Kumal Mandal creó una complicada telaraña en la cual logró estafar 1,500 millones de dólares a inversionistas no solo de Estados Unidos, sino de Europa y Asia, dinero que entregaron a cambio de recibir jugosos dividendos.
Mandal, de 31 años, era un
erudito en los números, un matemático por excelencia, hijos de migrantes de
Mumbay, creció siendo el primero en su clase y respetado por los vecinos de Hell’s
Kitchen, en la ciudad de Nueva York.
El negocio florecía a montón, así
que se daba una vida de millonario con alquileres de aviones para llevar chicas
a Londres, Paris, Madrid, Hong Kong y otras ciudades.
Solo el apartamento donde
vivía con vista al Parque Central, costaba 10 millones de dólares, mientras que
el Buró Federal de Investigaciones (FBI por sus siglas en inglés), le puso el
ojo.
El error más grande del
financista fue de figurar su ostentosa vida, a costilla de los incautos
inversionistas que daban miles de dólares.
Publicaba en las redes
sociales todo lo que podía, contaba con más de dos millones de seguidores y era
la envidia de numerosos migrantes extranjeros y locales que pensaban enriquecerse
de la noche a la mañana.
Con el pasar del tiempo, la
pirámide creada por Mandal no resistió, el barco financiero comenzó a hundirse lentamente
hasta que el Departamento de Impuestos le cayó a las oficinas en lujoso de alto
Manhattan.
Al ser llevado ante el juez
Francis Gatto, este fijó la fianza en 24 millones de dólares, y ante la
sorpresa de los periodistas que cubrieron la audiencia, Mandal la consignó y
quedó en libertad.
Sus abogados le cobraron 30
millones de dólares por ser un caso complejo en extremo, al final del asunto, lograron
un acuerdo entre el fiscal del distro del Este de Nueva York y la defensa.
Pactaron diez años de prisión,
sin embargo, el pacto debía ser validado por Gatto, quien se negó al acuerdo
por considerar que el financista estafó a muchas personas, por lo que la pena era
muy baja.
Gatto dictó 25 años de
prisión, al escuchar la sentencia a Mandal le faltó el aire, tuvo un ataque al
corazón, llamaron a los paramédicos y cuando llegaron el acusado carecía de
signos vitales.
Los federales se quedaron con
parte de las cuentas bancarias y los estafados perdieron casi todos sus fondos
porque creyeron en elevados dividendos cuando todo era una estafa gigantesca.
Fotografía de Christian
Wasserfalen y Diego Caumont de Pexels, no relacionadas con la historia.
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