Nayuri, era una chica de barrio popular de la capital panameña, a los 25 años, ya llevaba en las estadísticas tres alumbramientos de padres distintos, quizás porque se enamoraba a la velocidad de la luz y se entregaba totalmente.
Residía en San Pedro, corregimiento
de Juan Díaz con su madre, quien le apuntaba en la sien balas verbales para que
buscara su pieza donde atrincherarse porque la vivienda era demasiado pequeña
para siete personas.
Los vecinos del barrio querían
pasar por su aduana a la culisa, pocotona, ojos oscuros e inmensos pechos que se
notaban más cuando se colocaba esas camisetas de tela suplex deportivos.
Nayuri consiguió un
trabajo en una tienda de venta de celulares, en Los Pueblos, fue a buscar chamba
y el hijo del chinito Ng, al ver a la jovencita con pantalón largo y camiseta
azul pegado al cuerpo, no titubeó y la contrató el mismo día.
A los dos meses la mujer se
fue con sus tres cruces a un cuarto a San Cristóbal, su mamá le cuidaba a los nietos,
sin embargo, el dinero no alcanzaba y Luis Ng, ya estaba cabreado de soltar
dinero a la madre soltera y no le daba ni a oler.
Luego Nayuri organizó un
baile en la discoteca La Birra para tener algo extra, su ingreso sería solamente
de la venta de los boletos, mientras que el consumo del licor era para el dueño
del local
El día del evento Filiberto,
un hombre soltero de 38 años estaba con su hermano Patricio de 35, entraron a
la discoteca cuando el primero vio a Nayuri y quedó loquito con esas curvas.
Patricio le advirtió que
tuviese cuidado porque le olía algo raro, una mujer tan linda y sola era señal de
que no era normal.
Filiberto pagó tragos,
compró botellas, buco comida, bailó bien pegadito con la anfitriona y hasta
piquitos lograron darse frente a los sorprendidos asistentes al evento.
Intercambiaron números de
celulares, el domingo siguiente, el Romeo telefoneó a la fémina, sin
embargo, respondió un caballero, con acento de malandrín, quien dijo que era el
hermano de Nayuri y ella dormía.
Todo bien, el ingeniero en
sistemas se fue con su hermano Patricio al supermercado a comprar unas carnes y
pintitas para un asado, cuando sonó el móvil y Filiberto respondió.
Era su Julieta,
cuya voz encendió la excitación del caballero y la invitó al evento social.
—Hola mi cielo. Vamos a
un asado—.
—No puedo mi amor, tengo
un problema—.
—Pero ¿es grave Nayuri? —.
—Sí papi, me cortaron la
luz y son 362 dólares que debo pagar—.
Filiberto peló los ojos y
cerró la comunicación. Entendió el mensaje bien claro, pero no daría un centavo
a quien acaba de conocer y ya le pedía dinero. El amor terminó allí.
Imagen de Luca Nadorne de Pexels no relacionada con la historia.