La madrastra sexi

Isabel y Eduardo, establecieron su nido de amor, en una vivienda en Costa Verde, ubicada en La Chorrera, Panamá Oeste, una urbanización de clase media alta, ya que ambos como abogados gozaban de jugosas entradas de dinero.

Ella era juez de garantías, mientras que él laboraba como defensor público, lo que se traducía que ambos sumaban un salario de 10 mil dólares mensuales, nada malo para otros que sudaban la gota gorda con reducidos ingresos.

Se conocieron en el Órgano Judicial, como era lógico, él asistía a audiencias para defender clientes sin dinero, cuya representación legal la pagaban los contribuyentes panameños.

Una dama atractiva, alta, de piel canela, cuerpo sexi, cabello negro lacio, labios delgados, ojos pardos y que llamaba la atención, mientras que su pareja es alto, blanco, ojos oscuros, cabello negro lacio y cuerpo atlético.



Los dos asistían al gimnasio, así que están en forma, la fémina lucía excelente sus 45 abriles, mientras el marido ya casi llegaba a los 60 años, pero con cuerpo de luchador.

Isabel tenía una hija de 21 años, quien residía con su padre en Buenos Aires, donde estudiaba producción de cine, mientras que Eduardo dos hijos varones, uno casado y otro soltero.

La pareja tenía sus altas y bajas, peleas, ella era muy celosa porque el caballero era acosado, tanto por jovencitas como mujeres maduras, aunque él sabía manejar los sentimientos de su mujer.

Ya con un año de vivir juntos, llegó a la vivienda, William, el hijo menor de Eduardo, de 28 años, soltero, tímido, sin novia, ingeniero civil de profesión, residía en Santiago de Veraguas, donde laboraba en un proyecto carretero millonario.

William conocía a su madrastra por fotografías hasta que cuando ingresó a la hermosa vivienda y quedó impactado con el físico, la voz y la mirada de imán de la mujer madura.

Fue un flechazo desde primera vista y nada ni nadie podría detener los sentimientos del ingeniero.

En este caso, viene como anillo al dedo la frase de que tres son multitud.

William es el clon de su padre, físicamente hablando, pero casi un pendejo que en su vida tuvo dos o tres novias, no sabía bailar, leía, escribía cuentos de terror y se dedicaba a otras faenas.



Transcurrieron cuatro meses desde la llegada de William (venía una vez al mes), quien jamás le faltó el respeto a la mujer de su papá, este tampoco sospechaba y a la dama le gustaba el jovencito, sin embargo, marcó su distancia para evitar problemas.

El diablo es puerco, las tentaciones son difíciles de evadir y los gustos exóticos atraen como imán, lo que hace inevitable los encuentros cuando el propio sentimiento los pide a gritos en la mente.

Durante un asado en la casa de la familia, con abundante tequila, güisqui, cerveza y ron, los asistes bebieron y comieron como cosacos.

El primero en caer fue Eduardo, pasado el alcohol, luego los asistentes se marcharon para que Isabel junto con William limpiaran el desastre dejado por los invitados.

Cuando el joven estaba en la cocina, Isabel fue a llevar unos vasos de vidrios, lo miró con deseo, William, quedó inmovilizado, ella se acercó y su hijastro la besó intensamente.

Sin decir una palabra, la tomó de la mano para llevarla a su habitación, donde se convirtió en un corderito alimentándose de las mamas de la fémina madura.

Besos, caricias, abrazos, ella tenía destreza en la mano, el alcohol solo fue una excusa para lo que ocurría inexorablemente.

Réquiem por una madrasta sexi no era lo correcto, no obstante, cuando terminaron las dos horas de lujuria y pasión, al día siguiente William se marchó a Santiago de Veraguas.

Un pecado, un secreto, nadie debía saberlo, Eduardo ni cuenta se dio, seguía con su mujer a todos lados y su hijo lejos, sin deseos de visitarlo porque la conciencia le remordía.

Las cancheras

Yasuri y Misuli, son dos chicas, de 22 y 24 años, vecinas de Cabo Verde, donde abunda la pobreza, la carencia, la falta de cultura, educación y una zona peligrosa en extremo si entras sin alguien conocido del barrio.

Ninguna trabajaba, tenían maridos de ocasiones o masculinos que le ofrecían entre 20 o 30 dólares por una hora de placer para estallar la testosterona, saciar la lujuria y descargar el volcán interno.

Sin duda alguna, eran atractivas, Yasuri, es una culisa, pocotona, con nalgas y pechos enormes, mirada falsa y de imán, ojos pardos y cabello negro corto, mientras que la segunda es blanca, ojos miel delgada, senos pequeños y bien parados y una abundante cabellera castaño oscuro.

Ambas usaban su físico para atraer clientes por las inmediaciones del corregimiento de Calidonia, en la capital panameña o por la Plaza 5 de mayo, donde abundan los bares.



Sus víctimas eran los masculinos que frecuentaban los antros de mala muerte del área.

Ellas les hacían insinuaciones de alto calibre a los hombres bebidos, los que aceptaban eran trasladados a una esquina, cualquiera de las dos les bajaba la cremallera y la otra le quitaba la cartera o revisaba los bolsillos.

Muy famosas en la zona, inseparables, en ocasiones Yasuri salía a “trabajar” sola y Misuli le cuidaba los dos hijos, cuyos padres eran dos varones distintos del mismo barrio.

Vivir en los ghettos no es fácil, balaceras, riñas de hombres o mujeres, olores fétidos, basura a montón, música a todo volumen a cualquier hora y día de semana y abundante droga.

Yasuri y Misuli, son las dos mujeres típicas que los zaguanes absorbe, se niegan a buscar un futuro mejor para ellas y sus familias, quieren comodidades, vida fácil o dinero mediante delitos o su vulva.



Pero no todos en las áreas pobres son delincuentes, ya que existe gente que se prepara para salir de las carencias y la inmundicia que los rodea.

Era tres de noviembre de 2021, las chicas se preparaban para “laborar”, activaron su “modus operandi”, le cayeron a un buay que salió de la Saoco hasta la zapatilla en licor fuerte.

Un hombre acholado, de baja estatura y con una mochila, andaba por los quioscos que abundan por esa zona cuando se le apareció Misuli.

La víctima primero se metió al casino que está frente al Mercado de Buhonería de Calidonia, se ganó 600 dólares y posteriormente ingresó a la Saoco a celebrar, donde estaban las cancheras y lo vieron contar el dinero.

Al escuchar la propuesta de hacer un trío, al cholito le brillaron los ojos y aceptó pagar 30 dólares a cada dama por la ponchera.

Supuestamente, se iban a la pensión que está al lado de la farmacia Britannica en calle 25 Calidonia, pero al casi llegar, Yasuri se colocó frente al hombre, lo besó y Misuli introdujo su mano derecha en el bolsillo izquierdo del masculino.



Lo bolsearon, se llevaron un botín de 540 dólares y corrieron con destino a la antigua empresa de hielo.

Sin embargo, lo que desconocían las féminas era que todo fue captado por las cámaras de seguridad del Municipio de Panamá y la Policía Nacional (PN) porque trabajan en conjunto.

Muertas de la risa, estaban en la esquina de calle 26 este y la avenida Perú, donde dos patrullas las interceptaron y detuvieron.

Las trasladaron a la estación de policía para ser entregadas al Órgano Judicial para su proceso legal por robo.

El golpe no resultó y ahora pasarán unas vacaciones en la cárcel de mujeres donde podrán reflexionar sobre su futuro.

Imágenes cortesía del Municipio de Panamá y el Ministerio de Gobierno.


El sofá y yo

Mi primo Fausto murió en una tragedia automovilística en Lima, Perú, donde vivía desde hace 20 años, tras casarse con Milagros Paniagua, una limeña periodista y abogada que conoció en un congreso en Panamá.

La mujer de mi pariente, me notificó de la triste noticia y me pidió que hiciera un inventario de la casa que él arrendaba en Santa Clara, corregimiento de Juan Díaz, donde yo viví cinco años mientras estudiaba administración de empresas.

Encontré la propiedad en buen estado, solo con algunas fallas en el techo, plomerías y daños que son normales por el paso del tiempo. Sus antiguos habitantes la cuidaron bien.

Fui a la parte trasera, vi el rancho que mi tío construyó y donde protagonizamos muchas parrandas, con chicas de mi facultad y la de él (mi primo), principalmente cuando el viejo se marchaba a Bocas del Toro, donde nació.



El muro necesitaba reparaciones, presentaba algunos musgos, rasgaduras, faltaba cortar el monte, el bar se encontraba intacto, la pequeña piscina requería algo de mantenimiento, pero hubo algo que me llamó la atención.

Un sofá, color azul para tres personas, que cuando residía allí lo colocaron en la segunda sala, se notaba carcomido con el paso de las horas, aunque mantenía en algunas partes su color del mar.

Las flores se veían, algunas opacas, rosas rojas, otras rosadas, presentaba huecos, parte de la madera comida por la polilla y aún sobrevivían los cojines rojos, ya desgastados.

Solo sonreí porque recordé que allí en ese mueble hice muchos “mates” con novias, compañeras de la universidad, vecinas y loquillas que conocía de momento y las traía para darle “materile” como decimos en el istmo cuando le hacemos el amor a una dama.

Lo acaricié, casi lloré y recordé muchos nombres de féminas que me dieron su amor, sin embargo, las desprecié por inmadurez, juventud y solo pensar en sexo.

Al voltear para entrar a la vivienda escuché una voz.

-¿A dónde vas?-, oí, creí que  me volví loco porque supuestamente estaba solo, giré mi cabeza en círculo para buscar el origen del sonido y luego di un paso cuando me hablaron.



-No te vayas, soy el sofá. ¿Acaso no me recuerdas? Soy tu conciencia, tu voz interna, me hiciste un kilombo, una casa de ocasión, un prostíbulo y aún tengo tus productos lácteos en mi piel-.

-¿Un sofá que habla?-.

-Como quieras calificarlo, un sofá, tu conciencia, tu pasado, tu historia. Aquí vi mujeres, besarte, llorar, las encuerabas, sexo oral y te burlabas de algunas, escuchaba tus pláticas cuando les decías que no más-.

-¿A ti qué carajos te importa cuántas mujeres me tiré?. Eres solamente un sofá. Fuiste mi cama o soporte de lujuria de juventud-.

-Presta atención, es la primera vez que platico. ¿Has escuchado la frase de que si este sofá hablara? Pues lo hago. ¿Recuerdas Rubiela, Sofía, Teresa, María Cristina, Estefanía y un montón que te cogiste mientras yo escuchaba todo?

¿Y a ti que mierda te importa?-.

-¿De qué te sirvió? Tienes 50 años, sin hijos, no maduras, ya no eres un cóndor cazador, estás viejo, no tienes vivienda propia, ni un legado que dejar en este mundo-.

-Insisto que no es tu asunto. Mañana llamo para que te desmantelen, no jodas y te vayas a la misma mierda. Recuerda que soy Vicente Gómez, un macho de pura cepa-.

-Hazme leña si quieres. Te lo digo en tu cara, recapacita, aún estás a tiempo de hacer un giro en tus días.

El sofá calló y me puse a llorar porque nadie nunca hizo una radiografía sobre mí loca vida e inmunda  en tan poco tiempo 

Poema a la Santa Compaña

 


Por: Michelina Rossi

Por siglos y milenios,

La Santa Compaña

Ha recorrido los bosques sagrados de Galicia

En el día de los difuntos.

Son almas en pena

Que caminando en santa procesión van

Con túnicas negras

Y cadenas de presos sonoras 

Anuncian su fantasmal presencia

Por los pueblos y montañas gallegas

Buscando a algún desprevenido aldeano

Para sumarlo a su marcha de huesos y osarios caminantes.


Secuestro burlesco

El propio estado mayor de las Fuerzas de Defensa de Panamá (FF. DD.) no tenía idea de lo acontecido con el secuestro del empresario y banquero, Luis Thomas, mientras salía de uno de sus negocios, ubicado en la Zona Libre de Colón, en el caribe panameño.

Un caballero de esta talla, con ciudadanía panameña, estadounidense e israelí, fue sacado del país sin que los militares, quienes gobernaban con mano dura en 1987, se dieran cuenta, lo que representaba una burla a toda la seguridad estatal y la inteligencia en el G-2.

Ya habían pasado seis meses, los familiares de la víctima no contactaron más a los uniformados, sin conocer el paradero de un hombre poderoso, popular y querido en el país.

Los investigadores, en ese momento del Departamento Nacional de Investigaciones (Deni), concluyeron que solamente los grupos armados revolucionarios contaban con la astucia para llevar una operación arriesgada en extremo.



No era de extrañar, el centro bancario del istmo y su famoso “secreto bancario” permitía que dictadores, grupos de derecha e izquierda, espías, narcos y disidentes, depositar millones de dólares sin muchas preguntas.

Aunque con el tiempo los bancos aplicaron la política de “conozca a su cliente”, antes eso no existía y los depositantes eran bien recibidos, no se podía investigar ni en Panamá, ni desde el exterior porque el famoso secreto no lo permitía.

En todos los cuarteles de la FF. DD. había una foto de Thomas, con su nombre abajo, sin embargo, eso no servía de nada porque el hombre no estaba en Panamá.

Estados Unidos e Israel, informaron al gobierno panameño sobre la preocupación que un ciudadano de esas naciones fuese secuestrado y no había noticias.

Al año de la privación de la libertad, un hombre arribó a Panamá con un pasaporte boliviano con el nombre de Manuel Pavel, ingresó normalmente, tomó un taxi y salió de la terminal aérea.

Días después, los familiares informaron en los periódicos que la víctima fue liberada, que no pagaron rescate, estaba sano y salvo, pero nunca escuchó una voz de sus secuestradores.

Los tres oficiales de migración de turno esa noche y que no reconocieron a Thomas, fueron despedidos de sus cargos, ya que su fotografía estaba en las oficinas de la entidad y que ese tiempo formaba parte de las FF. DD.



Familiares de Thomas contaron que lo metieron en una habitación, sin ventanas, con un sanitario, un sujeto encapuchado le pasaba la comida, cada mes un médico lo visitaba para cuidar su salud, lo que se deducía que lo necesitaban vivo.

Explicaron que solo había un tragaluz lejos para escalar o una fuga imposible.

Con el pasar del tiempo, los investigadores supieron, por la inteligencia colombiana, que el origen del delito se inició cuando Jaime Bateman, el líder guerrillero del Movimiento 19 de Abril (M-19), murió en un accidente de avión en Darién.

Venía supuestamente a conversaciones de paz secretas con el gobierno colombiano, acompañado por el político derechista y piloto de la nave, Antonio Escobar Bravo. Nueve meses después de la tragedia, sus cuerpos fueron descubiertos.

Representantes del M-19, vieron a Panamá a reclamar el dinero del grupo insurgente, unos 10 millones de dólares depositados en el Banco de Fomento e Inversión, que fundó el abuelo de Thomas.

En el banco, les informaron a los guerrilleros que las cuentas cifradas no existían, lo que molestó a los revolucionarios, luego la cúpula del M-19, decidió secuestrar a Thomas hasta que pagara el dinero y los intereses.

Al final, el banco soltó la plata, liberaron al comerciante y los militares en el poder fueron totalmente burlados.

Siempre hay uno más astuto que el otro. Eso nos muestra la vida.


Fotografía de Jaime Bateman, cortesía de Wikipedia y del tragaluz de Dreamstime.

 

 

La pesadilla

 Constantino Cornejo, miraba sorprendido al pistolero que caminaba mientras disparaba un fusil ruso AK-47, se notaba las luces provocadas por la pólvora del arma de fuego.

A su alrededor, las personas se agachaban, en el mini súper de Chu Ming, frente al parque de Los Aburridos, los cristales presentaban los hoyos creados por el plomo al entrar.

Una niña de aproximadamente diez, años, acostada el piso para salvar su vida, ya que en los barrios donde las pandillas marcan sus territorios, es necesario aprender a la fuerza si quieres llegar a jubilarte.

En el antiguo mercado, unas señoras en el pavimento, con sus palanganas de comidas colocadas en mesas, algunas regadas en el suelo, macarrones, arroz, albóndigas, mondongo y ensalada de feria (papa, remolacha, apio y huevo con mayonesa), se mezclaba con la salsa roja.

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Del otro lado de la Avenida A, corregimiento de El Chorrillo, en la calle Juan A. Mendoza, dos muchachos disparan sus glock contra el pistolero.

Al sujeto le responden en un oeste moderno, caracterizado por barracas destartaladas, aguas negras, abundante pobreza, promiscuidad, falta de cultura y educación casera.

Una disputa por el tumbe de 10 quilos de cocaína, es el epicentro del conflicto entre dos pandillas rivales o una guerra sin cuartel porque alguien debe pagar por la mercancía perdida.

Constantino se agacha, se arrastra para no ser víctima de una bala, debido a que estas no conocen, ni llevan nombres completos, así que el caballero también aprende, aunque no es vecino de esa zona.

Sencillamente, fue desde Bella Vista, a comprar un ventilador para computadora personal porque la de su hijo se dañó y en las páginas de Internet demoraban dos semanas en traerlas a Panamá, por lo que la necesitaba de urgencia.

El único local de computadoras que tenía en Panamá la pieza requerida estaba en esa zona, así que se trasladó hasta el populoso sector y quedó en medio del salvaje y moderno oeste.



Los disparos no cesan, una automovilista herida en su pierna izquierda, intenta mover su carro, pero todos no circulan porque sus conductores no son pendejos o no quieren morir abaleados.

Constantino sigue arrastrándose hasta llegar a un lugar a salvo, lleva la pieza en la mano, el pandillero, apostado en la Avenida A, tiene los timbales grandes, ya que se coloca detrás de un poste de luz para cubrirse, recarga su arma y dispara otra vez.

Los viejos jubilados que juegan dominó, están detrás de dos árboles gruesos que pueden amortiguar el plomo, pero no Constantino.

En ese momento, el caballero siente un golpe en su pierna derecha, una bala se le introdujo en su muslo derecho, siente algo caliente, pero ve que la automovilista herida, gira hacia atrás.

Le grita que cuidado que está herido, ella no lo escucha, gira el volante hacia la izquierda para huir y coloca reversa con el fin de salir del atasco.

Los ojos de Constantino solamente ven el neumático cuando le pasa por su cráneo.

Abre sus ojos, está asustado, es domingo 30 de octubre de 2022, está sudado, orinado y fue una pesadilla.

Su mujer Glenda le pregunta si desayunará, el hombre responde que solo quiere café.

Se va al ordenador, entra a la plataforma de Amazon y compra la pieza de la computadora.

No quiere que la pesadilla sea una realidad.

Romance inmortal en Halloween

 Hadassa Ben Amir y Alfonso Ivanova, se amaban con intensidad universal, aunque las diferencias que los separaban eran abismales y luchaban por ese amor clandestino que caracteriza a los jóvenes que apenas tienen toda una vida por delante.

La religión y la pobreza, era los elementos que carcomía el romance de seis meses, ya que ella profesaba el judaísmo y residía en Punta Paitilla, mientras que el caballero era un católico no practicante, vecino de la calle 12 de Río Abajo, Panamá.

Hadassa era la hija de Suri, el dueño de un almacén en Calidonia, donde laboraba Alfonso como seguridad.

La fémina era toda una reina de belleza, blanca, delgada, ojos verdes, inmensa cabellera negra, paraba tráfico y sus padres le tenían un prometido llamado Salomón Chocrón, nativo de España o sefardita.



Alfonso era hijo de Sergei Ivanova, un marinero ruso, aventurero por naturaleza, cada vez que llegaba a Panamá se encontraba con Sofía, una residente en San Miguelito y quien laboraba en el muelle 18 del Pacífico panameño.

El jovencito heredó los ojos verdes de su padre, su cuerpo atlético y altura.

De su madre, piel negra, lo que lo convertía en un guapetón mestizo que enloquecía, no solamente a las mujeres de almacén, sino a la hija de patrón, lo que obligaba a encuentros secretos por lógicas razones.

La pareja se citaba a lugares clandestinos para no ser vistos, hacían el amor, aunque ella debía guardar la flor más preciada, por lo que el tren debía estacionarse en la parte trasera de la estación.

Sin embargo, eso no era impedimento y disfrutaban los intercambios de fluidos, en traje de Adán y Eva, las exploraciones montañeras del masculino y la erupción de la lava láctea.

Suri empezaba a sospechar que “había algo” entre Hadassa y Alfonso, ya que la gente no es pendeja, ata cabos, interpreta las miradas y lenguaje corporal. No siempre hay que hablar para meter la pata.

Así que el comerciante presionó al joven enamorado para que confesara.

Alfonso negó todo, Suri le ofreció 2 mil dólares para que se alejase de su hija y como se negó, lo despidió de su trabajo.

Sin fuente de empleo, el caballero de marras la pasaría mal, aunque su princesa lo ayudaría económicamente.



El tema de Alfonso fue netamente suerte porque hay hebreos que acceden a que sus hijos o hijas se casen con personas de otras religiones, no obstante, Suri era conservador y no quería, aunque Sara, la madre de Hadassa si aceptaba al novio de su descendiente.

Ese martes, 31 de octubre de 1989, la pareja decidió encontrarse en un hotel de lujo de la capital panameña, tenían todo planeado y sería un romance inmortal. Nada ni nadie podrá impedirlo.

Se registraron, bebieron, vino a montón, hicieron el amor como despedida, dos cuerpos pegados, tormentas de besos, aluviones de caricias, gemidos intensos, miradas profundas y diluvios en las mejillas de los enamorados.

Las toneladas de felicidad, momentáneas, pasaron al día siguiente a una desgarradora noticia cuando le notificaron a Suri y Sara, además de Sofía, de que sus hijos fueron encontrados muertos.

Ella lucía un traje de novia y él también, con los anillos de boda, ambos con zapatos, un ramo de rosas, vino y al lado una botella de veneno para ratas.

Los paramédicos dijeron que ninguno de los dos presentaba signos vitales, decidieron irse para convertir su amor en un romance inmortal.

La historia de Romeo y Julieta, se repite en numerosas ocasiones en el mundo, por diversas razones, y tampoco se detendrá.

Quizás, en alguna parte se encontrarán Hadassa y Alfonso, la chica rica y el joven pobretón.

Preso 16 años e inocente

Cuando Aníbal Pérez, escuchó el veredicto del jurado de conciencia, rompió a llorar en la sala de audiencias del Segundo Tribunal Superior de Justicia de Panamá, ya que pasó 16 años en detención preventiva por el cargo de homicidio.

No había evidencias de que el taxista de 46 años participó del asesinato a tiros del gallego Marcos Estévez, propietario de una cadena de restaurantes, en febrero de 1988, en Portobelo, Colón, en una finca de su propiedad.

Su único delito fue tomar una carrera de 100 dólares a un lugar tan lejano de la ciudad de Panamá, algo que le resolvería el día, sin embargo, Aníbal nunca se imaginaría la pesadilla por recoger a los colombianos Jhon Wilson Molina y Richard Escobar Maldonado.

A estos dos últimos, el jurado de conciencia los declaró culpables de homicidio y condenados a 20 años, de los cuales solamente le faltaban cuatro para cumplir la pena completa.



La muerte de Estévez fue por encargo de su primer hijo, Alfredo Estévez, quien huyó a Castro, Galicia, poblado de donde venía su padre cuando llegó al istmo durante la dictadura franquista y con 30 dólares en el bolsillo.

Aníbal perdió su matrimonio, tenía una hija de 5 años y otra de 3 cuando fue detenido, ellas lo visitaban de vez en cuando a la prisión, pero Marita, su exmujer, se “bajó del caballo” al estar ocho años tras los barrotes.

La fiscalía insistía en que el trabajador del volante estaba en componenda con los sudamericanos para matar al empresario, se negó a darle medida cautelar de país o ciudad por cárcel y lo mantuvo guardado hasta el final del juicio.

Uno de los pecados mortales del sistema judicial inquisitivo panameño que reinaba durante la época, es que el Ministerio Público, era dueño absoluto de la libertad corporal de las personas, aunque fueras sospechoso.

El Estado, en compensación, le entregó un vehículo y un cupo de taxi para que Aníbal se ganara la vida, a lo que el caballero decía que pasó 16 años preso y el gobierno lo trataba como un mendigo.

-Un cupo de taxi y un carro por estar 16 años detenido, siendo inocente es tratarte como si fueses limosnero-, comentó en una ocasión el taxista a un pasajero.

El asunto fue que le llovieron los abogados a Aníbal, uno de ellos presentó una demanda de daños y perjuicios contra el Estado panameño y pedía 10 millones de dólares como resarcimiento.



Mientras que Alfredo Estévez, 17 años después, fue detenido en Vigo, llevado a un tribunal, pagó 100 mil euros de finanza (unos 99,579 dólares aproximadamente) para salir en libertad vigilada.

La vida en prisión es dura en extremo, no existe la privacidad, el encierro genera demencia, depresión, te codeas con criminales de alta peligrosidad como asesinos, asaltantes, violadores, ladrones profesionales y novatos, entre otros.

En ese mundo, Aníbal pasó 16 largos, adelgazó, perdió todo su cabello, su aspecto físico era de un hombre de 60 años, cuando en realidad salió con 46 años. Todo un desastre.

Alfredo Estévez es investigado en España, no puede ser extraditado por ser ciudadano español, mientras que Aníbal intenta recuperar su vida destrozada por sencillamente hacer su trabajo y un sistema judicial descarriado y  preñado de fallas.

Las hijas de Aníbal ya están casadas y con hijos, lo visitan todos los domingos en un cuarto donde vive en el corregimiento de Juan Díaz.

Cada vez que se marchan, el taxista llora porque no logró ver crecer a sus hijas, algo que ni 100 millones de dólares podrán recompensar porque el mango maduro no vuelve a verde.

 

 

 

 

 

Cómo crucé a Melilla

 

Hola:

Quiero contarles mi historia de cómo logré cruzar la peligrosa frontera de Mellila, un enclave español en Marruecos, rodeada de vallas con alambre de púas, cámaras, sensores y decenas de policías alertas con instrumentos de alta tecnología.

Muchos piensan que la migración es un asunto de México y Estados Unidos, sin embargo, no es así porque nadie quiere vivir en condiciones infrahumanas, aspiramos a trabajar, estudiar, formar una familia y pagar impuestos donde vamos.

No todos los migrantes somos ladrones o narcotraficantes, por el contrario, las mafias abusan de nosotros con pagos de 2 mil o 3 mil euros para obtener nuestro sueño de opio de mejores días y lograr cruzar.



Mi nombre es Abayomi, que significa “el que trae alegría”, pero a mis 20 años he sufrido, primero porque soy de Sudán, país conflictivo, lleno de terroristas, donde mis padres fueron asesinados por razones políticas.

Logré andar por carretera por Chad, Nigeria, Níger, Argelia y por fin entré a Marruecos, donde los guerrilleros del Frente Polisario me tuvieron prisionero por seis meses acusado de espía del rey.

Escapé hacia Mauritania, donde unos árabes me vendieron para ser esclavo de una tribu por un año, luego me soltaron porque pagué con trabajo mi libertad.

Dormía en una choza, en una cama de paja, sin servicio sanitario, me daban un litro de agua por día, un pedazo de pan y de vez en cuando carne de pollo para estar fuerte y laborar criando animales.

La vida del migrante es tan dura como la de los soldados en el frente de batalla, duermes poco, trabajas mucho, mal alimentado y con el corazón en la boca porque tu vida cada segundo corre peligro.

Con penurias, me uní a un grupo de migrantes de Angola y Sierra Leona, logramos caminar, con aventones y penurias ingresamos a Marruecos, unos se fueron con dirección a Ceuta y otros a Melilla.

Yo elegí la primera ciudad para entrar, fuimos en avalancha de personas, como 300, vi como unos quedaron atrapados entre los alambres de púas, los gritos de dolor eran desgarradores, mientras la policía disparaba gases lacrimógenos.



Unos 60 migrantes lograron cruzar, 8 murieron, producto de la pérdida de sangre, otros se golpearon la cabeza y fallecieron al instante.

Fui un cobarde y no subí las escaleras. No era mi momento.

Me trasladé hacia el monte Gurugú con otros africanos y árabes, estuvimos cuatro días hasta que nos avisaron que la policía marroquí venía a detenernos y corrimos a toda velocidad.

Atraparon a varios, entonces fue cuando decidí que no pasaría más por eso, dentro de dos noches cruzaría a nado por uno de los diques. Lo haría solo, sin ayuda de nadie.

Cerca de la frontera de Melilla me comentaron que fuese al Dique Sur porque había menos cuchillas, me encontré a Hassan al final de la valla, un sudanés paisano musulmán, quien me ayudó a vencer el obstáculo y cruzamos sin ser vistos por las patrullas que nos buscaban.

Tuve que lanzarme al agua, aunque no sé nadar y una lancha me pescó.

Fui atrapado, me trasladaron al hospital porque estaba deshidratado, mal alimentado y pedí asilo político que ahorita está en trámite.

Mi idea es irme a Burdeos, Francia, donde reside un tío propietario de una tienda de víveres, además es el único pariente vivo que tengo.

Esta es mi historia corta, pocas veces nuestras vidas salen en la televisión porque no venden, nos ven como personas que traemos nuestros problemas a Europa y tengo dos preguntas que hacer.

¿Cuántos españoles, ingleses, franceses, italianos, alemanes, irlandeses, rusos y otros europeos emigraron a América? ¿También los tildaban de atrasados, ladrones y con problemas?

Tengo un futuro incierto, pero estoy vivo y en espera de resolver mi petición de asilo político.


'Batería' en mano

 Durante un examen semestral de Técnica de la Información II, en 1996, Pepe Vega, no se sabía ni una letra del material dictado durante todo el semestre, así que recurrió a la vieja estrategia de copiar todo en la banca donde se sentaría y en la pared.

Era un excelente camarada, le gustaba cantar décimas en las fiestas del salón y un galán infatigable porque tenía varias chicas que intentaban que fuese su novio.

De mediana estatura, Pepe, lucía su cabello castaño oscuro con gel, de piel canela clara y los ojos miel, todo un guapetón en la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de Panamá (UP).



Los compañeros de salón lo apreciaban mucho, pero le decían que se equivocó de carrera porque no tenía la habilidad para el periodismo, ni tampoco le gustaba leer o estudiar, algo fatal para un periodista.

Ese día del semestral, una trabajadora manual limpiaba el salón del anexo cuando vio a Pepe escribiendo lo que en Panamá se conoce como “batería” en la pared.

A las dos horas, llegó la profesora de Técnica de la Información II para el examen final del segundo semestre, el salón estaba lleno, Pepe se encontraba en la última banca de la esquina derecha y la noticia de la docente le cayó como bomba.

La profesora anunció que se cambiarían de salón porque el otro era más cómodo y amplio, Pepe preguntó si se podían llevar la banca, la respuesta fue negativa y la educadora abandonó el lugar.

Toda la clase miró a Pepe, sabían de su travesura y ahora estaba indefenso porque no tenía opción de copiarse, no obstante, sonrió como si nada pasara.

El joven sacó del bolsillo de su pantalón una "batería" en papel porque hombre precavido vale por dos, así que también pensó en un posible cambio de salón y ahora podía copiar clandestinamente las respuestas.

Pepe estaba preparado con su "chuleta" (así le llaman en España) para ir a la guerra, cualquier cosa menos estudiar o prepararse porque ya no había tiempo.



A la hora de la prueba, como siempre, un bolígrafo, ni un cuaderno o libro encima de la banca que pudiese ayudar a los estudiantes a copiarse.

Generalmente, los profesores universitarios llevan un asistente para que los ayude a vigilar a los copiones, pero la docente no lo hizo porque contaba con experiencia en la materia, además alguien que estudia no debe mirar al cielo raso sino a la prueba.

Cuando le entregaron el examen, la profesora detectó algo irregular en Pepe, sudaba en un salón con aire acondicionado y las manos le temblaban.

Un copión profesional nunca mira al resto de sus compañeros, las ventanas, el cielo raso, el techo, el tablero o la profesora porque esos son signos que no se preparó y una caída fatal.

Posteriormente, se concentró tanto en su trabajo que no se dio cuenta de que la docente estaba detrás de él cuando tenía la “batería” en su mano izquierda, mientras copiaba las respuestas a las preguntas de la prueba.

-Señor Vega, por favor ponga su examen en el escritorio y entregue la "batería" de su mano izquierda-, ordenó la profesora.

Pepe levantó la vista, sus ojos bailaban de terror y sus manos eran un barco en medio de una violenta tormenta marítima.

No tuvo más remido que obedecer, le dio la “batería” a la educadora y llevó el examen al escritorio de la docente. Era una efe clarita, no había discusión porque lo pillaron con las manos en la masa.

Pepe logró pasar, a punta de copias y "baterías", todas sus materias y logró diplomarse en licenciado en periodismo, sin embargo, hizo su práctica profesional en una televisora, aunque no dio bola en la radio y mucho menos en periódicos.

Con el pasar del tiempo nadie supo de Pepe, pero todos recuerdan cuando  la profesora Marcela Antúnez lo sorprendió copiándose en un semestral con una "batería" o "chuleta".

 

 

 

 


La guial resultó ser un buay

Rommel Gutiérrez, es un estudiante de diseño gráfico, de 24 años, labora en el Ministerio de Comercio e Industrias (Mici), soltero y sin hijos, exigente en todos los sentidos, incluso para buscar pareja porque quería una rubia natural, pocotona y de ojos azules.

Su argumento es que como físicamente es de piel canela, cabello lacio, ojos oscuros y delgado, requería de una mujer exótica, hermosa y que parara tráfico porque necesitaba “mejorar la raza”.

A pesar de que varias chicas en el Mici intentaban que se fijara en ellas, el caballero de marras las rechazaba porque quería una fula que rompiera todo esquema.

Con sus amigos asistía a parques, discotecas, bailes típicos, competencia de trajes de baño, recitales de poema o cualquier actividad masiva con el fin de encontrar a la rubia madre de sus hijos, como decía él.



Uno de sus pasieros le recomendó una aplicación de esas usadas en los celulares para encontrar novia o amiga con posibilidades de una relación y ¡Eureka!, la halló.

Rommel se encontró con Clio Ionescu, la nieta de un rumano que presuntamente vivía en tierras Altas de Chiriquí, hablaba y escribía castellano porque residió en Jaén, España, así que no habría problemas de comunicación.

La mujer dijo tener 20 años, pelirroja, ojos azules, de buena figura, soltera y que estaba en Panamá para cuidar a su abuelo porque tenía una enfermedad que requería atención y como era su nieta favorita, se la trajo desde la madre patria al istmo.

Rommel por fin encontró su media naranja y extranjera, se imaginaba muy orgulloso paseando por las calles de Vacamonte, Panamá Oeste, con su rumana pelirroja de ojos azules.

Sería la envidia de los cholitos y negritos de calle 10 ma Vacamonte, lo respetarían porque consiguió una chica deseada por todos.

En ese vaivén, llevaban seis meses platicando por la aplicación de WhatsApp, aunque solamente por conversación escrita, cero videollamadas o llamadas, ya que Clio se negaba, pero si le remitía videos grabados de ella para que su novio la viese.



Sus vecinos estaban ansiosos de conocer a la dama rumana, sin embargo, Rommel se excusaba de que por el momento no podía viajar a Panamá Oeste porque debía cuidar a su abuelo enfermo.

Transcurrieron ocho meses y todo seguía igual, Rommel sin ver a su novia en video o en directo, así que le consultó a viejo José Chanis, quien sin titubear le respondió que ese era tremendo maricón o estafador.

-Alguien que da esas excusas es porque quiere tapar su real identidad y ese es un hombre, no una mujer-, respondió Chanis, lo que no le gustó a Rommel y le quitó el habla.

Rommel se aisló de todos sus amigos, compañeros de trabajo y de su familia porque pensó que no deseaban su felicidad o lo envidaban.

Un día llegó a Vacamonte, un primo de Rommel, quien le propuso una solución fácil, colocó la imagen de un chico bien parecido en su aplicación de WhatsApp e hizo una videollamada y fue cuando respondió un hombre en el aparato de Clio.

-Así que tú eres Clio. Eres un hombre, no una mujer-, dijo Rommel.

El impostor, al verse descubierto, cerró la comunicación, luego Rommel le escribió desde su teléfono y se dio cuenta de que fue bloqueado.

Triste, derrotado y acongojado, el masculino enamorado, soltó a llorar y cuando se lo dijo al viejo Chanis, este le recomendó que dejara de llorar ahuevazones porque él mismo se buscó eso porque tenía varias admiradoras y las despreció.

-Querías una fula de tus huevos y conseguiste una con huevos-, respondió José Chanis.

Rommel reflexiona sobre su vida y el mal uso de las redes sociales porque al final la guial resultó un buay.