Los mercenarios colombianos

Jaime y Moisés, eran amigos desde pequeños, desde el maternal  y asistieron a la misma secundaria en Kennedy, Bogotá, donde compartieron grandes, tristes, fabulosos y amargos momentos hasta que se graduaron en diciembre de 2023.

Los chicos eran de contextura atlética, altos y con buena resistencia física, lo que llevó al primero a decidir enlistarse en el grupo de mercenarios que lucharían en el bando de Ucrania, atraído por el salario de tres mil dólares que Kiev le pagaría.

Ambos tuvieron una fuerte discusión, Moisés apoyaba al bando ruso, aunque nunca se imaginó que su amigo de toda la vida tomara semejante decisión, así que optó por elegir el lado contrario de Jaime.

La larga amistad fue quebrada en mil pedazos por un conflicto ajeno a sus intereses,  idioma,  cultura y a una distancia extremadamente kilométrica de Colombia, sin embargo, ninguno se despidió del otro.





Jaime se marchó a Polonia, donde tomó un autobús que lo llevó a Ucrania hasta el sitio de reclutamiento de los mercenarios foráneos, mientras que Moisés hizo el periplo hasta Moscú, al llegar fue ingresado también en un centro de entrenamiento castrense

Los dos pasaron el duro examen físico y los trasladaron a grupos de colombianos que les dieron la bienvenida, luego transcurrieron dos semanas y el crudo invierno seguía.

Kiev quiso recuperar parte del territorio conquistado por Moscú, aunque con grandes costos avanzó unos kilómetros hasta llegar al pueblo de Urojaine, donde los rusos los detuvieron.

Los combates fueron infernales, balas, morteros, drones, las trincheras eran destrozadas, los tanques aniquilados, los ucranianos no lograban avanzar y los rusos pagaban un alto precio por retener las tierras ocupadas.

Jaime estaba entre los colombianos que disparaban morteros hacia el área de los rusos y por ironías de la vida Moisés defendía el poblado junto con otros paisanos atraídos también por la misma cantidad de dinero que Kiev ofrece a los soldados.



El mundo los ve nacer y ellos se destruyen, Jaime abrió fuego con un mortero que cayó cerca de Moisés, este recibió esquirlas en su pecho y rostro, el chorro de sangre de su tórax se semejaba a un volcán en erupción.

Ante la posibilidad que tener más bajas, los mercenarios colombianos que combatían para Ucrania se retiraron y los rusos retuvieron la zona conquistada.

Pasó una semana cuando Jaime vio un video en Tiktok de la madre de su antiguo amigo, en la que anunciaba que su hijo murió a causa de un mortero lanzado por otro colombiano que peleaba del lado ucraniano.

El sobreviviente lloró, sus compañeros le comentaron que así era la guerra, pero no soportó que él mismo matara a su amigo y casi hermano de toda su corta vida, así que sacó su pistola y se suicidó.

La guerra los separó y la amistad los llevó hasta la muerte.

Imagen de Argutz y David Peinado de Pexels no relacionadas con la historia.

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