Chilena de media cancha

 Silvia estaba feliz con su matrimonio con Alex, un ingeniero de sonido que laboraba en estudio de grabación ganaba buenos ingresos y labora extras en actividades extracurriculares como conciertos y otros eventos.

El esposo era todo un galán, refinado, tenía a su mujer como una reina, le complacía los caprichos de la dama, como un auto doble tracción, ropa lujosa, relojes, joyas y viajes.

Incluso en una ocasión, Silvia vio una película del día D y le pidió a su marido la llevara a conocer el Paso de Calé para conocer personalmente donde desembarcaron miles de soldados aliados en la invasión de Normandía.

Alex era abstemio, no bebía alcohol, se portaba bien y era un excelente esposo, sus rasgos acholados no fueron impedimento para empatarse con Silvia, una mulata, pocotona y amante del dinero junto con la comodidad.



Después de dos años del casamiento, la hermosa dama de piel ébano y pechos gigantescos dio a luz una hermosa niña mestiza, a quien bautizaron como Adriana María y que fue el ángel del hogar.

A los ochos de nacida la bebita, Alex empezó a llegar tarde todos los jueves con el argumento que era un día de intenso trabajo, a su esposa jamás se le pasó por la cabeza que su media naranja tuviera un romance extramarital con alguna cantante.

Pero, la dama no era celosa, aunque tampoco pendeja porque se alertó cuando su esposo colocó como bloqueo de su teléfono su fotografía para acceder al aparato tecnológico.

Silvia decidió revisar las pertenencias y la ropa de su marido, no obstante, la acción fracasó porque no encontró nada que le evidenciaría infidelidad.

No se quedó con los brazos cruzados, por el contrario, le aplicó la estrategia femenina de hacer el amor antes de que este se fuese al trabajo y cuando regresara.



Pasaron cuatro meses, la niña crecía y la mujer con dolores de cabeza porque no hallaba nada, su esposo seguía con lo mismo hasta que en la oficina de Silvia la enviaron a Penonomé.

Como era arquitecta, Silvia inspeccionó varios terrenos, debía regresar miércoles en la tarde, sin embargo, el martes en la noche decidió retornar al apartamento porque le era imposible esperar más tiempo.

Abrió la puerta principal, escuchó gemidos y risas, se quitó los zapatos, caminó lento hasta la habitación nupcial, la puerta estaba abierta, la empujó para ver a Alex en cuatro mientras era penetrado por un hombre rubio.

El grito se escuchó hasta Paso Canoas, el galán, era un homosexual oculto desde niño, intentó taparlo, se casó y trató de hacer su vida, aunque tarde o temprano se descubriría que le metió a su mujer una chilena de media cancha por temor al qué dirán.

 

Fotografías de Jeremy Wong y Cottonbro Studio de Pexeles no relacionadas con la historia.

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