literato, atractivo, con facciones caucásicas, ojos miel y alto, mujeriego, tanto que sus amigos lo apodaban El unicornio.



Desde que vio a Miriam, quedó prendido con la mulata, hija de un chiricano y una darienita, de cabello oscuro, rizado, piel canela, delgada, atractiva y de carácter fuerte.

Mientras la profesional de las letras laboraba con el escritor, muy discretamente el varón la miraba con deseos de llevarla a un hotel para satisfacer su lujuria gigantesca.

Calló porque necesitaba publicar su manuscrito en un tiempo rápido, pero todo escritor sabe que una obra mal escrita no va a ninguna parte, por lo que esperó pacientemente hasta que el libro fue publicado.

Facundo hizo su presentación en la Biblioteca Nacional de Panamá con varios de sus colegas, invitó a la prensa, amigos y parientes, lo que lo convirtió en la estrella esa noche.

Imprimió 500 ejemplares porque planificó inundar las principales librerías con su obra de terror, El detective asesino, tapa blanda, de 250 páginas, con medidas de nueve pulgadas de largo por seis de ancho.



Tras acabar la actividad, el caballero invitó a su correctora y asesora editorial a una cena en su apartamento, la joven de 25 años aceptó gustosamente porque contribuyó a que la obra saliese al mercado.

Ella llevaba un traje rojo sencillo, zapatos bajos, sin embargo, era innegable que la mujer paraba tráfico y ambos se fueron a la propiedad del escritor.

Luego de consumir los alimentos, Facundo se volvió un Romeo, pero se encontró con la Julieta equivocada, la invitó a bailar, ella por diplomacia aceptó y el chico se pasó de listo.

Quiso manosearla toda, no obstante, un bofetón dejó su blanco rostro enrojecido por el impacto de la mano femenina.

Se quedó sin correctora por unicornio y ella cortó cualquier relación profesional con el novelista.

Al caballero le faltaba calle, nunca aprendió que en la guerra no se ataca sin antes conocer primero el terreno.

Imágenes de Andrea Piacquadio y Pixbay de Pexels no relacionadas con la historia.

 

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